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A veces, la naturaleza se presenta espléndida ante nuestra vista, ofreciéndonos una gama de coloridos paisajes y de acontecimientos inesperados. Cuando era chico, con frecuencia visitaba a mis abuelos maternos que vivían en la periferia del pueblo en una casita humilde de campo. Ellos, como yo, amábamos esa tierra maravillosa junto con sus tradiciones conservadoras de largos años. Me gustaba en vacaciones alejarme de la modernización citadina, yendo a ese lugar a disfrutar del aire libre de la naturaleza, de la vida vegetal, de la fauna y de la vitalidad de los aldeanos aunada a su amabilidad que transcurriera con tanta calma. En ese entonces el tiempo parecía detenerse raudo y taciturno en sus lares, marchando perenne contra las manecillas del reloj.

En los atardeceres de los primeros días del verano, era todo un espectáculo, ver las pequeñas luces verdes y anaranjadas cintilando en el horizonte: se trataba de una miríada de luciérnagas o ninacuros, que poco después de ponerse el sol, estas diminutas “cuquetas de luz”, después de una larga temporada de hibernación, cobraban vida de entre la hojarasca de los prados húmedos… Una a una, cientos a miles y miles de estos coleópteros fanales, iban extendiendo sus alas y remontando su vuelo terrero en la atmósfera nocturnal. Sus focos intermitentes sincronizados comenzaban a destellar sus vistosas piruetas pasionales -como lluvia de estrellas- de aquí, para allá y en todas partes “buscando aparearse”

-Morfología

El foco de estos encantos crepusculares se prende por un fenómeno llamado bioluminiscencia, que tiene que ver con una reacción química que ocurre en su abdomen de estos curiosos escarabajos. En la parte final del abdomen tienen una glándula que contiene grandes cantidades de compuesto llamado “luciferina”. Cuando quieren emitir la luz, inyectan oxígeno al compuesto glandular, y con ayuda de la enzima “luciferasa”, la luciferina reacciona con el elemento (O), creando la luz.

Los machos danzan en el aire haciendo diferentes patrones con sus luces, como desarrollando un código en clave morse, para enamorar a las hembras que se salvaguardan en el suelo titilantes o también, dependiendo de la especie, volando a su alrededor. La danza de luces del macho ninacuro termina, cuando la hembra ninacura atraída por este, comienza a prender su luz fosforescente en señal de aceptación, Entonces el macho conquistador aprovecha ese momento de efervescencia para acercarse a ella y emparejarse.

-Remembranza

La imagen frágil y bonachona de mi abuela materna ¡alma bendita, que en paz descanse! cuando hablaba, se subía sus anteojos a la frente y mirándome serena me decía convencida: “Hijo…Ser niño como tú, es ser aventurero, explorador e investigador de un mundo que ha amanecido de repente en el siglo de lo nunca antes soñado, cualidad que permite a la capacidad de asombro encuentre que: no todo está dicho, no todo está señalado, no todo se ha nombrado.”. Siempre en la vida, aunque los años pesen sobre los hombros, quedará margen para ir afianzando con el conocimiento cada vez más la personalidad. Esta tarea imperante: solo termina con nuestra muerte.

 

Esos primeros años de mi vida siguen siendo en mi memoria como un sueño fascinante y perfecto. En ese entonces, vivía con mis padres en una casita de campo rodeada por muchos árboles y espesuras silvestres; pues, aunque sigue vivo aquel lugar, nada es parecido a la atmósfera única de aquel entonces: el aire olía especial, el ambiente estaba impregnado con la fragancia campestre rodeándonos con ahínco de día y de noche. ¡Cuántos aromas teníamos allí para disfrutar!

Cerca había un arroyo de agua cristalina que nacía en un acuífero de la montaña; unas veces se deslizaba mansa y cantarina; y otras, se precipitaba estruendosa y amenazante cuando llovía. Era costumbre de mi madre y yo, recoger en las tardes el agua dentro de botijos; llevarla a casa y almacenarla en recipientes para nuestro aseo personal y preparativos de los alimentos.

Me gustaba ir a nadar en las frescas aguas y claras del arroyo, con otros niños hijos de unos pocos vecinos quienes vivían dispersos alrededor. Siempre, lo hacía después de hacer las tareas que me dejaban en la escuela. ¡Qué mágico me parecía todo! Cada díaexploraba más la naturaleza, no me cansaba de jugar y de vivir intensamente descubriendo nuevas cosas todos los días. ¡Eran de mucha diversión aquellos momentos!

Al caer la tarde,me paraba en el corredor de la casa alumbrado débilmente por una lámpara de parafina parpadeante, puesta sobre una mesa de madera en un rincón. ¡Quién lo creyera! Tendría en ese entonces 8 años, cuando me percaté que en todos los oscureceres de cada año a partir de mediados de junio hasta mediados de octubre; surgían de la nada algo parecido…

- ¿¡avispas?, ¡no! -, ¿abejorros?, ¡no!, ¿moscas? ¡no!, ¡ah ¡ya se, ¿grillos?, ¡sí!... Pero de luz. Eran ciertas luminiscencias que emergían de la tierra y revoloteaban en el céfiro estival emitiendo fulgores intermitentes… Eran las luciérnagas, cocuyos o ninacuros, como se llamen, los que danzaban por todas partes, proveyendo cada tarde un bello suceso natural.  

-Meditaciones

El rito de apareamiento de estos “seres de luz” comenzaba, formando densas colonias de coleópteros en ese ambiente silvestre y mágico... “El encanto nocturnal de las luciérnagas”, puede durar hasta ocho horas su cortejo de show después de ponerse el sol. Absorta me gustaba atisbar y olisquear en silencio ese raro espectáculo de mar de luces que flotaba en el cenit de la noche sobre los labrantíos, junto a los arroyos. ¡Que bellos eran aquellos tiempos!... Hasta que el hombre empezó a envenenar el campo y contaminar los cursos de agua estos entrañables insectos eran muy comunes, sin embargo, en la actualidad es difícil conseguir verlos aparecer con frecuencia. Pero aún quedan algunos rinconcitos como este, donde todavía es posible disfrutar de su presencia, ya sea en verano o muy pocas veces en el invierno.

Mi abuela me contaba también, que la existencia de las luciérnagas en los ecosistemas, es garantía de no estar contaminado, ya que, son especialmente vulnerables a la acción contaminante del campo, de las aguas y de luz lumínica artificial abundante e intensa. Además, su existencia está considerada como muy beneficiosa para la agricultura, debido a que son voraces devastadores de insectos considerados como plaga en la agricultura. De hecho, si tienes un huerto y pretendes que sea ecológico y productivo, no hay mejor noticia que descubrir a estos “bichos de luz.” rondar en inmediaciones del predio para que te de la esperanza de que la tierra es apta y fértil. Esperemos que con el paso del tiempo cada vez sean más los lugares donde puedan verse estos maravillosos coleópteros pulular… Sin lugar a dudas, su presencia en el ambiente será de buena señal para los cultivadores del agro.

-Apólogo

– Luego, mi abuela tocando mi cabeza con su mano octogenaria: concluía su relato- Hijo, cada paso que damos en nuestra vida requiere de momentos de ponernos a reflexionar sobre nuestras vivencias que hemos transitado. Las luciérnagas. lejos de causarnos rechazo o temor, pasan a convertirse en símbolo de un compromiso de paz entre Dios y el hombre. Son seres de luz absolutamente puros que están de paso (como nosotros) en la tierra de manera efímera, como almas en pena, con un solo propósito, - llegar algún día a convertirse en hadas madrinas en el plano astral-. He ahí pues, la “omnipotencia” de Dios manifiesta de manera más imprevisible que uno pueda imaginar

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