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Hay oficios que pude conocer durante mi época de infancia y juventud y que ahora solo existen en los recuerdos de las personas mayores y en fotografías de esos tiempos. No puedo asegurar que presencié algunos pero si la mayoría y, para los menores de cuarenta y cincuenta años les haré un listado con las características de cada trabajo. Después de escribir el artículo descubrí con sorpresa que la mayoría de estos trabajos merecen una crónica por si mismos que ya publicaré en próximos días.

El deshollinador: antes de comentar acerca del oficio debo decir que en algún momento de nuestra historia la mayoría de casas tenían estufas de carbón y de leña; mejor dicho, funcionaban con carbón mineral pero cuando no había se les echaban palos y madera. Por supuesto que el humo tenía un escape que consistía en un tubo que salía al exterior en la parte alta de la casa y era llamado chimenea. Claro que este tubo se llenaba de hollín y en algún momento se atascaba y el humo inundaba la casa por lo que era indispensable llamar al deshollinador.

Este era un hombre humilde que siempre estaba negro por el hollín y cargaba un palo largo con unos trapos en la punta para limpiar las chimeneas; en realidad nunca se sabía de que raza era el hombrecito. También usaban unas piedras envueltas en costal y amarradas con un lazo que bajaban por el tubo para limpiarlo. Cuando se terminaron las estufas de esta clase con ellas desaparecieron los deshollinadores.

El zapatero remendón: hoy existen los zapateros y por lo general cobran caro. El remendón era otro pobre que hacía toda clase de milagros con los zapatos en una época que esta prenda pasaba de hermanos mayores a menores y hasta de padres a hijos. El zapatero cambiaba suelas completas, tacones, agrandaba zapatos estrechos y achicaba los grandes para acomodarlos al pie del nuevo dueño.

Existían zapateros con taller propio, por lo general en un garaje o en su casa, pero el remendón iba casa por casa ofreciendo sus servicios y muchas veces no le pagaban en dinero sino con un plato de comida o ropa. En algunas partes aun se ven algunos por las calles ofreciendo sus servicios pero cada día son más escasos.

La lavandera: me refiero a esas señoras que se ganaban la vida lavando ropa ajena, hasta hay canciones viejas en su honor “… sigue lavando lavando, oh lavandera ignorada…” Y estas señoras recogían la ropa de las casas con un listado para no equivocarse y se la llevaban para un rio donde realizaban su labor de rodillas y estregando la ropa con una piedra lisa sobre otra piedra grande y casi plana.

El secado se hacía a pleno sol sobre el pasto o en cuerdas de alambre. Algunas veces en una cerca de alambre de púas y si el viento era fuerte algunas prendas se rasgaban y la pobre mujer debía pagarla. Muchos personas de la historia fueron hijos de esta clase de sufridas mujeres que ya son especie extinguida, por fortuna, y las nuevas lavanderas lo hacen en lavadoras eléctricas o albercas con mayores comodidades y hasta con agua caliente.

El tapagoteras: igual que el deshollinador tenía un trabajo de altura, y no era por la categoría del oficio sino porque ambos laboraban sobre los tejados de las casas. Por el tiempo de su oficio todas las casas tenían tejas de barro cocido, de esas que ahora se ven en las postales de pueblos típicos de Boyacá y otros departamentos, estos tejados con tonos rojizos y hermosos que hoy son orgullo de muchas poblaciones pero que, los que no lo saben, cuando se presenta una hijuemadre gotera es un sufrimiento.

Las casas con este tipo de tejados por lo general están construidas con anchas paredes y cielos rasos.

El soldador de ollas: en un tiempo que las cosas desechables no se conocían, los utensilios de la casa se reparaban y las ollas de la cocina no eran la excepción. Por las calles pasaba un señor con un equipo de soldadura pregonando el arreglo de ollas, calderos, olletas y otras vasijas destinadas a la cocción y preparación de alimentos. Su principal herramienta era un soplete que funcionaba a base de gasolina y unas barras de soldadura. Por lo general estos señores no eran muy pulidos y las ollas quedaban llenas de turupes que daban pena.

La telegrafista: ni modo de explicar cómo era el telégrafo, tan lejano para las nuevas generaciones y que desapareció hace muchos años pero fue la base de las comunicaciones en el mundo, después del correo. Por medio del alfabeto Morse, basado en rayas y puntos, se podía enviar mensajes a kilómetros de distancia con una sola condición: que estos fueran muy breves, hagan de cuenta los primeros que se mandaban por el celular. Un ejemplo de telegrama puede ser: “llego mañana espérenme estación” Además el costo era por palabra y si uno se extendía salía muy caro. Casi siempre eran mujeres las encargadas del telégrafo.

La telefonista: igual que el caso anterior era considerado un oficio femenino. El aparato era una gran caja de madera sobre la pared con una bocina en forma de corneta para hablar y un audífono, también e forma de corneta, para escuchar. Existía solo uno en cada pueblo y comunicarse con otro pueblo era una Odisea. La telefonista pedía línea a no se sabe donde y cuando la comunicaban con el pueblo allí llamaban al solicitado a gritos desde un balcón o si había por ahí un chino desocupado, niño en idioma colombiano, lo mandaban a llamar al interesado.

La mecanógrafa: eran todas las secretarias con habilidad especial para escribir en máquina. Ahora escriben todos en un teclado a velocidades alarmantes sin tener diploma de mecanógrafos.

La taquígrafa: lo mismo que la anterior, era una secretaria con habilidad en taquigrafía; este era un lenguaje escrito basado en líneas que parecían lombrices y significaban palabras. Las señoritas expertas tomaban dictado a muchas palabras por minuto. Ahora se hace con una grabadora.

La planchadora: lo mismo que la lavadora, era una señora muy humilde que regalaba su trabajo en casas de los más pudientes, así no fueran ricos. Las planchas eran unos artefactos enormes que se rellenaban de carbón para calentarlas. Después llegaron las planchas de gasolina que calentaban más rápido y no había riesgo de manchar la ropa con hollín.

Los gitanos: eran grupos nómadas que iban por los pueblos, buscaban un terreno plano y seco donde instalaban sus carpas y salían a recorrer las calles buscando incautos para sus negocios de caballos y burros y soldando utensilios de cocina. Las gitanas, de mala fama, adivinaban la suerte leyendo la mano, el tabaco o las cartas y se las ingeniaban para desocupar el bolsillo de los ingenuos lugareños. Ahora que vivo en Antioquia me viene a la mente que el acento de los gitanos era de esta región.

La de adentro: mucama, sirvienta o como se le quiera denominar era una mujer que entraba a servir en una casa, le asignaban el peor cuarto y tenía que responder por todos los oficios domésticos. En épocas remotas trabajaba por el techo y la comida y la señora, de vez en cuando le regalaba un vestido o zapatos que ya no usaba. En algún bendito año les autorizaron sueldo y salidas los fines de semana y el gremio empezó a mejorar. Con la llegada de las industrias y el comercio a los pueblos el servicio domestico se extinguió como tal y la mayoría de señoras perezosas se jodieron. Todavía existen señoras que realizan estos quehaceres pero se alquilan por días o por horas.

Los circos de pueblo: más que los otros oficios, este de cirquero merece una larga crónica que se leerá en unas semanas.

Edgar Tarazona Angel

http://edgarosiris310.blogspot.com

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