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Las campanas

Por lo general el sacristán era el encargado de tocar las campanas para llamar a los oficios religiosos pero, a veces, por pereza o cansancio, nos dejaba esta labor a los acólitos y eso se volvía un chiste porque nos colgábamos de ese bendito lazo a columpiarnos y reír, de manera que en el pueblo todos se preguntaban que estaba ocurriendo de extraordinario que las campanas repicaban sin cesar. Para oficio de difuntos nunca nos dejaba para evitar estas fiestas infantiles. Quiero explicarles que las cuerdas de las campanas llegaban a la planta baja pero nosotros subíamos hasta la torre del reloj para aturdirnos con el sonido de los bronces y hasta nos asomábamos en la parte más alta por una pequeña abertura. Alguno hasta se arriesgó a salir y caminar por la cornisa. A propósito, Matías Torres, el señor que regaló el reloj para la iglesia era el padre de Rita Torres, la esposa de Justo Pastor Angel, uno de mis tíos abuelos.

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