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Cuando veo aquella  foto del año 1988, sobre mi antiguo aparador, donde me veo un chiquitito apurado por ganar, en una competencia de triciclos del jardín,  triciclo, que paso por 4 generaciones familiares,  simplemente la llamo UN REGALO PARA EL ALMA.

La llamo así, porque tengo la misma sensación de ternura y anhelo, así la vea millones de veces, porque creo que fue el primer regalo que realmente llenó mi vida de una manera ideal.

Lo único que hacia mamá era cambiarle de globitos y ponerle nuevos papelitos de colores que comprábamos en la tienda de la vuelta de mi casa que siempre nos fiaba. Ese trabajo a regañadientes lo hacía junto con mi hermana, que por ese entonces quería ser pintora, he irónicamente termino siendo abogada.

Yo era feliz por esos tiempos, tiempos de jugar, tiempos de explorar y sobre todo tiempos en el que podía soñar y mi imaginación me llevaba a cualquier rincón del mundo y universo que quisiera.

Cuando supe que iba a ver una carrera de triciclos como todos los años, simplemente no pensaba participar. Me daba pavor y creo que hasta ahora, siento esos retortijones estomacales de presión psicológica, pero mi mamá, como siempre, terminó convenciéndome de la forma más vil, ofreciéndome Casinos de Fresa durante toda la semana para mi lonchera (por cierto ahora que estoy grande pienso mandar una queja nacional a la fábrica de galletas Casino, las hacen con menos crema y sin ese toque de canela que le resta puntos).

Yo inocentemente le creí. Nunca ví ninguna Casino, más que la galleta que me compraban una vez por semana y esto porque mi papá lo hacía a escondidas, ya que mi mamá decía que no deberían mandarme golosinas al jardín.

Creo que mi mamá quería que estuviera, porque todos los que vivían por mi cuadra y los que no vivían, iban a asistir, y decía ¿Cómo, no vas a participar papito?, nono ¡No te hagas de rogar Segundito!

Con esa astucia que solo los padres tienen para lograr disuadir tus miedos globales, termine participando.

Ni siquiera pensaba en los días previos, en la carrera, pero conforme se iba acercando la fecha, un compañerito como solía decir mi abuela a mis compañeros de salón, mientras armábamos un rompecabezas, me pregunto si participaría, y yo le dije que no sabía.

Entonces me respondió: Bueno claro, también que con ese triciclo viejo, deberías decirle a tu papá que te compre otro…

No dije nada, pero lo quería asesinar literalmente.

Llegue a mi casa y dije que no quería participar y mi papá dijo pero ah ver: ¿Cuál es el problema? El problema, dije: ¡Que no pienso salirrrrrrrr con ese triciclooooooo, voy a hacer el hazmerreír de todos!

Mi papá por su puesto siempre positivo decía, pero: ¿qué hay de malo en tu triciclo?, cuando eras mas chiquito te gustaba, yo decía ¡cuandooooo era chiquitoooo! (como si fuera un grandote en ese momento).

Me cerré en mis pensamientos, pensé en esconderme el día de la carrera, pero mis opciones eran pocas, me encontrarían igual, ah no ser que obtuviera un buen escondite, pero igual el castigo iba a ser peor, juro que busque todas las opciones posibles, me hice el enfermo días previos, me pusieron un supositorio de Antalgina, y asunto arreglado; intente poner mi cara de melancolía y de por favor, pero nada, nada resulto.

Llego el día de la carrera al menos recuerdo que antes de participar me vi un montón de capítulos de Meteoro, bueno era lo más parecido que encontré en cuestión de carreras, veía su Max 5 y alucinaba que mi triciclo era lo mismo, pero era un poco difícil de creer que tenía la mas mínima esperanza de ganar.

La pista de la calle París, que era donde quedaba mi jardín “La casa de los muñecos”, que quedaba a 2 minutos de mi casa, estaba llena de padres de familia, de chiquitos que corrían , otros que lloraban, y yo decía ¡por favor trágame tierra!

Para colmo, llegó el “compañerito” que había menospreciado mi reliquia familiar, y encima lo colocaron a mi lado en la línea de salida.

Mi hermano mayor que había ido a la carrera me susurro al oído: Cuando vayas a salir, te empujaré porque así se acostumbra y tú pedaleas lo más rápido posible. Y yo dije: Está bien.

Pero decía: Dios, haz que no se salga una llanta, oh alguna cosa así.

Luego ví como el otro chiquito colocaba su reluciente y nuevo triciclo el cual solía cambiar cada año, siempre participaba en las carreras, no recuerdo si alguna vez la ganó, pero al menos mi meta era que quedara último y aunque sea yo penúltimo.

Me había puesto mi gorrita de la suerte, la de batalla, una amarillo patito con un arcoiris que me la habían mandado de USA unos tíos lejanos, con mi casaca del jardín y mis gastadas zapatillas pero igual muy cómodas, era momento de iniciar.

Lo único que recuerdo, para ser sincero, fue que tocaron el pito, y mi hermano me empujó, entonces al ver esto el papá del chiquito odioso también lo empujo pero la diferencia es que el muy tonto, no pedaleo se quedo allí, yo pedaleé tan fuerte y tan rápido que cerré mis ojos y escuchaba solo ¡VAMOS, VAMOS ,SIGUE , SIGUE!….Y cuando me di cuenta ya había llegado a la meta, y había dejado al segundo lugar lejos…Mi papá había estado alentándome desde un árbol que si son observadores en la foto, se ve un señor de casaca jean gritando y animándome fervientemente.

Corrió, me abrazó y alzó, me dijo ¡BUENAAAAAAAAAA CHECHEEEEEEE! que así me decía de pequeño, también corrieron mi hermano y mi mamá, para celebrar mi triunfo.

Yo no podía creerlo, estaba todavía con la adrenalina en la sangre, pensando y tomando conciencia de que había pasado, y ya después cuando vino la directora del jardín y me dijo: Toma tu premio, recién entendí lo que sucedía.

Me dió una cajita envuelta en papel de regalo, que cuando nadie se dio cuenta, corrí a abrir en secreto… era un carrito de plástico, con sus ruedas sujetas por un alambre, como los que hacían antes, era precioso ante mis ojos, pero luego mi mirada se desvió hacia el pionero de la victoria, aquel triciclo, por el que no había dado nada.

Hace poco, mis hermanos quisieron vender ese triciclo, y no lo permití, porque prometí mostrárselo un día a mis hijos.

Esta mas viejito, incluso puede que quite espacio, pero yo me rehúso ah hacerlo, para mí es un símbolo, un símbolo de cariño, de fuerza, de recuerdos amados de mi niñez, y sobre todo de recordar a ese MI REGALO PARA EL ALMA, porque aún con sus achacadas ruedas y los stickers de Súper Campeones, pegados encima; sigue teniendo la magia de hacerme encontrar conmigo mismo, de hacerme sentir un niño de nuevo, de trasladarme a un mundo donde los pensamientos y los sentimientos son simplemente perfectos.

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