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(Un cuento para Annie)

La brisa se va volviendo viento mientras el sol se desliza poco a poco hacia el horizonte mientras va cambiando sus galas coloridas y se viste de lentejuelas para iluminar el cielo de múltiples colores en su despedida del día.

Annie está allí, sentada en la playa, con las piernas encogidas hacia el pecho, los brazos rodeándolas y el mentón sobre las rodillas. Le gusta ver ese espectáculo que despide y recibe, pues mientras el sol se va yendo hacia la noche, el cielo se engalana de colores difusos mientras la oscuridad va ganando terreno y el cielo va llenándose de luminosos puntos brillantes que son las finales lentejuelas nocturnas del traje de fiesta que viene después.

El atardecer..., como final de una jornada, como principio de la reflexión, como instante preciso donde cambia el sentido que activa la vida hacia el otro que la hace analizarla.

Annie por ahora no piensa en nada, solo siente el viento que antes fuera brisa y que le desordena los cabellos, siente la caricia etérea de ese amigo que la acompaña ahora con más asiduidad que antes.

Mira el mar y los reflejos juguetones de la luz que bailan entre los pliegues de las olas diminutas que bañan la playa, esa playa de arenas aun tibias y que le acarician suave y sutilmente la planta de sus descalzos pies.

Entre los rayos que recibe y los reflejos que dibuja el mar, los ojos de Annie van perdiendo de vista los contornos de las cosas que la rodean; la playa, el mar, el horizonte y el mismo cielo y sus astros, son poco a poco un componente más de una pintura impresionista y de contornos fundidos entre si que se le introducen en el alma por las fosas nasales y gracias al viento.

Respira lo que la rodea, totalmente, lo siente todo dentro suyo y ella forma parte de ese todo, se siente dentro y fuera de si misma. Un rayo naranja y escarlata la saluda por el rabillo del ojo y ella lo atrapa por allí mismo y lo deja dentro suyo.

El atardecer la aturde y la subyuga, se siente dueña de todo lo que la rodea porque todo está dentro de ella, pero se siente presa del atardecer que le despierta los recuerdos y que la rodea, dentro y fuera, fuera y dentro.

Recuerdos..., que de pronto parecen ser de otra persona, alguien a quien durante un tiempo ella alquiló su cuerpo y que ahora que está volviendo a posicionarse de el y vivir nuevamente, siente que debe de irse de una vez y dejarla allí tranquila y libre.

Aquella otra Annie vuelve a veces, especialmente en el atardecer, cuando las dimensiones de la realidad y el instante solo son fantasía, allí se juntan a hablar las dos Annies que fueron dueñas de aquel vehículo que ha transportado sus almas por estos caminos de Dios desembocando juntas como río en el mar.

El color malva del atardecer cubre completamente a la Annie sentada en la playa, el viento arremolina mas sus cabellos, la arena viaja por el aire y se deposita en todo el cuerpo de Annie, poco a poco, lentamente, sin prisas, sin temores, la arena va cubriendo grano a grano cada rastro de Annie...

¡Annie!, vamos, ¡despierta!, ¡regresa!, ¡te espera tu historia!, aquella que vives y aquella que escribes.

¡Annie de la playa!, ¡deja marcharse a la Annie del pasado!, basta ya de recriminarla, ella ya vivió, tu comienzas a vivir, de otra forma, de otro modo, tu cuerpo inmóvil que la arena cubre aun quiere a la Annie del pasado porque recién está descubriendo a la Annie de la playa, la que funde el cielo, el mar y el horizonte en una sola pintura y que la guarda en el lienzo de sus ojos y su alma.

¡Annie!, el atardecer ya se va, sus últimos rayos te buscan y no te reconocen, desde el sol solo se ve la playa, la arena, esa arena que te cubre y te oculta y te mimetiza.

¡Annie!, ven, levántate, y disfruta de los últimos rayos violetas, naranjas y malvas que tiene el atardecer para ti, ¡ven!, ¡Annie de la playa!, ¡ven!...

El viento que fue brisa se ha detenido, ya no vuela la arena, ya no lo necesita, Annie está cubierta por la fina arena y por la Annie que quiere regresar desde atrás en el tiempo, aquella que quiere regresar con su carga de cadenas y recuerdos.

Un rastro de arena rueda por el montículo que oculta a Annie de la playa, algo dentro suyo se rebela y cae lentamente la arena por los derredores. Los dedos de Annie se mueven y aparecen por sobre la arena, una mano se levanta y la muestra al sol que se despide..., vuelve la brisa, vuelve a hacerse viento y la arena vuelve a volar en el aire. El otro brazo de Annie que se libera y el viento ha traído nuevamente los cabellos de Annie a la libertad. La arena la deja mucho más rápido ahora que cuando vino.

Los ojos de Annie se abren y ven el sol perdido en el horizonte, el sol que muere en la noche, el día que se despide, el atardecer que la llama. Se incorpora y el viento la saluda otra vez y el mar baila entre reflejos del final del día.

El sol la ha distinguido otra vez, allí sobre la playa, tan firme y tan libre como la ha visto convertirse en este tiempo que la ha conocido. La arena tarda más en cubrirla ahora que en los primeros días, la cubre durante menos tiempo que antes y el viento es más poderoso que en un principio, la arena está perdiendo cada vez más rápidamente la batalla.

"Hasta mañana", le susurra el sol a Annie y le acaricia las mejillas con un último reflejo.

Annie siente el súbito calor en esa fracción de segundo que el sol se posado en ella.

Sus ojos cobran vida de nuevo, ha ganado esta batalla, mucho más rápido que antes, y se da cuenta que la guerra acabará pronto.

Annie, la del pasado, ya pronto no regresará con su carga de dolores anteriores, la siente más débil cada vez que se sienta en la playa a mirar el atardecer y cuando desde un recuerdo se aparece.

El viento se ha hecho brisa nuevamente, Annie camina por la playa con los últimos reflejos de luz, se siente libre y su mente está clara, la lucha la ha fortalecido.

"Hay una historia que terminar", piensa, y se dedica a vivir...

FIN

 

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