- No lo creo así. Se reformará. Además, Diana se sentirá muy complacida con esta acción. Ella siempre ha sido partidaria de dar una segunda oportunidad a las personas.
Alejandro calló, pero en algún lugar, muy dentro de sí, coincidió con el pensamiento de su amigo. Siguieron caminando, buscando a su Quijote. Caminaron durante mucho tiempo, sin encontrar lo que buscaban. Estaban a la altura de la calle 45 con carrera séptima, cuando un joven, todo greñudo, con una mochila colgada del hombro enredada con lo hilos que salían de su pantalón, se acercó a pedirles "una monedita". Alejandro puso cara de puño y con un movimiento de cabeza le negó la petición a ese joven. Juan Carlos, rebuscó en su pantalón y sacando lo mil pesos destinados para el autobús, los entregó con gesto generoso.
- Gracias, hermano. Que Dios se lo pague, hombre.
Alejandro de nuevo miró con malos ojos a su amigo. Sabía que esos mil pesos eran para su pasaje.