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 Hace ya unos dos años les conté sobre los amoríos de nuestro padre Zeus, el Don Juan número uno del Olimpo y sus amores de afán con Dánae. Ahora regreso a esta hermosa mujer pero para relatar completo el chisme y sus consecuencias, porque no crean que como era el dios mayor de todos los dioses del Olimpo no se metía en unos líos como los muchachos de hoy en día que embarazan a la novia y se desaparecen; la historia es como sigue con pelos y señales:

En Argos reinaba Acrisio y tenía una sola hija que era Dánae pero, se moría de las ganas de tener un hijo varón y trasnochaba a darle al asunto a ver si le cuajaba el asunto y nada. Como todos los griegos cuando tenían una duda, se fue de viaje donde el oráculo a que le resolviera el problema y este le dijo, palabras más, palabras menos: mire mi rey, no se desgaste más con la idea de un hijo varón… y le digo que su hija Dánae si va a parir un muchachote muy importante pero lo malo es que ese mismo te va a dar matarile.

Acrisio no era ningún pendejo miedoso y pensó que mamola, si mi hija queda preñada ese culicagado no nace ni puel pu. Bueno, además la nena era soltera y el rey, para evitarle malos pensamientos y deseos llamó a su arquitecto y le ordenó construir una pieza bien escondida y forrada en bronce para que no la encontrara ninguno de los pretendientes. Para entrarle la comida dejaron un hueco donde solo cabían los platos y para la ventilación otro hueco en el techo protegido por una malla. Pues lo que debe ser ocurre por encima de todo y un día que Zeus revoloteaba por encima de este planeta, por pura casualidad, al mirar hacia abajo por el huequito del techo, vio esa cosota dormida y se le alborotaron las ganas.

Recuerden que era un dios y tenía muchos poderes como los súper héroes de ahora. Pues el bendito se convirtió en lluvia de oro, se coló por entre la malla y le cayó encima a Dánae y como se dice, tome pa que lleve. El oro es un imán para todas las mujeres y si viene en polvo mejor de lo mejor. En conclusión, con ese polvo la muchacha quedó embarazada, y  a los nueve meses llegó al mundo un tremendo bebé grande y alentado que chillaba como una sirena de ambulancia; eso alertó a su abuelo Acrisio que bajó a ver cómo era la vaina y le pegó tremenda  vaciada a la pobre muchacha que solo pudo defenderse diciendo que el niño era hijo de Zeus.

¡Qué Zeus ni que hijuepu..! Dijo el rey. Así sea cierto te jodiste mija porque ese niño no debe criarse. Así que mandó hacer un cajón bien grande donde cabían su hija y su nieto; lo mando forrar bien bonito por dentro y mandó que lo equiparan con comida y bebida para varios días y lo mandó echar al mar. Recuerden que el oráculo le predijo que su nieto lo mataría tarde que temprano. Lo cierto es que el cajón flotó muchos días a la deriva y no se ahogaron porque si hubiera sido así se acababa la historia de Perseo, uno de los semidioses más famosos y del cual les contaré el próximo capítulo.

 

Edgar Tarazona Angel

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