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Era una tarde de lluvia y Ricardo, el papá de Gustavo, estaba sentado en la mesa preparándose una taza de té. A diferencia de Carlos que estaba tomando su respectiva siesta. Después del tercer sorbo, se escuchó el timbre y la mirada no tan indiferente de Ricardo se dirigió sorprendida hacia la puerta.

“Pero quién será a la hora de la siesta y con esta lluvia”, pensó Ricardo mientras se incorporaba dejando atrás su té. Miró por el agujero de la puerta y vio perfecto el rostro de Gustavo, su único hijo. Se alegró mucho y con un movimiento automático abrió la puerta.

–¡Mira lo grande que estás! –Exclamó el papá de Gustavo al verlo en el umbral de la entrada–. Y vienes bien acompañado –dijo esto último intercambiando la mirada entre su único hijo y la chica que lo acompañaba.

–Siempre me recuerdas lo grande que estoy papá. Y ella es mi novia, su nombre es Sofía –dijo el  muchacho sonriendo.

Sofía también sonrió ampliamente y se lanzó a los brazos del suegro dándole un beso tierno en la mejilla arrugada y brindándole un abrazo emotivo; un abrazo que sin lugar a duda demostraba ternura y agradecimiento.

–Gustavo me ha hablado mucho de usted… de ustedes –dijo Sofía mientras se separaba del suegro–. La verdad es que tenía muchas ganas de conocerlos. Y además ya era hora de que me presente oficialmente. Veo que es sorpresa que Gustavo venga con una chica –dijo esto último con una sonrisa.

–Sorpresa… sorpresa no es. Porque desde muy pequeño este muchacho ha sido un galán –dijo Ricardo con una pizca irónica–. Pero no te preocupes mi amor, es muy buen indicio que te haya traído a presentarnos. Mi hijo ya es todo un adulto responsable y se lo ve muy feliz contigo…

–…Además eso de presentaciones oficiales quedaron para el siglo pasado –interrumpió Gustavo un poco sonrojado¬–. Por cierto, dónde está Carlos –terminó preguntando mientras se dirigía a la sala de estar haciéndole gestos a Sofía para que lo siguiese.

–Carlos está tomando una siesta. Cada vez más está padeciendo de vejez –respondió sonriendo el papa de Gustavo–. Pero en media hora lo iré a despertar.

 

   Una vez sentados en la mesa, Ricardo les ofreció sendas tazas de té. Gustavo y Sofía aceptaron alegres. Y mientras se preparaban el té, Ricardo dirigió toda su atención hacia Sofía, preguntándole que cómo conoció a su hijo. Sofía en su momento era la mujer más feliz; finalmente tuvo la oportunidad de conocer al padre del hombre más extraordinario que había conocido.

Esperó varios segundos perdida en la admiración que sentía hacia el padre de Gustavo, una admiración que se podía apreciar en el brillo de sus ojos. Sonrió, parpadeó y finalmente respondió.

–Nos conocimos en la universidad hace un poco más de tres años. Fue amor a primera vista, lo vi bajando por las escaleras, pero cuando me habló, supe que era él. Supe que era el hombre con quién quería estar el resto de mis días–. Dijo esto último sonriendo ampliamente con un gesto de fascinación.

–En el amor a mi me pasó lo mismo –mencionó Ricardo–. El amor a primera vista es tan hermoso y emotivo, pero cuando lo vives te das cuenta de verdad sobre ese significado tan especial que lleva consigo; el hecho de enamorarse.

>>Pero a diferencia de ustedes, el amor que yo sentía… simplemente no podía ser aceptado en la sociedad de ese tiempo. Luchamos tanto y llegó un momento que toda la lucha valió la pena. Mucho después, llegó Gustavo a nuestras vidas y desde el primer momento en que lo vimos, un bebe hermoso, nos cautivo con sus pequeños gestos y sonrisas. Siempre estuvimos atentos que no le falte nada, pero lo más importe fue enseñarle que nunca permita que alguien frustre sus anhelos. Estuvimos atentos a siempre enseñarle que viva de la forma más honesta posible. Y que luche por lo que él consideré que sea lo correcto, aunque se demore toda la vida luchando, al final del día todo valdrá la pena. Siempre valdrá la pena.

 

Una lágrima rodaba por la mejilla de Sofía mientras Gustavo la abrazaba. Ricardo también se había emocionado por sus propias palabras, y se podía apreciar en sus ojos muchos años de lucha y nobleza. Muchos años de discriminación y admiración. Muchos años de amor verdadero y amor puro.

La conversación emotiva fue interrumpida por la irrupción de Carlos. Carlos era un anciano que aparentaba la misma edad de Gustavo. Todos se alegraron al verlo. Ricardo se incorporó para saludarlo con un abrazo.

Sofía lo siguió imitando el gesto y se presentó al anciano diciéndole que era la novia de su hijo. Carlos se alegró mucho y los felicitó porque desde ya se veían muy felices e irradiaban amor.

 

Finalmente Carlos se acercó a Gustavo para saludarlo con un beso en la boca.

–Ellos son mis padres, mis dos papás. Y siempre cuidaron en criarme de la mejor forma posible. Hoy estoy orgulloso de ellos, y espero que ellos de mí –dijo Ricardo después de un suspiro largo.

Mientras que Sofía no cabía en sí de tanta felicidad y admiración hacia la familia de tres hombres. Una admiración que sentía profundamente y se podía apreciar en el brillo de sus ojos.

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