Identificarse Registrar

Identificarse

Seguida por una muchedumbre enardecida, la muchacha corría por la calle de los suspiros tratando de poner distancia. Detrás venían sus inquisidores cargando antorchas y palos y vociferando insultos de toda índole a la infortunada.

Dona Inés veía la escena desde su balcón y no podía evitar sentir tristeza por la inminente realidad de aquella desdichada.

Eran los días en que despertar cualquier sospecha de actividades anti-católicas, significaba ser acusado de brujería.

Sara era una persona extraña, solitaria y de mal carácter, y desde la muerte de su adorada madre, no hacia sino trabajar como lavandera y pasar largas jornadas en el bosque, haciendo quien sabe que.

Pero lo que decididamente despertó la atención del pueblo, fue el hallazgo del hijo de Don Sebastian Iriarte horriblemente mutilado en un callejón de las afueras de la colonia, en un viernes por la noche.

El chiquillo había salido por la mañana desde su casa rumbo al convento, donde recibía educación de los padres franciscanos, pero nunca llego a destino. Para el mediodía ya se había dado la alerta y la mitad del pueblo lo buscaba sin dejar casa sin registrar. Para algún observador de la comunidad no hubo duda alguna, que la inexplicable desaparición y posterior muerte del infante, no eran sino el producto de una obra macabra y enfermiza.

Una cosa fue llevando a otra y cada eslabón de aquella cadena de coincidencias que se iban tejiendo en las mentes de los vecinos, no hacia más que agregar motivos para pensar fantasiosamente, en un rito diabólico.

Fue el propio padre de la victima quien entre llanto y consternación por tan fatal perdida, grito a todo pulmón su furiosa convicción de encontrar al culpable de tan tremenda tragedia. Y los dedos del pueblo apuntaron a Sara, la antisocial, la rara, la que deambulaba por el bosque tal vez buscando hierbas para sus conjuros.

La acusaron públicamente y sin más ni más, dictaron la cruel sentencia de quemarla en la plaza central. El párroco envió un informe directo a Torquemada, muy probablemente con mas intención de congraciarse ante El, que con la misión de mantener un orden eclesiástico.

Volvía la susodicha de su diario paseo, cuando alguien dio la voz de alerta y rápidamente llegaron varias docenas de parroquianos armados de antorchas y palos. Ella hecho a correr, y su silueta delgada y de débil apariencia, semejaba un fantasma con su vestido de lino blanco sucio por el barro que le salpicaba en cada charco frío que sus asustados pies trataron en vano de esquivar. Y siguió corriendo por la calle empedrada sin mirar hacia atrás, cual culpable que se sabe descubierto. De pronto una puerta se abrió, una esperanza, una posible salvación, era Dona Inés, quien se apiado y dio refugio a Sara. La acción de entrar a la casa y cerrar la puerta tras de si fue tan rápida y atinada, que la gente no se percato de lo ocurrido y creyó que la mujer simplemente se había desvanecido, lo que hizo que mas de uno sintiera un escalofrío pasando a través de su espalda. Ya no cabía la menor duda, una hereje capaz de hacer maleficios, de matar inocentes criaturas para complacer a Satanás, era capaz de evaporarse ante la mirada perpleja de la gente y mucho mas. Que Dios nos ampare y proteja nuestra comunidad!

Mientras tanto, dentro de su casa, Dona Inés hizo sentar en una silla de su sala a Sara y trajo un vaso con agua a la joven. Esta la miraba sin decir palabra y sus ojos, de un color negro y profundamente inusual, semejaban los de alguien que esta muy cerca del umbral de la muerte. No sabia si confiar en la distinguida dama o no. Busco en un bolsillo oculto de su desalineada falda y saco un pequeño ramillete de hierbas con aroma parecido al cedrón, luego se lo dio a su salvadora sin decir palabra y, agachando la cabeza, comenzó a pronunciar un extraño rezo.

Dona Inés se dirigió a la despensa y regreso con una soga. Luego se paro detrás de Sara y hábilmente dio varias vueltas a la misma amarrándola firmemente a la silla.

-Que rezas muchacha?

-Que es esta hierba?

-Sabes que la gente del pueblo te tiene miedo?

-Yo no…

Sara estaba confundida, asustada a más no poder, pero decidida a no darse por vencida.

Entonces Dona Inés trajo un enorme libro de tapas oscuras y pesadas y lo abrió sobre la mesa frente a Sara.

-Señora, me va usted a leer los salmos como mi madre solía hacerlo?- Pregunto la joven.

Entonces Dona Inés hecho a reír a carcajadas y, mientras ponía a hervir una olla de dimensiones colosales afirmo:

-Claro que no, muchacha ingenua, solo te pondré a cocinar junto a los ojos del hijo de Don Sebastian, hojas de ruda macho, quinina y algunas delicias mas….         

Por favor comparta este artículo:
Pin It

 

email

¿Quiere compartir sus eventos, noticias, lanzamientos, concursos?

¿Quiere publicitar sus escritos?

¿Tiene sugerencias?

¡Escríbanos!

O envíe su mensaje por Facebook.

Están en línea

Hay 442 invitados y ningún miembro en línea

Concursos

Sin eventos

Eventos

Sin eventos
Volver