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Era una mañana como cualquier otra en el colegio municipal. Alex había llegado más temprano que de costumbre por ello no le pareció mala idea dejar sus cosas en su carpeta e irse a conversar con Leslie, al otro extremo del salón. Se sentó a su lado y le dijo:

-        Hola, loquita.

-        Hola, loquito. – respondió ella. Veo que madrugaste…

-        Sí. Es que ayer no tuve que vigilar tu casa.

-        Ja, ja, ja –se rió. Te pasas ¿no? …

Ambos sonrieron y siguieron hablando. Leslie y Alex eran amigos desde muy pequeños, desde la vez aquella cuando sus madres los presentaron en el parque de su barrio.

Alex contaba sus últimas aventuras y ella le escuchaba atenta como si la vida de su mejor amigo fuera la más importante problemática del mundo. Estaban conversando alegremente, cuando la actitud del joven cambió. Su mirada se transformó como de hipnotizado y su rostro empezó a sudar, le era imposible mantener el hilo de la conversación y dejó de atender a Leslie. Y como si temiera lo peor, comenzó a temblar.

Leslie giró la cabeza y haciendo caso a su instinto comprendió el porqué: en la puerta del salón se hallaba Daniela, la chica más popular del segundo año. Leslie sonrió.

-        Disculpa, estas sentado en mi lugar preferido. – dijo sonriendo Daniela

-        ¿Ah? Sí, yo…. – dijo Alex ruborizado.

Daniela notó aquel rubor y supo el significado, pues las mujeres tienen aquel sexto sentido tan especial, pero no le dio importancia. Acercó su cabeza hasta la de Alex y con una sonrisa le repitió que ese era su lugar. Ante esto, el muchacho sintió desfallecer, como si perdiera todas las energías. Leslie que lo miraba fijamente, supo que debía salvar a su amigo…

-        ¿Aleko, no me ibas a prestar tu cuaderno de mate?

-        Yo... este… sí pues. – dijo él

-        Entonces vamos. – dijo y ella y lo tomó del brazo.

Ya lejos, en su sitio, Alex dio un suspiro. Al levantar la mirada vio a Leslie, que le sonreía mientras lo miraba con curiosidad.

-        ¿Por qué no me dijiste que te gustaba Daniela? – le dijo

-        ¿Cómo lo sabes, oye? – respondió

-        Te delatas tú solo.

-        Me siento el muchacho más ridículo del salón… ¿crees qué se haya dado cuenta?

-        Oye. – dijo Leslie radicalmente- ella ni te miró y ni te mira.

La conversación fue cortada por la llegada del profesor. Después de saludar dijo:

-        Bien, chicos, hoy tomaré la prueba oral de la que hablé la clase anterior.

-        Aliaga, Alcántara… a la pizarra. – añadió

Los dos alumnos citados salieron y caminaron hasta esa verde guillotina, aliada de los fuertes y verduga de los débiles. Al ver esto, Alex empezó a temblar, y no precisamente por el ejercicio que iba a desarrollar: Después de unos números más él y Daniela serían llamados al frente, ya que eran consecutivos en la lista.

Los alumnos salían de dos en dos hasta aquel humilladero. A veces la vida les era perdonada mas, otras veces, eran segados por sus propios nervios. Pero la intención del profesor no era condenarlos; sólo quería deleitarse con la falta de seguridad de sus pupilos.

Llegó el turno de Alex. Se iba preparando ya, pues más que el temor a no saber la respuesta del ejercicio, le preocupaba estar al lado de Daniela y que ella note lo que llevaba en su interior. Y sonó la condena:

-        Chávez, Dávalos… - dijo el profesor

Los dos chicos salieron hacia el frente. Daniela primero,  altanera; y detrás Alex, cabizbajo. El ejercicio estaba puesto. Su mano temblaba y su rostro estaba más rojo que un tomate. Mediante señas una de las amigas de Daniela, le hizo ver el rostro del su compañero de pizarra. Ella, confirmó sus sospechas, y satisfecha, empezó a vacilarlo.

 -        Alexito, dime la respuesta porque yo no sé.

-        Ah...  este... espera, espera –dijo el chico. Y se acercó hacia ella dejando de lado su ejercicio.

-        ¿Uy, crees que me jalen? –le pregunto sonriendo Daniela

-        No. Espera. – le dijo, colorado, sin poder mirarla a los ojos.

Le dio la respuesta a su ejercicio. Daniela entonces se volvió al profesor y le dijo que ya había terminado. El docente, levantándose de su asiento, se acercó, colocó el check de aprobación y luego regresó donde Alex que no había hecho nada. En tono de burla le dijo:

-        ¿Y usted? No ha hecho nada... ¿No sabe acaso? ¿O ha estado mirando a su compañera todo el tiempo?

En ese instante todo el salón comenzó a hacer el aullido típico. “Auuuuuuu, auuuuuu”. Leslie miraba, encolerizada, como ridiculizaban a su amigo.

Daniela, para incrementar la burla, tomó la mano de Alex (este se puso más colorado de lo que estaba) y le quitó la tiza. Fue hasta su ejercicio y colocó la respuesta. El profesor los envió a sus lugares, callando al resto del salón con un grito. Leslie no dejaba de mirar a Daniela, increpándole con los ojos su actitud.

La siguiente semana, durante el recreo, Alex se acercó hasta la carpeta de su amiga y la jaló del brazo. Ella puso una suave resistencia.

-        Ven. – le dijo

-        No entiendo.

-        Tú nomás sígueme.

No imaginaba lo que su amigo iba decirle. Luego que el salón se vació, Alejandro dijo:

-        Tienes que ser mi enamorada.

Se quedó muda. Un pequeño rubor despertaba de su rostro, pero fue cuando él añadió:

-        Es solo de farsa, por si acaso. Tienes que ayudarme, loquita, por favor. Pienso que si le doy celos a Daniela, talvez ella me prestará atención.

-        Yo... no puedo hacer eso – dijo Leslie intentando liberarse de tal compromiso.

-        Por favor, somos amigos por sobre todas las cosas. Nos conocemos desde que éramos niñitos.

-        No puedo, no sé fingir... – se excusaba Leslie

-        Si podrás, sólo sígueme. Verás a la salida...

Sonó el timbre entonces, dando fin al recreo. Durante las siguientes clases, Leslie no prestó atención. Sólo pensaba y pensaba, ¿acaso estaba enamorada, en lo profundo se su ser, de su amigo de toda la vida? ¿Se había despertado ese sentimiento?

Alex esperaba impaciente la salida. Hasta que llegó. Mientras todos salían del salón, se acercó hasta su amiga y la tomó de la mano, guiñándole a la vez el ojo. Ella sonrió y obedientemente, se dejo llevar por él.

Ya afuera, Alex buscó con la mirada a Daniela. Al verlo ella, sonrió y comenzó a acomodarse el pelo. Antes de que el rubor domine su rostro, avanzó con su amiga.

-        Actúa natural, loquita. Y al pasar delante de ella, inclina tu cabeza en mi hombro – le dijo.

Ella no dijo nada. Y mientras Daniela los miraba, de repente, Alex se acercó hasta su amiga y, acariciando sus cabellos de miel, la besó en los labios. La niña sintió una fuerza extraña que la impulsó a corresponder el gesto; y al terminar, quedó flotando en un éxtasis total. Desapareciendo del contexto urbano, comenzó a volar en sus propias estrellas: imaginarse en los brazos de Alex y pensar en aquel improvisado beso de quién había sido su compañero desde la infancia, despertaron sus ganas de convertirse en mujer. Pasaron cerca de Daniela.

-        Hasta mañana, Alejandro –dijo Daniela maliciosamente.

-        Ah... si, chao. –dijo indiferentemente el admirador

Eso mortificó a la muchacha. Y el verlo de la mano con la chica menos popular de la clase, la hizo refunfuñar por dentro.

Los meses siguientes, Leslie y Alex paseaban por el colegio, y por todo lugar, como si fuesen una pareja de enamorados. En el salón todos los veían como la pareja más estable y hasta apostaban que llegarían así hasta dejar el colegio.

Daniela empezó acercarse a Alex. Lo llamaba dentro y fuera de clase. Lo invitaba a las conversaciones con sus amigas, lo abrazaba y saludaba con beso; y de vez en cuando le preguntaba acerca de Leslie y su relación.

Él ya no se ruborizaba más delante de ella. Presentía que su plan tendría éxito. Y preparando la estocada final, le dijo a Leslie:

-        Amiga, debo darte las gracias infinitamente...

-        ¿Por qué? No entiendo… –dijo ella

-        Gracias a ti, Daniela ya me mira. Hoy voy a declararle lo que siento. También, hoy creo que no nos iremos juntos como siempre.

Esto último de verdad causó un congelamiento de sus emociones. Había conocido a un diferente Alex y se había enamorado de él; pero más que eso, el juego, la había hecho conocer a una Leslie distinta. Y le gustaba. Pero ahora tenía que dejarlo que partir, sabiendo muy bien que Daniela no le daba ni una gota de aprecio, ni mucho menos de afecto. Pero se quedó callada, la felicidad de su amigo, aunque sea efímera, significaba mucho. Si algún día terminaba, ella estaría allí para acompañarlo como siempre.

Alex y Leslie se despidieron. El muchacho enseguida echó a correr. Daniela lo estaba esperando en una banquita del parque, frente al colegio. Leslie avanzó hasta el paradero, con una lagrimita en su interior.

La chica tomó el microbús y se sentó cerca de la ventana. Contemplaba el exterior cuando, al momento, vio a su amigo Alex besándose con Daniela. Él con los ojos cerrados y la misma expresión que tuvo cuando la besó, Daniela con los ojos abiertos. Su rival lo había conseguido: una vez más se alzo como la irresistible muchacha que consigue todo lo que desea, Alex había sido sedado por su veneno y tardaría mucho en despertar, los paseos de él y ella habían llegado a su fin, su juguetón enamoramiento había terminado.

Deseaba con todas sus fuerzas que no hubiera sido así, se había enamorado tanto, que el hecho de estar sola de nuevo la sumió en la más profunda pena. Mientras el microbús se alejaba, Leslie miraba por la ventana a los dos de la mano caminando. Ya no quiso ver más.

Se volvió hacia el interior del vehículo y escuchó una balada que allí la acompañaba. Mirando el cielo rojizo del atardecer, lanzó un lúgubre suspiro, la última expiración de su primer amor, que rebotó como eco en las vacías paredes del repleto carro. Una lágrima deslizaba por su mejilla, afuera oscurecía.

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