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Aconteció que un día mientras, acostado en mi cama, me preparaba para dormir; un fugaz rayo me atacó cerca de la cabeza y en un instante entré en un estado de trance. De pronto, me vi flotando en un espacio negro y cada vez más acercándome hacia una esfera verde, en la cual estaba mi reflejo. Era el interior de mi ser, no la verdad absoluta, pero sí mi verdad interior. Mientras me acercaba mi propia voz me preguntó:

-         He notado cambios en nosotros últimamente ¿Qué está pasando?

-         Es confuso de explicar –dije-. Necesito de tu ayuda, ayúdame a ordenar mis ideas y tal vez los dos podremos vivir mejor.

-         Hablemos del problema... es acerca de la universidad ¿verdad?

-         Precisamente. No es la agitación de la carrera, ni la timidez para desenvolverme, es nuestra facilidad para ser engañados...

-         No entiendo –añadí- como puede existir en ese mundo todo tipo de gente, de diferentes ideologías y diferentes formas de ver la vida. Pero más que eso, me afecta...

-         Las diferentes formas con que ven la amistad.

-         ¿Siempre es así?

A medida que se desenvolvía nuestra conversación, iba acercándome más a ese globo verde. Repentinamente unos ojos oscuros se abrieron delante de mí; muy similar a los míos, era como si yo mismo me estuviera mirando. Y así era, puesto que a donde mi vista giraba los ojos también. Pero luego se detuvieron y me miraron fijamente.

-         La universidad y cualquier otro nuevo mundo no siempre son así – me dijo

-         Es cuestión de dónde y cómo caes – añadió

 Me quedé en silencio un instante. No entendía esa frase al principio, pero luego toda la explicación empezó a llegar a mi mente. “Es cuestión de dónde y cómo caes” viene a ser algo así como “depende del destino”. Tuve la buena suerte de caer en un colegio donde encontré siete seres afines, cuyas ideas son similares, aunque no idénticas,- a las mías. Seres, cuya forma de descubrir la vida es parecida; y, lo más importante, seres que otorgan un valor real a la amistad, cada uno en diferentes grados pero todos le dan un sentimiento interno al fin. Descubriendo lo que pensaba, mi otro yo me dijo:

-         Ya te diste cuenta.

-         Luego ustedes se separaron, porque dejaron el colegio... – agregó- ¿qué pasó? 

-         Cada uno partió a diferentes universidades

-         ¿Y cómo la pasa cada uno?

-         No lo sé. Uno de ellos viajó hasta otra ciudad y aunque nos visita de vez en cuando, ha perdido casi todo el contacto, aunque no el afecto, con nosotros; ha hecho su propia vida, pero no sé cómo la pasara amicalmente en la universidad.

-         ¿Y los otros?

-         Dos de ellos, perdieron contacto total con el grupo al salir del colegio, no sé cómo les estará yendo en la universidad. Sin embargo no han dejado de ser mis amigos, y, al menos, sé que de nombre se mantienen vivos.

-         Mi otro amigo – dije – ingresó a la misma casa que yo pero en otra carrera. Al parecer dice que le va bien, y tal parece que así fuera; ya que ha encontrado gente que no lo trata mal, y que al menos se puede desarrollar bien en ese mundo.

-         Otro compañero mío estuvo en una casa de estudios pero se retiró, ahora trabaja mientras desarrolla otra posibilidad de superación. No sé que sentirá en el fondo pero él es el más capacitado entre nosotros para enfrentar a las malas gentes en la sociedad.

-         ¿Y finalmente?

-         Finalmente –dije-, dos de mis amigos fueron los últimos en ingresar a la universidad. Ellos cayeron en un mundo donde el resto son jóvenes sin experiencia mientras que ellos vienen a ser los mayores, están listos para enfrentar cualquier farsa. Además la gente que estudia con ellos, no parece ser mala pues todos están confundidos y con miedo al entrar a ese nuevo mundo.

-         ¿Y tú? Háblame de ti...

-         Yo... Yo caí en un grupo de gente, donde junto a unos pocos, de hecho ninguno, soy el menor de todos. Y en efecto, apostaría a que soy el más inexperto y el que menos conoce de vida. Todos aquí son de diversas edades, unos piensan en estudiar sin descanso y no hablan más que de estudio. En ellos no cabe la palabra fantasía. Otros consideran la madurez como estar bebiendo sin parar y despertar con gente del sexo opuesto cada fin de semana. En ellos no existe la palabra prudencia. Otro grupo de gente, vive tan amargada como si fuera el último día de su vida y sólo pisan el mundo real, en ellos no existe la palabra sueño. Otros, como yo, se han encerrado en una coraza que no recibe amigos, ya sea por maldad o por miedo.

-         ¿Y cómo te tratan cada una de esas gentes?

-         Son diversos tratos. Hay quienes ven en mí un objeto a utilizar, hay quienes ven en mí un punto a ridiculizar, hay quienes ven un ser por quien sentir lastima... Y hay, supongo, quienes ven en mí un amigo.

-         Ven conmigo.

En ese momento me di cuenta que había entrado a la gran esfera verde. Momentos después estaba en un pequeño cuarto, cálido e iluminado pero cuyas paredes se hallaban destrozadas en algunas partes y en otras, parchadas con un relleno que intentaba volver a mimetizarse con el conjunto. Frente a mí, una puerta sin cerrojo, pero que no tenía indicios de haber sido forcejeada. Entonces, no me explicaba como habían sido los muros deteriorados hasta ese punto. En eso, oí a mi voz diciendo:

“Esa habitación eres tú. Esas paredes, que son parte de tu corazón, han sido destruidas por todos los falsos amigos que dejaste pasar, que aprovecharon un descuido tuyo para arrancar un ladrillo y escapar por la puerta. Sin embargo, esas paredes parchadas son el producto de los verdaderos amigos, que al entrar a tu casa pusieron un nuevo ladrillo en el lugar deteriorado y lo rellenaron hasta dejarlo casi como el resto de la pared. Esa puerta no tiene cerrojo, porque sólo tú eres el guardián de tu casa; verás que nadie la ha forcejeado, eres tú el único que puede permitir o negar la entrada. Eso depende de ti: afuera hay todo tipo de gente; y tienes dos caminos: puedes quedarte despierto toda la noche y jamás dormir en paz, cuidando esa puerta para que nadie entre. O puedes abrirla a todo el que la toque y dejarlo pasar, no importa lo que haga a esos muros. Al final de todo, siempre habrá un amigo que entrará a resanar esa herida; porque si ya lo hizo una vez, estará ahí afuera y lo hará de nuevo.”

Luego de eso me levanté sobresaltado. Miré el reloj: eran las cuatro de la mañana. Pensé en lo que había pasado, y pensé que había sido más que un sueño. Me di la vuelta y volví a acostarme. Quedaban tres horas para que entre a clase en la universidad.

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