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Yo aun no salía de mi asombro, don Esteban me estaba retando en frente de todos y poniendo el dedo inmisericordemente en la llaga de la verguenza que se abría dejando escapar a chorros ese sentimiento infame que te obliga a bajar los ojos y te llena las mejillas de un color rojo mas llamativo que una luz en medio de la noche.

No dije nada, solo tomé el paquete, volví a mirar a la bella que también se había puesto un poco colorada y salí casi huyendo de aquel lugar, mientras don Esteban le daba algunas disculpas a ella mientras se acercaba al mostrador para atenderla.
Me quedé parado frente al correo sin atreverme a ir a ningún lado, es que quería verla y saber si se quedaría en el pueblo o estaba solo de paso, obviamente no se lo preguntaría, solo lo deduciría si la veía ir a la estación de trenes o al pequeño hotel que había en la plaza principal.

No hizo ni lo uno ni lo otro, salió del correo después de casi media hora, yo tenía las manos sudadas pues ya había tardado demasiado y sabía que al regresar a casa el patrón me daría un buen castigo por mi tardanza, cargada de su pequeña valija comenzó a caminar por una calle aledaña a la plaza, me desconcerté, ese camino no llevaba a ningún lugar en especial, solo se adentraba en el pueblo, no lo pensé mas, corrí hasta donde estaba ella, me acerqué temblando y le toqué el hombro muy suavemente. Saltó del susto, "Le ayudo?" pregunté, "Gracias" respondió y cargué con su maleta.

 

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