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-         Miguel quiero hablar contigo – le dijo al día siguiente

-         ¿Qué pasa, amor? -dijo

-         ¿Por qué no me contestaste ayer? Fui a tu casa y te llamé…

-         Estuve copiando los datos que me diste

-         Tu papá me dijo que habías salido…

-         Sí pues. Me fui a buscar más información al Internet y, como estaba cerca, dejé el celular. Me hubieras ido a ver a la cabina…

 

Ante este cinismo, Alicia no toleró más y le dio una cachetada. La amabilidad de Miguel al instante se convirtió en ira.

 

-         ¿Qué tienes, oye?

-         ¡Eres un mentiroso! Te vi besándote con Elisa en el parque de mi casa… ¡Todavía cerca de mi casa!

-         ¿Yo? ¡Estás loca!

-         ¡No me mientas ya! Te vi, ayer en la banca. Y te olvidaste allí el lapicero que te regalé

-         Hay tantos como ése…

-         ¿Con mi dedicatoria grabada así?

 

Miguel se quedó en silencio y, finalmente, explotó:

 

-         Ya, está bien. Sí, era yo. Ya me tiene harto, sofocándome con tu presencia, me sigues a todos lados, de aquí para allá. No te vale, por último, Alicia, ya sabes que maricón no soy y te quedó claro…

-         Eres un idiota, Miguel – sólo atino a responder.

 

Se fue corriendo y se encerró en el baño a llorar. Estuvo las dos primeras horas allí, hasta que la auxiliar la oyó y le habló:

 

-         ¿Qué te pasa, Alicia?

-         Nada

-         ¿Te duele algo?

-         No

-         ¿El corazón?

-        

-         Te hizo algo Miguel…

-         Me engaño.

 

Todos en el colegio conocía la relación de Alicia y Miguel, ella la cantaba todos los días. Y también la conocían bien y sabía como consolarla. “Todos son iguales”, “no te pongas así, no vale la pena”, “no llores por quien no lo haría por ti”, “verás, que el regresará a buscarte” y bla, bla, bla.

 

Funcionó. Alicia se sintió mejor al cabo de un rato y ya estaba sonriendo de nuevo. Nuevamente segura, regresó al salón. Fue a su único sitio y no soltó ni una palabra. Miguel le hablaba y ella le rebotaba las preguntas con su silencio. Estuvo en ese juego durante una semana.

 

Al fin de la misma, Miguel la llamó a un lado.

 

-         Alicia, ven

-         ¿Dime?

-         Ya no puedo más: fui un idiota y tienes razón. Elisa y yo somos amigos y ese besó no significó nada para mí. No sé que me pasó. Sabes, que te quiero a ti, de hecho cuando lo hice pensé en ti. Disculpa, si reaccioné mal la otra vez, ponte en mi lugar por un momento. No puedo estar sin ti. Esta vez, hablaremos de todo para reforzar nuestra relación.

 

Parecía un deja vú. Alicia había vivido lo mismo el año pasado cuando Miguel terminó la relación para estar con otra chica. Después de morderse los labios, sus ojos se inundaron, no por él sino por lo que luego susurró:

 

-         Yo también te extraño, Miguel…

-         Lo sabía, amor. Ven

-         Te quiero mucho, nadie te querrá como yo…

-         Me haces feliz, ya no llores. Mira: Te compré esta pulsera, como te gustan

-         Gracias

 

Se la puso y ella bajó la mirada. Otra vez pisaba un suelo de nubes; y se sentía tan bien. Miguel tomó su mano y se fueron caminando Alicia miró el brazalete y, por un instante, le encontró similitud a un grillete. Cerró los ojos y desterró esas ideas de su cabeza. Sonrió y lo miró a los ojos. Siguió caminando.

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