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La literatura del caribe colombiano rompe quinientos años de atraso y sometimiento cultural, poniendo un nuevo derrotero a los escritores de América Latina. Influenciado por otros escritores del caribe (Faulkner, Rulfo) y desconociendo la producción literaria precedente, especialmente la colombiana, se establece como un hito en la historia reciente.

Uno de los paradigmas rotos por este movimiento, entre otros muchos, fue el tratamiento de los acontecimientos narrados sin reticencias morales. Nuestra literatura tenía miedo de tratar con libertad y desparpajo los asuntos morales o religiosos, como si los mismos escritores se pusieran una censura, de la cual no se salvó el Quijote de la Mancha. Cervantes en una novela ejemplar menciona los genitales como ” las partes deshonestas”. La autocensura proveniente de la inquisición española murió definitivamente en 1.967 cuando se publica “ Cien años de soledad “. La crítica de Bogotá se centró en ese aspecto apenas recién publicada la novela, pero ante la aprobación internacional debieron guardar silencio aceptando el éxito. Aunque una de las críticas que se mantiene en algunos sectores sociales es su inmoralismo. Dice Vargas Llosa que esta obra es un “desaire a siglos de pudor narrativo”, precedido en el pasado en las obras inmorales de José María Vargas Vila, quien fuera estigmatizado. Es de anotar que desde 1.948 – 1.950 se venía mencionando en los periódicos de Barranquilla y Cartagena por parte de García Márquez y Rojas Herazo sobre la mala calidad de la literatura que se hacía en Colombia. Son varios los comentarios que hizo Cepeda Samudio en la década de los sesenta desde sus trincheras periodísticas sobre la mala calidad de la narrativa colombiana.

Al abordar “Cien años de soledad” nos abruma y sorprende su lenguaje, las situaciones de los personajes y la entretenida trama de la obra. Algunos problemas políticos o sociales se pierden detrás de sonados acontecimientos, no tan decisivos y ocurre que los árboles no dejan ver el bosque. El realismo mágico y su espectacularidad es una cortina de humo que oculta los problemas fundamentales de la obra en mención. Sabemos desde hace tiempo que escribir no es un acto mecánico para deshacerse de las palabras y sentimientos, sino un trabajo del espíritu, donde aparece la tradición oral como soporte fundamental acompañado de aquella intuición, casi femenina, como es la cultura y la capacidad personal del escritor. El interrogante que queremos plantear lo esbozó el filósofo Rubén Jaramillo en una conferencia, ( Fundación “Obra Abierta “ Manizales septiembre-95), cuando dijo que la importancia de Cien años de Soledad estaba en la forma como trató el tema del incesto. Entonces me hice el propósito de leer la obra con ese horizonte. También tuve en cuenta a Estanislao Zuleta, quien sostuvo que no se lee en forma libre y transparente, sino que un determinado problema o preocupación dirigen la actividad mental para el entendimiento de un texto literario o filosófico. En este contexto surgieron las reflexiones que a continuación expondré.

Leí entrevistas e interpretaciones diversas, en ninguna de ellas se refieren a este tema con la importancia merecida. Podía decirse que el tema ha gozado de un especial silencio, no de ahora, sino desde hace mucho tiempo. El Marqués de Sade ( 1.740-1.814) pasó varios años de su vida en las cárceles francesas por poner en sus novelas entre otros acontecimientos, estos “ crímenes de amor”. D. A. F. Sade un escritor libertino sin moral sexual puso en aprietos a las autoridades francesas cuando narraba escenas escabrosas, entre ellas el incesto propiamente dicho, donde participaban autoridades eclesiásticas y nobles de la época. En una obra muy conocida Sade emprende, no sin humor, la justificación política del incesto: “ ¿ Es peligroso el incesto? No, sin duda; dilata los lazos familiares y por consiguiente, hace más activo el amor de los ciudadanos por la patria”. Los filósofos del Siglo de las Luces se esforzaron, gracias a su erudición etnológica bastante amplia, en mostrar el carácter relativo y variable de este tabú. Para Voltaire y Diderot se trataba esencialmente de lanzarse a la guerra contra un “prejuicio” social. En nuestro país este tema se menciona cuando en la pagina de los crímenes de los periódicos aparecen reseñados los incestuosos, muestra diaria de la extensión del problema en todas las regiones de Colombia.

 

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