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Ir a: Mi música lejana y el ayer perdido (1ra parte)

        En algún año de la llamada época de los sesentas apareció en nuestra televisión un programa que se presentaba como JUVENTUD MODERNA y ocupaba dos horas de las tardes sabatinas, de cuatro a seis de la tarde en el canal de mayor sintonía y, por supuesto, todos los loquitos jóvenes o en trance de creérselo, nos acomodábamos frente a la pantalla para deleitarnos con el desfile de cantantes y grupos de rock de esa época, entre cantante y cantante y entre grupo y grupo salían a “bailar” unas chicas más despistadas que yo pero mostraban piernas, en una época en que la minifalda estaba haciendo su aparición tímida en Europa, y eso bastaba para hacer aullar de la dicha a los grupos de púberes que babeábamos frente a las pantallas.

        Con el tiempo el programa comenzó a incluir figuras internacionales y nos dimos el gustazo de ver a los mejicanos y argentinos que nos regalaban sus canciones a través de las emisoras y los acetatos (para los jóvenes que me lean, este era el material con el cual se fabricaban los discos LP, long play, o LD, larga duración). Por dicho escenario vimos desfilar a todos los que dos años antes habían comenzado sus carreras musicales, los grupos que iban surgiendo y los cantantes consagrados que visitaban el país.

        Los sesentas no fueron años fáciles para nosotros, los diferentes. los mechudos de Liverpool habían impuesto entre los jóvenes rebeldes el peinado con capul o flequillo como lo llaman en otras latitudes; comparado con las largas melenas de los setentas y los ochentas, pues nada que ver. Era un corte de cabello un poco largo y creo que sobran las explicaciones porque estoy seguro que a todo lo largo y lo ancho del planeta tierra todos los habitantes han escuchado hablar de los Beatles, en la época Jhon Lenon se atrevió a decir que ellos eran más populares que Jesucristo y su afirmación armó un mierdero histórico: el problema real era que no estaba tan desenfocado, sus discos se vendían por millones y movilizaban a millones de personas en todo el mundo jóvenes y no tan jóvenes; además, con el pesar de muchísimas personas de todos los colores y sabores los greñudos ingleses partieron la historia de la música y, en determinado momento, la reina Isabel II de Inglaterra los nombró caballeros de la Corona. Muchos años después su música sigue sonando y resonando y mi cabeza de llena de añoranzas y pienso, en qué preciso límite mi cabeza deja de aceptar los acordes del rock y me molesta el retumbar de la batería y los gritos de los peludos. Los pocos que al principio usamos el pelo un poco largo nos sometimos a la burla y a  las agresiones verbales y físicas de los “normales”, pasó mucho tiempo antes de que nos aceptaran.

        Crecí metido dentro de mi famoso sancocho musical pero como joven rebelde obediente escuchaba y compraba la música moderna (Aquí hay un salto de varios años en el tiempo y ya estoy trabajando como profesor y no dependo económicamente de nadie).

        Aprendí a bailar a las malas durante mis dos primeros años de trabajo pero seguía  siendo desmañado y torpe y la timidez ya no era tan acentuada. Las fiestas se animan con Los Hispanos, Los Graduados, Black Star y los de siempre: las orquestas venezolanas y Lucho y Pacho. Muchos conjuntos han desfilado por mis oídos y demasiados cantantes; en algún momento me confundo y se me revuelven los de los sesentas con los de los setentas, pero no tanto. El recuerdo más impresionante de los años setenta es el enorme, desmesurado y desmadrado concierto de Woodstock; seiscientos mil muchachos y chicas desbaratados reunidos en un solo lugar durante varios días con el único fin de escuchar rock y darse en la cabeza con marihuana, la droga del momento, puesta a la moda por los Beatles y The Rolling Stones con el jetón Mike Jagger a la cabeza (a propósito, cuarenta años más tarde sigue realizando conciertos, haciendo música y protagonizando escándalos, es el abuelo del rock en el mundo). Amor y paz, Si al amor, no a la guerra, Paz, hermano, eran algunos de los lemas de los hippie, nombre genérico de los rebeldes de los ochentas, que rechazaban en principio todas las guerras y en particular el gran conflicto armado en Vietnam, donde los EEUU sufrieron la más aparatosa humillación bélica de su historia.

      Para los que desconocen los hechos históricos, tranquilos, no los voy a aburrir con historia historia, les recuerdo que los llevo de paseo por mi vida musical, de manera que la “otra historia” no la toco. Como una manera de protestar, y demostrar inconformidad con el sistema, el movimiento hippie adopta características muy particulares que los hacen inconfundibles: el cabello largo, ahora si, desgreñado, por lo general una balaca, ropa de talla más grande, sandalias, barba para los varones, desaliño total para las mujeres, una forma de hablar como si tuvieran sueño permanente intercalando palabras raras y metiendo a toda hora: hermano, paz, brother, amor, fresco, loco, la mona, I love you, kiss me, etc. Y poco baño y mucho rock.

         De pronto los grupos y los cantantes se dan silvestres, por todas partes se escucha la diabólica música y yo me divierto con el desconcierto de los que no la aceptan, escucho Pink Floyd, The animals, The mammas and the pappas, Led Zeppelín, The pistols, Joe Cocker y sus perros rabiosos e ingleses, Sony and Cher (esta cuchita sigue vigente pero ahora canta sola; como solistas nacen unos monstruos que hacen historia: Jimmy Hendrix, según algunos el mejor guitarrista de la historia del rock, Carlos Santana, Janis Joplin, Alice Cooper, Erik Clampton...

       Algunos grupos que surgen como a finales de los años ochenta pasaron por mis oídos y no se quedaron; de pronto me equivoque pero su ritmo, su armonía o su armazón musical total no coinciden con lo que yo entiendo por la música bien hecha; es el caso concreto de KISS, Metallika, Black Sabath y otros; escucharlos me produce taquicardia y dolor de cabeza; o, talvez me falta el componente mágico que hace que los oyentes de estos grupos, en su mayoría, sientan las vibraciones infernales de sus instrumentos: marihuana, cocaína, pepas, hongos, LSD (que falla, este es uno de los legados de los ochentas, el ácido de los viajes interplanetarios). Olvidé sin quererlo a un grupo genial, excelente, alemán por más señas y que me llevaba a la guerra (Gods of war), al combate a la música lejana de los conflictos humanos, al lanzamiento de cohetes (Rocket), puro sonido...Deff Leppard.

 

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