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La comunidad electrónica está de luto y en ascuas. Evgeny Zhukov, creador de la página "Rincón de los Escritores Latinoamericanos", periodista fecundo y ciudadano ejemplar ha sido víctima de un crímen premeditado.

Fuentes de entero crédito revelan que la Policía actuó de inmediato y que un cordón humano de agentes custodió con celo el lugar de los hechos a fin de preservar las posibles pistas que con suerte denunciarán al asesino. Demás está decir (pero lo diremos de todas formas) que a nadie le fue permitido evacuar el edificio donde se alojan las oficinas virtuales de Zhukov, pues hasta el momento en que se redactan estas líneas todos son, y deberán ser tratados como sospechosos.

La serie de datos enunciados a continuación, facilitada por las susodichas fuentes, están sujetas a cambios según se vayan desarrollando los hechos:

Lo primero que hicieron los detectives al llegar al Rincón fue alinear a los presentes contra la pared y tomar sus nombres y sus señas. Las personas interrogadas durante horas fueron Namid Amador, Kafuringa, Eros Wolf, Alexander Novoa, Simón Ergas, Carmen Trincado, Sergio Marentes, Acuario, Flor D'Fuego y Miguel Alberto Páez. Todos son colaboradores de la popular página.

Al concluir los interrogatorios, habiendo sido asentados todos los detalles de relevancia y colectadas todas las pistas posibles, la secuencia de eventos arrojó que,

A las nueve de la noche del domingo 5 de abril los usuarios estaban reunidos en el salón principal del Rincón, donde se dedicaban a distintas actividades. Evgeny Zhukov corregía textos en su cubículo y preparaba te en su samovar, en tanto que Namid y Kafuringa hablaban de literatura, sentados en sendas poltronas de rattan. Eros Wolf esculpía a escasa distancia de ellos y Alexander Novoa, dotado de un vidrio de aumento, inspeccionaba el estado de la cartulina o pared del sitio virtual. Su posición era de pie, detrás de la poltrona de Namid, y de espaldas a la muchacha.

Simón Ergas limpiaba el candelabro del salón, encaramado en una escalera. Sergio Marentes hablaba con Carmen Trincado en la esquina opuesta a Kafuringa, mientras que Acuario, sentado en el piso con un cuaderno de tapas sobre las piernas, se cubría los oídos, tratando de concentrarse en unas notas destinadas a su próximo cuento. Flor D'Fuego iba de salida, con una maleta en la mano y luego tropezaba con Miguel Páez, el sospechoso colocado en el punto más remoto de la escena, quien dormía (o sólo pretendía hacerlo) atravesado en el piso del pasillo que da acceso al estacionamiento vehicular.

Los presentes hablaban en voz baja pero en un momento determinado, Zhukov se paró de su silla como impelido por un resorte, se llevó la mano al pecho y gritó con estupor: "Помогите!", o "Auxilio!", en ruso. Tan pronto como Zhukov emitió su grito lastimero, cayó de bruces sobre su escritorio de caoba, tan tieso como un ladrillo.

La conmoción fue grande entonces, mas Flor D'Fuego tuvo la sensatez de llamar a la Policía y de pedirles a los presentes que no se movieran de su sitio. Fue en ese preciso instante que Miguel Páez se puso de pie como impelido por un resorte, pegó un bostezo de hipopótamo y se restregó los ojos para preguntar con voz ronca: "¿Qué pasó aquí?".

Los agentes llegaron cuanto antes y una vez finalizados los interrogatorios, el peso de la duda recayó primero en Simón Ergas, y luego en Sergio Marentes. Las razones para que los detectives especularan de este modo tenía que ver con el hecho de que Zhukov había sido envenenado con un insecticida potente vaciado en su te, y Simón Ergas, que se encontraba limpiando el candelabro central, había impregnado un paño de lana con dicho insecticida. ¿Sería tan torpe Simón como para auto incriminarse? Y de ser Simón el asesino, ¿cuál motivo lo habría impelido a matar a Zhukov?

La duda que pesaba sobre Marentes tenía que ver con el hecho de que poco antes de caer fulminado, Zhukov había volcado con torpeza suprema un frasco entero de tinta sobre el último texto sometido por Sergio, quien más adelante confesó no haber sacado copias. Esto constituye, sin lugar a dudas motivo más que suficiente para que un escritor mate a alguien. Pero, de haber sido Sergio el asesino, ¿en qué momento se acercó a Simón para robarle la botella del insecticida, y cuándo se lo zumbó a Zhukov en la taza, si nadie recordaba haberlo visto cerca del samovar?

Aunque con menos fuerza, también se sospechaba de Namid Amador por ser ella la única persona que se detuvo ante el escritorio de Zhukov para comentar que ya era hora de darle al Rincón otra cara y cambiar el color de la cartulina. ¿Cosas de mujeres? Quizás; aunque a lo mejor fue ésa su excusa para deslizarle el insecticida en el te  al editor mientras los demás observaban boquiabiertos cómo Eros le fabricaba unos senos grandísimos a la escultura en la que trabajaba arduamente.

Hasta aquí nuestro primer recuento. En estos instantes nos encontramos recopilando otros datos para nuestros lectores y nos despedimos por ahora, haciendo la siguiente salvedad: Todos son sospechosos porque todos contaron con oportunidades y medios. Además, todos pudieron haber tenido motivos recónditos para asesinar a Zhukov. Habrá que investigar ahora si Zhukov ha dejado testamento, y si el testamento en cuestión designa a un heredero del Rincón de los Escritores.

La Policía pide por este medio que si usted vio algo fuera de lo normal, si sabe o cree saber algo concreto sobre este caso, tenga el coraje de tomar el teléfono para llamar cuanto antes al 1-800-ASESINO.

Desde el más allá
Asesinato en el Rincón (conclusión)
Asesinato en el Rincón (Epílogo)

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