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Ella le da sus razones y él no tiene argumentos para replicarlas.

“Es mejor así, Javier, es duro pero vas a superarlo”

 “No estaba preparado” le responde él y Natalia reconoce su demora en comunicarle una decisión que venía madurando desde hacía tiempo.

De facciones agradables, preserva su esplendor en la madurez. Habla en tono amable, manteniendo el rostro sereno y la pose firme. Sus manos se mueven  prevenidas de cualquier reacción que pudiese tener el hombre joven que la escucha. De éste se observa su rostro demudado, los ojos sin pestañear, como si los desorbitara el espanto. A su postura física la sostiene con dificultad. Apenas si articula palabras sueltas.  Sus brazos, caídos al costado del cuerpo, parecen aguardar para alzarse con brusquedad. Como si quietos estuviesen juntando fuerzas.

“No me mirés así Javier, no creo que te sorprenda ¿acaso no presentías este final?” 

“Para nada, tu anuncio me cae como aceite caliente”

Ella le revela la verdad como si mostrara una hoja de papel sin espacios en blanco donde escribir una sola letra más.

El imagina un futuro vacío, sin la rutina de un lugar donde hasta hoy traspasaba las jornadas con gozo si ella estaba allí. Ya no será su tarea la de satisfacerla. En esto era diligente y hasta servicial. Bastaba que le expresara ella un deseo para complacérselo de inmediato. Natalia confiaba en  su fidelidad y dedicación.

El esperaba un acontecimiento especial para hacerla suya definitivamente. Paciente y estoico, soportaba su condición de amador silencioso, obligado al segundo plano.

“No pensé que llegarías al extremo de no poder  seguir adelante” le dice él.

“Hicimos todo lo posible” le responde ella y el plural lo irrita a Javier.

¿Te referís a tu marido ¿A ese imbécil que no te merece?”

“¡¿Qué decís?! ¿Cómo te expresás así Javier? ¡Que no te oiga mi esposo!  Siempre te supimos una buena persona”

Con sus veinte años Javier siente derrumbarse el mundo. Nunca se atrevió a una confesión que postergaba sin tiempo.

“Perdonáme Natalia, me doy cuenta de que no te das cuenta”

“De lo que me doy cuenta es de la situación a la que hemos llegado, con el negocio fundido y nosotros endeudados, pero igual vamos a indemnizarte, no te preocupes” adujo Natalia, afligida.

Quebrada la librería a Javier se le cae a un abismo su ilusión de amor con Natalia, su patrona, mujer mayor que él de cuyo marido suponía que la abandonaría un día, según la fantasía a la que se aferró absurdamente.

“¿Cómo será esperar afuera y lejos del lugar donde siempre la tuve cerca?”- lo pensó sintiéndolo a su corazón hecho un candado.

“Te pido que me dejes las llaves Javier, ya no las vas a necesitar”

René Bacco

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