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         Desde el primer día que Pedro Cartagena se apareció por Ancla Vieja, supo ganarse en el viejo puerto el aprecio de todos. Ejecutaba con el cuatro o la bandola cualquier melodía que le fuese requerida. Religiosamente llegaba hasta el puesto de periódicos, compraba el diario local y releía las revistas culturales.

             Todos en Ancla Vieja aprendimos algo con el maestro Cartagena, bueno, casi todos, porque nunca pudo convencer al viejo hicaco que el aparato que sobre volaba la costa, era un helicóptero y no un telescopio como él se empeñaba en llamarlo.

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