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Cuando nació, no pensó que iba a encontrar este mundo maravilloso. Sus primeros vuelos, los hizo sobre un campo sembrado de lino. Gracias a una leve brisa, acariciaron sus alas las flores celestes. La curiosidad por conocer lo que la naturaleza le ofrecía, aumentaba a cada instante. Llegó a un exquisito jardín, que pensó ¡Me darán las fuerzas de mis alitas, para recorrer esta maravilla que tengo frente a mi! Se posó sobre una margarita, luego las rosas, recorriendo una a una las flores del jazmín, la madreselva trepada en un muro le dio un leve descanso.

No podía dejar de visitar las dalias, la campanilla, y las rojas flores de los hibiscos. Una hermosa niña rubia observaba su vuelo. Se acercó, acarició sus alas, y mirándola con ternura, la dejó volar.

Ella sabía que debía disfrutar a pleno, lo que estaba viviendo. Su vida sería corta, pero cuando se apague su luz, deberá estar satisfecha. Por eso voló todo el día, sin descansar un instante. Al llegar la noche la esperaba el silencio y la oscuridad. No importa pensaba ella, el tiempo que le permitió Dios en esta vida, lo aprovechó a pleno.

Debemos imitar a la mariposa, viviendo a pleno y con dignidad. Gozar de las maravillas que Dios no ofrece en nuestro camino, agradecer por tenerlas tan cerca, pensando que la vida es corta, y que es tan lindo vivirla.

 

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