Un grupo de monjes estudiosos de la conducta humana comprobaron que los monos aulladores no hablaban por miedo al trabajo. Tomaron una comunidad de estos animales y se propusieron enseñarles a hablar a fin de aumentar su comunidad religiosa; sin pretender que engrosaran la fila de los asalariados.
Después de varios meses de adoctrinamiento los monos entendían los símbolos a su manera. En el momento en que los invitaban a orar se echaban al piso y cuando escuchaban cantar los salmos bailaban entusiasmados. Después de varios meses, los monjes abandonaron tal idea cuando chocaron con una malicia invencible, pero ya era tarde, varios monjes estaban subidos en los árboles.