Alguna vez soporté unas conferencias tediosas de tema pedagógico. Cuando el aburrimiento era casi mortal escribía según el tema que se estuviera tratando pero trasladando la temática a otros espacios y tiempos.
Sólo cien libros conformaban la totalidad de los volúmenes de la biblioteca y contenían lo suficiente para la supervivencia del pequeño grupo en este territorio estéril y hostil.
El tomo más voluminoso e importante trataba de las infinitas maneras de obtener agua a partir de cualquier material que tuviera en su composición hidrógeno y oxigeno, abundantes en todo el universo y en el confiaban los sobrevivientes.
El segundo en tamaño e importancia trataba de la renovación del aire, permanente y eterna, en atmósferas enrarecidas.
Varios contenían fórmulas de emergencia en dietética y nutrición para salvar el desgaste normal de los cuerpos y la recuperación energética de los agrupados en la resistencia final. Muchos más versaban sobre técnicas agrícolas de emergencia en territorios hostiles; textos de mecánica elemental, cibernética y otras disciplinas prácticas de supervivencia para ser aplicadas en cualquier región inhospitalaria.
Una menor cantidad explicaban sobre artes y oficios, considerando que, con los años, se formara una nueva sociedad de Adanes y Evas y se consolidara una espiritualidad… después de superadas las necesidades primarias.
Tenían agua, aire y alimentos para un mes; ahora el problema era aprender a descifrar los textos escritos en ese plazo y poner a producir el terreno del nuevo planeta. Durante el viaje desde la Tierra los esclavos se habían sublevado y matado a sus amos y era bien sabido de todos que los esclavos no debían saber leer ni escribir…