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 Esta es una historia basada en la realidad y es bastante curiosa; a mi amigo Juanito le gustaba escuchar un programa radial llamado la hora de los desesperados y, como estaba en un tremendo despecho amoroso con ganas de morirse, quería apuntarse a cualquier opción romántica que se le presentará. Una mañana, escuchando el programa, que recibía llamadas al aire,  en esas llamó una mujer con bella voz,  que se presentó como Diana, y dijo que necesitaba urgentemente compañía masculina, que lo único que exigía era que no fuera un borracho  toma trago;  entonces mi amigo en su estado emocional y con deseos de apuntarse a lo que fuera, anotó la dirección que, entre otras cosas, quedaba en el campo de un pueblo vecino, pero la dama dijo que era vivienda propia y con todas las comodidades.

Como hacía un tiempo su esposa lo había dejado, pues estaba bastante descuidado física y emocionalmente y bebía todos los días para consolarse, entonces, se preparó para la cita romántica: imaginó la mujer que lo esperaba de acuerdo con la voz como casi reina de belleza y montó mentalmente una obra de telenovela sentimental completa.

Se endeudó para renovar la ropita y, también, hasta se compró una chaqueta de cuero y vestimenta nueva para impresionar a la dama; se subió al bus que lo llevaría al pueblo de su destino y viajó imaginándo escenas sentimentales, con la nueva mujer de sus sueños, mientras escuchaba la música de despecho que sonaba por los parlantes del autobús y lo hacían recordar a la que se marchó para siempre y que sería remplazada en unas horas.

Llegando al pueblo preguntó las señas de la casa y no era tan cerca como imaginaba. Caminó dos horas hasta llegar a una humilde vivienda, pero se dijo que estaba equivocado, sin embargo golpeó la puerta y una voz preguntó:

-         ¿Quién es?

-         Yo, Juanito, el de la cita de La hora de los desesperados

-         Bueno, yo soy Diana, ya le abro…

Apareció en la puerta una anciana de no menos de noventa años. Mi amigo se empinó para mirar dentro de la casucha y preguntó:

-         ¿Y, Diana dónde está?

-         Yo soy Diana, dijo la anciana con esa voz que lo había puesto a soñar… y si usted es Juan, el que me contestó en el programa me da pena, pero yo necesito es compañía y…

-         … ¡Usted está muy joven para mí!

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