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        En un parque infantil se encuentran tres niños convocados a jugar. Cuando llegan al lugar señalado, se miran,  observando que entre ellos había algo diferente, también algo en común, eran niños. Uno era negro, otro blanco y el tercero de rasgos asiático-oriental.

El niño negro pregunta a los demás. ¿Por qué hemos sido convocados a este lugar? Ninguno de los tres conocía el motivo del encuentro. El niño negro insistió: “¿Si estamos aquí juntos, juguemos a conocernos?”.

El niño asiático habló maravillas de su país, de su gente, de la inmensidad de los territorios de su raza, de la inteligencia japonesa, del crecimiento demográfico de los chinos, y que si quisieran podían conquistar el mundo.

Los otros dos niños escuchaban atentos la arrogancia del pequeño.

Tocándole el turno al niño blanco, puso énfasis en la pureza de su piel, en las bellas mujeres, en el poderío militar de los países del primer mundo, los primeros que llegaron a la luna y si quisieran también dominarían el mundo.

Ahora le tocaba el turno al niño negro.

Pensó, miró con atención por varios minutos, decidiéndose a refutar las agresivas exposiciones de los anteriores. “Nuestro continente, es la tierra olvidada del mundo. Pero,… aquellos que viven en él, viven sin prisa, aman su familia, no les cambia su forma de vivir el dinero, observan como habiendo tantos gastos inútiles en el mundo, sus compatriotas mueren de hambre”. Un breve silencio de culpabilidad se generó entre esos niños. Pero siguió su disertación: “Cuando los demás países fomentan la destrucción y la muerte, a mujeres y niños como nosotros, nuestro continente espera.”  No debemos olvidar que nosotros somos niños, que en nuestras manos y en nuestras futuras decisiones puede estar el cambio; si por una simple y curiosa convocatoria hoy estamos juntos, debemos reflexionar. Sembremos amor y no odio. Al sembrar amor cosecharemos paz, y con la paz, nosotros estaremos siempre unidos, como en estos precisos instantes”

Después de varios minutos de reflexión, aquellos niños que al comienzo de su encuentro expresaban solamente arrogancia, ahora un significativo abrazo los unió, generando sonrisas espontáneas en sus rostros.  Con un fuerte y sincero apretón de manos, sellaron un pacto de amigos.

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