Si pudieras darte cuenta por un segundo, sólo un segundo lo que produces en mí, abstenerte de tu eterno egoísmo, despertar de ese mundo paralelo en el que vives, ese en el que un día dejo de ser paralelo para cruzarse con el mío.
¿Vendrás conmigo? Preguntaste. Hoy me doy cuenta de que no era una pregunta, era algo que tu dabas por echo, y no había varias posibles respuestas, ya que yo te seguiría donde fueras.
Sentí una absoluta autocompasión hacia mí, al ver que mi vida la enterraba un poco cada día, persiguiendo un destino que nunca pensé persiguiera. Sólo seré una sombra esperando en la acera de enfrente a que termines tu actuación, deseando que cuando termines salgas a contarme que tal fue esta vez.
Dejando a un lado mi rumbo, esperando que tus palabras llenaran de oxígeno mi corazón, una noche, mientras esperaba en la puerta del teatro a que salieras para irnos juntos a casa, vi tus ojos de lejos iluminados por aquel ambiente tan encantador como efímero, veía como reías, como tu rostro reflejaba aquella felicidad que tanto esperaba mostrases a mi lado. Fue entonces cuando acepté la derrota de esta muerte anunciada, cuyo titular tapé durante todos estos meses, siento no poder darte lo que tu buscas, siento que no puedas darme lo que esperando espero que llegue, me voy con mi soledad, pero con la experiencia para poder contar esta historia digna de vivir. Te dejo con lo que amas, te dejo con el silencio que te rodea aunque en tu cabeza haya tanto estruendo, que a veces no puedas oírte ni a ti mismo.
Tan solo una cosa más, condenadas quedan mis noches al recuerdo de aquel sonido que el viento recordará durante siglos.
