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Avidez. Es una palabra para definir el sentimiento que me acomete por ti, para ti. Estás ahí, con la sensualidad latente y con el torso perfecto y definido, hago a un lado el cariño y los escritos. Me maravillo de tu piel, de las formas, de cada curva; deseo e imagino cada oscilación.

Trataré de explicarlo de la mejor manera. Empezó por mis ojos y la gota (esa de la que te he hablado) columpiándose a punto de precipitarse sin ningún recorrido, así de abrupto. Como una onda expansiva de las que se forman en el agua, se va haciendo grande y dentro de ella, nace una más serenada pero con una definición mayor a la anterior, y se agitan en pequeñas marejadas que se extinguen en las orillas, ondas sin fin, una tras otra se suceden; sube y baja también. Trataré de hacerlo aún mejor: recorro y adivino, dejo pasear la vista por la piel descubierta, camino por la costura de tu blusa conjeturando por el sabor de tu transpiración, por la temperatura de la piel, por el olor de tus senos al contacto de mis manos. Podría pasar mucho tiempo (hablo de madrugadas y noches también) aprendiendo con los dedos y los labios cada comisura, arruga, pliegue y elevación de tus senos; podría hacerlo, hasta invocarlos en olor, temperatura y tacto con sólo cerrar los ojos ¿Puedes sentir cómo te invoco? Podrían ser lejanos y etéreos. He de confesarte un secreto: los he admirado con un deseo lánguido y satisfactorio, los he venerado al filo de esta tarde plomiza en que haces falta, con esa música suave, con el saxofón desgarrado.

Te extraño, haces falta entre mis brazos

ErosWolf

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