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     Como un simple bufón de sueños y de ilusiones, llegó a nuestro pueblo, en busca de aires renovadores. Todo un misterio su pasada vida, posiblemente vacía de afectos, solamente el recuerdo de aplausos perdidos. Cayó por última vez el telón de un escenario círquense, que una vez supo ser su hogar, su refugio de emociones, su rincón de llantos y alegrías. Hoy es solamente un viejo payaso,  haciendo equilibrios a la vida,  arrancando sonrisas a los niños que se acercan a él, observando una nueva pirueta.

  La calle es su hogar y su refugio. Lo acompaña una deteriorada carretilla, cargada de objetos, que en algún tiempo tuvieron dueño. Cuando la noche lo sorprende, un simple árbol es su refugio. Todos piensan que su mente perdió el tino, y que ya no le importa el presente. Simple y amable en algunos momentos, cambiante en otros. No importa lo que refleja,  ni lo que piensa la gente, solo él vive en su mundo, de fantasía o locura. Curiosidad del niño por su figura fantasmal. ¡Quién ingresa a su interior! ¡Quien descubre su secreto! Aquella noche partió, para nunca retornar. Seguro a de jugar al payaso más famoso, al aplauso, a los sollozos que la vida terrenal le dio. Hará reír al más serio, sin saber su identidad. Los aplausos más auténticos seguramente tendrá. Ya nadie más te recuerda embajador de ilusiones, pero su carga de sueños se respira con nostalgia.  Hoy tus piruetas chaplinescas reciben otros elogios, de allá nos estás mirando, sin rencor y sin enojos.

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