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Miras al techo, te concentras en otros asuntos y piensas que ha pasado mucho tiempo, volteas a mirar el reloj de tu mesa de noche y ves que solo han pasado unos segundos, justo en este momento tu mente ha decidido funcionar a mayor velocidad; te das media vuelta, sobre tu costado, miras la pared, la tocas, sientes la diferencia de temperatura y te agrada sentir el frío tacto del muro, suspiras tratando de calmar la incesante guerra de pensamientos y sentimientos dentro de ti, cierras los ojos en busca del tan anhelado sueño liberador que hará que todo esto pase más rápido pero solo encuentras quejas y reclamos, pensamientos que te intranquilizan, abres los ojos impetuosamente y miras al techo de nuevo.

Después de contar y recontar las puntillas en tu cuarto, te das cuenta que estas desesperado, empiezas un raro juego con tu pie, te ayuda un poco, hasta que te das cuenta que te esta ayudando y tu mente empieza a reflexionar sobre tu mala suerte de haber descubierto que te estabas calmando, pues has empezado a intranquilizarte de nuevo, intentas un cambio de postura, bocabajo en tu cama suspiras otra vez y decepcionado aceptas que no ha servido de nada; empiezas a tararear canciones, tratas de recrear su ritmo con un golpeteo en la mesa de noche, pero tus dedos arrítmicos no son tan buenos, giras sobre ti mismo y miras al techo de nuevo, incrédulo te preguntas si algo ha cambiado.

Buscas un papel para garabatear algo, para disipar la mente, pero esta está demasiado agitada como para hacer algo que no sea torturarte lentamente, empiezas a evocar recuerdos de tiempos tranquilos, para hacer que tu cerebro se detenga antes de que explote, y funciona, hasta que un recuerdo te lleva a otro y este a otro hasta que terminas recordando como te hacia sentir tu apodo de la niñez; ahora, desesperado y un poco deprimido giras hacia el otro lado de tu cama para huir de aquellos recuerdos, suspiras y de pronto sientes sed, sabes que no se calmará con toda el agua que pueda haber en la casa, miras de nuevo al techo en busca de paz… Algo definitivamente ha desaparecido.

Tu reloj podría estar averiado, lo tienes hace algún tiempo, podrían ser las baterías, ha pasado mucho desde que lo miraste por última vez, no puede ser posible que haya avanzado tan poco, lo miras fijamente, el segundero avanza cada vez más lento ¡se detuvo! No, sigue avanzando, te giras de nuevo con la certeza de que tú despertador te odia, suspiras esta vez porque necesitas el aire, miras al techo y notas que nada cambio en absoluto, te sientas en tu cama y con una sensación sublime descubres que la espera ha acabado, no puedes evitar sonreír, te levantas, tu habitación vuelve a tener el tamaño y color que tanto te gusta, antes de salir sonríes de nuevo y cierras la puerta.

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