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Soy un hombre netamente campesino, nacido, criado y hasta el momento estoy en el campo  dedicado a la agricultura tradicional, he tenido una vida no muy buena, de pronto porque no ha sido la voluntad de mi “Señor altísimo”, que me dio una inteligencia por naturaleza para sobrevivir; porque académicamente solo hice dos meses de escuela y no tengo ninguna preparación.

 

Tengo 67 años.  Nací en abril del año 48 cuando ocurrió la muerte del líder popular Jorge Eliecer Gaitán. Mi padre contaba, que aquello fue un acontecimiento que partió en dos la historia de Colombia  porque  incrementó la violencia que ya se venía generándose en diversas regiones del país. Cuando la muerte de Gaitán; origino una rebelión popular llamada “el Bogotazo” que desarrollo efectos colaterales al campesinado a nivel nacional; quienes debido a la afluencia de terror, muchos tuvieron que emigrar masivamente por la inseguridad vivida en el mismo agro. En el año 50, mataron a tres hermanos de mi padre; generando caos en la familia,   y quienes al sentirse amenazados y perseguidos por los insurrectos, tuvieron que desplazarse forzosamente a los pueblos y ciudades; porque antes se mataban entre liberales y conservadores.

 

Tengo tres hijos; un varón y dos hembras, el varón es un enamorado del campo y académicamente más o menos está preparado, es artesano, agricultor, albañil, tiene conocimientos académicos buenos y también prácticos; mis dos hijas hembras, una es empleada y la otra es ama de casa; ellos adoran el campo y a su padre campesino.

 

Yo me preocupé mucho por la educación de mis hijos y con todas las dificultades que he tenido, he logrado por lo menos llevarlos a un nivel más o menos regular que hoy ya pueden defenderse mejor que yo en ese sentido. 

 

Tenía 22 años cuando comencé a organizarme; era joven y guerrero. Durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo en el año 70, nació la reforma agraria en Colombia  creada por la ley 120, que dio vida a la organización que se llamó ANUC, (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos); milité en esa organización durante 18 años hasta lograr conseguir un pedazo de tierra propia, porque nunca la había tenido.

 

Cuando me sentía seguro del legado de mis hijos y orgulloso de tener para la perpetuidad  25 hectáreas de tierra de muy buena calidad en el centro de los Montes de María;  produciendo yuca, ñame, aguacate, ajonjolí, maíz y árboles frutales; en un instante, me cambio la vida cuando llegaron integrantes del paramilitarismo y me dijeron que me fuera de mis predios, les pregunté ¿por qué?  Y, me expresaron- porque hacia parte del ANUC. En aquel momento  se desmoronaron como migas de pan mis expectativas de vida decorosa con mi familia y el  convencimiento que traía de creer que había llegado a donde quería se derrumbaba a mis pies; junto al anhelante deseo de morir en mis posesiones forjadas a pulso con mucho amor, sacrificio y trabajo.

 

La causa de esta sentencia mortal provocada fue, porque en ese momento era miembro directivo de la asociación de usuarios de San Jacinto Bolívar. Por esa razón tuve que abandonar mi familia, mi parcela, mi trabajo, mis animales que tenía, volviendo a quedar en la nada. Salimos huyendo con mi padre para Barranquilla. Anduvimos juntos como desplazados sobreviviendo por las calles de la arenosa… Vivíamos en un caño de desagüe de la ciudad, y al año de errar solitarios; mi padre  era asesinado por una banda de delincuentes comunes.

 

Yo no he vivido la guerra, pero sí la he sentido; yo no he peleado, nunca he cogido un arma para ir a pelear, pero si estoy en condiciones de dar un debate en defensa de los derechos de los campesinos en Colombia; a donde me toque ir, allá voy;  y si es posible hasta la Habana Cuba para decirle la verdad a cualquiera, porque lo sé, lo sufrí  y lo estoy sintiendo en mi pellejo la indiferencia social del gobierno.

 

He sido perseguido y maltratado, por ser buena gente, porque si fuera mala gente; no estuviera aún con los hierros en la mano labrando la tierra; talvez fuera mafioso, o que se yo, lo que fuera, pero nunca me he querido torcer, no me gusta eso y como ya lo he dicho, Soy campesino recto de pura cepa ¿y qué?

 

En el 91 cuando nació la nueva constitución de Colombia; y, después de haber enterrado a mi padre en esa ciudad lejos de su tierra; volví nuevamente a mis raíces. El cuento aquí es político,  aquí la lucha tiene color partidista, algún día tiene que haber un senador de la República que defienda al sector agropecuario, con propuestas de reivindicación social y económica; verdaderas soluciones de cambio a fondo para la reactivación del campo; necesitamos un presidente que sea verdaderamente demócrata, que piense en igualdad de condiciones en el manejo del campo y la ciudad; que no piense en una clase más que en otra; cuando aquí haya democracia habrá paz en este país. La democracia es sinónimo de igualdad y justicia social; en lo social, diezmaría la pobreza absoluta y también la corrupción; porque ya no habría violación a los derechos y el suelo campesino seria de todos equitativamente.

 

La guerrilla no nació por gusto, no nació porque algunos querían ser guerrilleros;  nació por decisión propia de quienes al no conseguir en el campo que hacer productivo para devengar el sustento; equivocadamente se enfilaron  al monte para engrosar las filas subversivas, dizque, abrigados por una ideología. El hambre no es liberal ni conservadora y el abandono social de los gobiernos de turno, votan al campesino a tomar como única alternativa el monte, para seguir la vida guerrillera tortuosa y maluca; porque me imagino que estar metido en la montaña aguantando hambre, mosquitos y escondido o huyendo  permanentemente, eso debe ser una vida tediosa de insensatos; yo que nunca he sido guerrillero; he vivido la experiencia de aserrador sacando madera de la montaña;  por cierto, que en esta actividad se pasa malos ratos, aguantando plaga, tirando machete, tirando hacha, con hambre y expuesto a las inclemencias del clima tropical. Yo sé lo que es la vida en el campo y el monte. Por eso hablo con  propiedad porque lo he vivido y lo he sentido; yo sé cuánto pesa un hacha, cuánto pesa un machete, una pala, yo sé cuántas libras de yuca tiene que producir una mata de yuca en cada época, yo sé cuánto pare una mata de ñame y cuántos granos de maíz tiene una mazorca…

 

Porque para ser campesino digno, se necesita tener salud. Uno vive desamparado en el campo, con este sistema de mierda parecido al de otros países. Inclusive la ciudad se encuentra desprotegida; se necesita que el desarrollo social de las grandes urbes, también las tenga el campo, así como los servicios públicos ( luz, agua y gas) y otras cosas más; se necesita la tierra que es el elemento básico; se necesitan vías de penetración para sacar los productos cultivados; se necesita educación para los hijos de uno para que no descuiden la preparación académica; los campesinos buscamos ser tratados como personas pensantes de igual manera que con los otros ciudadanos sin discriminación; no queremos que nuestros hijos hagan lo que nosotros hicimos, ni que vivan la vida que nosotros vivimos, porque cada día la humanidad va evolucionando y en esa medida también nosotros iremos evolucionando; no podemos quedarnos estáticos a una época sin remediar las cosas del presente.

 

Sin embargo, pese a todo no renuncio de ser campesino, al contrario, para mí es un orgullo, porque soy ese hombre que trabaja la tierra; lleva el alimento a los que no lo producen en la ciudad, a los pueblos; porque soy ese hombre que ha expuesto la vida por el amor al campo. Yo digo que en esta vida, en esta lucha, en esta resistencia que hemos tenido los campesinos de Colombia, de pronto a mí no me ha pasado lo peor, a otros sí les ha pasado lo peor; hay campesinos nuestros, amigos, compañeros a los que los paramilitares les han matado a toda su familia, dejándolos solos, porque lucharon por un pedazo de tierra, porque el campesino sin tierra es un siervo condenado a la expatriación sin norte para pueblos desconocidos y ciudades; estando allí se vuelve una carga socialmente, porque no pueden desarrollarse como tal; porque sus saberes en materia del campo se echan al olvido, se marchitan, y los hijos que nacen fuera del campo es imposible que vuelvan a él por su idiosincrasia; Ser campesino es ser un hombre arraigado en la materia de producción, un experimentado científico innato.

 

Los campesinos somos esos  hombres que trabajamos la tierra que aramos la tierra, que ponemos a producir la tierra árida, para producir alimento, para alimentar a la sociedad nuestra; ¿quién me puede decir a mí de alguien que  no se alimenta de lo que produce la tierra? ¡Nadie lo podrá decir! Esa misma naturaleza de espíritu campesino nos llama a que tengamos que ser hombres llenos de conocimiento pero a través de la misma experiencia que hemos vivido; es posible que haya algunas expresiones que no se entiendan, porque otro es el lenguaje de las diferentes culturas. Cada lugar tiene una cultura diferente en cada región pero la esencia campesina sigue siendo igual en cualquier parte.

 

El campo, es la vida de toda sociedad, la tierra es lo más rico que tiene la sociedad porque sobre la tierra está todo lo que necesita la humanidad, todos los recursos naturales están sobre ella. El hombre no ha hecho más nada en la tierra sino explotar lo que nuestro Señor nos dejó, inclusive de acabar con lo que, Él, nos dejó.

 

 

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