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La noche del  pasado domingo comprobé la inutilidad de normas y leyes, por más drásticas que estas sean en el papel, mientras no haya una autoridad con suficiente Autoridad para aplicar los preceptos y hacerlos cumplir.

Como dije anteriormente, el pasado domingo muy a las 7:00 de la noche, se parqueó a todo el frente de mi casa un automóvil  con el equipo de sonido prendido, con el volumen a todo lo que daba su potente capacidad.  Esta tortura física y moral afectó a nuestro vecindario hasta las 11:30 de esa misma noche, momento en el cual este incómodo vecino decidió retirarse del lugar, mejor dicho, todo esto terminó solo cuando este bullicioso individuo resolvió irse con su música a otra parte.

Durante las 4:30 horas que duró el estruendo del reggaetón del vecino al frente de mi casa, en mi casa no se pudo escuchar la televisión, bueno es que no se pudo ni conversar; los vidrios de las ventanas se  cimbraban y traqueaban ante el  estropicio de la música callejera; y todo esto a pesar de tener que levantarse a las 4 de la mañana porque todo el mundo, lo mismo que todos los días, tenía que irse a trabajar.

Ya como a eso de las 8:30 de esa noche, hora de irnos a buscar la cama toda esta familia y con una ira y una soberbia fruto de la impotencia para ordenar todo este desorden público, yo empecé a llamar al 1 2 3 de la Policía Nacional.  Me aguantó la paciencia como hasta las 10:42 de la noche cuando me vencieron la ira y la impotencia y ya no volví a llamar a la Policía Nacional.

Durante el lapso comprendido entre las 8:30, momento en el cual yo empecé a llamar al 1 2 3, y las 10:42 hora de mi última llamada a la Policía Nacional, realicé 18 llamadas al 1 2 3 para solicitar el apoyo de la autoridad en este caso de abuso y turbulencia del espacio público que perturbaba a mi comunidad en aquellos momentos.  De esas 18 llamadas, 11 no me contestaron, sino que después de muchísimo rato de timbrar el teléfono se escuchaba un mensaje grabado: “el teléfono que acaba de marcar no puede contestarle en estos momentos, intente más tarde…”; las otras 7 llamadas me las contestaron exactamente de la misma manera, también parecía un mensaje grabado: “ya le mando la patrulla…”.

Obviamente, la patrulla nunca apareció por este lugar aquella noche de domingo, durante el periodo que va de las 7:00 de noche a las 11:30  de la misma,  y a mí, y a mi familia y a otros tantos nos tocó madrugar trasnochados el  lunes siguiente para irnos a trabajar.

A decir verdad, sí habla muy mal de una comunidad el hecho de que haya que realizar todo un operativo policial para garantizarle a uno o a muchos su derecho Sagrado a la tranquilidad; y ni hablar de una institución opacada por un desprestigio total que le resta credibilidad y la despoja de toda Autoridad.  Como quién dice: “ni el burro ni el que lo arrea…”.

De tal manera que el tan cacareado Código Nacional de Policía, tan solo ha servido para hacer apología de que aquí todo el mundo puede hacer lo que le da la gana, a la hora que le dé la gana y como le dé la gana porque la autoridad carece totalmente de Autoridad para garantizar derechos y para hacer cumplir deberes.  Y si no me creen esto, pues pregúntenle a Maluma, artistas, deportistas, políticos y a muchas de las estrellas que alumbran en el firmamento de la vida pública nacional.  Y por si acaso: ¿“usted no sabe quién soy yo…”?.

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