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¡Qué le pasa a nuestra relación! ¿Me pregunto?

“De pronto (creo que todo comenzó cuando nuestros hijos en un santiamén salen volando de nuestra protección y afectos, porque se volvieron grandes, dependientes de sí mismos, responsables de sus propios actos, dejando de ser los pequeños consentidos que jugueteaban porfiados en el patio de la casa sin cansarse con sus amiguitos: el primero, mi hijo mayor, después de pasar muchas dificultades y superar varias pruebas de resistencia en la actividad de trabajo que había escogido, con el tiempo y en recompensa a su persistente labor, logró construir una empresa prospera, dedicada al medio ambiente. Hoy no se puede quejar. Ha tenido éxito en esta actividad, que lo ha llenado de muchas bendiciones y satisfacciones económicas…en su vida personal, ilusionado contrajo nupcias con su novia de turno y paso a formar su propio hogar con ella la mujer escogida para esposa. Pero en cuestión de ocho años de convivencia, su relación se tornó tóxica y decidieron divorciarse; el segundo, mi hija, prefirió la soltería a tener que soportar la experiencia vivida por su hermano, durante la coexistencia con su esposa… la impacto el sufrimiento traumático que padeció su allegado, tratando de olvidar a su expareja, luego de la separación. Sin embargo, superó los efectos colaterales y sin ataduras susceptibles siguió persistente estudiando en la universidad, hasta graduarse de Abogada; además, hizo una especialización en derecho administrativo, y después de hacer otros complementos inherentes a su carrera; comenzó su vida de trabajo con una faceta exitosa en su desempeño como profesional)

Si. Ya sé.

Ya sé yo como toda pareja casada, con el pasar del tiempo el matrimonio proporciona un terreno fértil para los conflictos que conllevan irremediablemente a buscar la separación… pero en nuestro caso particular nunca fue así. Tú, y yo, pusimos el pecho de gladiador romano para dar batalla a los sinsabores matrimoniales de convivencia; nunca nos dejamos intimidar por los mismos… nos mantuvimos altivos y unidos para enfrentar las adversidades conyugales; con nuestros hijos a lado le hicimos frente a las pesadumbres sentimentales y siempre salíamos adelante.

Y entonces… ¿Qué está pasando?

Dicen que nada dura para siempre y el amor no es una excepción. Como quisiera volver a ver a esa mujer divina (Actualmente pese a sus años, sigue siendo para mí divina) amante de los detalles, soñadora y delicada novia (esposa) romántica, con quién me case hace 40 años… Definitivamente, nos falta el antiguo goce de vivir…Todo los que hacemos nos cuesta un verdadero esfuerzo… Nos sentimos cansados, inquietos, ansiosos, indecisos, y aburridos, todo ello al mismo tiempo. Nos vanagloriamos segundo a segundo recalcándonos los defectos de cada uno para hacernos daño… a veces con tan solo mirarnos; ya nos estamos lastimando. En un instante, destruíamos segundo a segundo los minutos que la vida nos regalaba para compartir nuestra dicha de ser tu y yo uno solo.

No sirve de nada culpar al destino, por lo que nos está pasando…Los únicos criminales de esta escena de destrucción de toda una vida amorosa, somos los dos; por ser egoístas e intolerantes…por no aceptar la realidad, que a nuestras vidas les ha llegado un aviso de alerta. Estamos al borde de la llamada “edad madura” y nos aquejan los comienzos de la melancolía propia de ese momento sicológico de la vida.

Si. Ya sé.

Que, dejamos que los malos ratos hicieran estragos y mataran los sentimientos que algún día nos unieron. Me remonto al pasado cuando prometimos el día de nuestra boda “sernos fiel en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza y amarnos así y respetarnos todos los días de nuestras vidas, hasta que la muerte nos separe” Esos votos nupciales están flaqueando en tu corazón… Si bien lo nuestro no era perfecto, era nuestro, algo distinto, eso que no tiene replica alguna, que como todas las historias de amor ya antes contadas termino por hacernos daño, saboteamos nuestra propia felicidad al no comprometernos, no dimos todo por aquello que tanto decíamos querer, nos fuimos olvidando y alejando de eso que muchas veces juramos cuidar, dejamos que los malos ratos hicieran estragos en aquel puente que nos llevaba al paraíso.

¿No has comprendido?…

Que estamos en el tránsito de una edad a otra, en el crepúsculo de un periodo de la historia que fenece y en el alba, oscura aún de otro que comienza…  

Qué la edad madura. Ante todo, es un periodo de paradojas. En ella hay cambios e identidad, éxitos y fracasos, crisis y estabilidad, alegría y tristeza. Es una época en que se re­ducen las posibilidades y lo que antes eran potencialidades son ahora limitaciones.

Que la edad madura y la vejez la “tercera edad “son etapas de la vida humana no menos importantes que la juventud y la vejez... El escritor ruso llyá Ehrenburg, escribió al respecto antes de su muerte a los 76 años de edad “Ya llevo 15 años aprendiendo a ser anciano. Antes pensaba que los deseos se debilitan justo con las posibilades; luego empecé a comprender que el cuerpo envejece antes que el alma, que hay que aprender a vivir como anciano. Si, aprender a vivir en la vejez es una ciencia difícil pero necesaria: una vida larga tiene sentido solo si no te conviertes en una carga para tus parientes; de lo contrario, la vida misma se convierte en un fardo”

“Si queremos ser sanos, debemos expulsar todos los despechos del corazón” Los psicólogos afirman que ni siquiera en la edad avanzada es tarde para deshacerse de los rasgos negativos del carácter. Lo principal es dejar de agobiarse con la idea de que nadie nos necesita.  

Estamos donde somos…

No dejemos que la ira y el egoísmo se interponga entre la belleza de nuestras sonrisas; los abrazos y los besos… No dejemos que la soledad siga golpeándonos constantemente… Vivimos juntos…pero en camas separadas… Ante la sociedad somos una pareja feliz, pero la realidad es otra cosa, ya no somos nada… hoy sólo quedan cenizas que entre lo profundo del ser intentan débilmente arder, sin embargo, nos hemos empeñado en apagarlas por orgullo, porque a pesar del daño sabemos que nuestro amor nos mantiene cerca, pero el veneno del mismo nos separa, somos dos seres letales que por miedo a una catástrofe nos hemos obligado a estar lejos, sabiendo que deseamos estar cerca.

¿Qué hacer cuando el amor se acaba?

El cerebro está organizado para evaluar y entender el funcionamiento de los objetos, su relación con el resto de objetos, la importancia espacial y cualquier problema que se pueda plantear. Su programa está configurado para obtener una respuesta a «¿cómo lo podría reparar?» “Se nos acabó el amor, de tanto usarlo” Nuestra relación esta en cuidados intensivos y debemos aplicarle un “marcapasos artificial” urgentemente, para que no fallezca y así no termine en antipatía y omisión. Démosle otra oportunidad a nuestra relación…

Si. Eso es.

Con el objeto de resolver los conflictos sentimentales del pasado; debemos aceptar que aún nos queremos. Que hay sentimientos que no mueren, aunque las llamas de la hoguera se apaguen con la intensa lluvia de los días. No solo serán las palabras y los hechos los cables conductores (del marcapasos) que impulsen a la estimulación y oxigenación de nuestra vida sentimental; serán también los deseos mutuos de un cambio de actitud que se realice para sobrevivir como el “ave fénix” en el amor… Algún día cuando la catástrofe haya pasado recordaremos esta fría batalla, daremos por sentado muchas cosas y agradeceremos que todo esté terminado, probablemente en otro plano del recuerdo.

 

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