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Me apetece tanto ponerme a estudiar, como me apetece colgarme de un árbol por las pelotas.  Miro las hojas que están desparramadas en el escritorio, y casi me apetece tirarme por la ventana. Buena idea. Decido mirar por la ventana. Gran recurso del estudiante, observar a través del cristal un mundo que no puede disfrutar. 

En la calle un gato callejero pulula libre, sin obligaciones aparentes. También  veo al cretino de mi vecino con menos preocupaciones en la cabeza que ese estúpido gato. Lleva unos bermudas y una toalla al hombro. Irá a la piscina, y mientras yo muriéndome de calor estudiando en esta angustiosa habitación. Espero que se ahogue, sólo por pura envidia. Además, el cretino, va con una chica espectacular que debe estar tremenda en bikini. Y yo repasando una vez más leyes y artículos, con la única compañía de las chicas inanimadas que cuelgan de los póster de mi habitación. Tantos años de estudio y lo único que he aprendido es que la vida no es justa. Miro como se sube a su coche y se aleja, y decido que no fue tan buena idea eso de mirar por la ventana.

Mis apuntes siguen ahí, esperándome. Los miro nuevamente y pienso que si esas hojas tuvieran voluntad me pegarían un tiro, sólo para no ver más como mi estúpida cara los examina como un obsceno mirón a su dulce vecinita que no corre las cortinas. Antes siquiera de que haya leído una línea decido que lo mejor es coger fuerzas antes de reanudar con el estudio. Me dirijo a la nevera y cojo un par de botes de Coca-Cola, y algunas chocolatinas. Todo el mundo sabe que el azúcar es bueno para el rendimiento del cerebro.  El calor es asfixiante, menos mal que el refresco está bien frío. Le doy un gran trago antes siquiera de sentarme.

Vuelvo nuevamente a mis papeles, no sin antes comprobar el volumen de los folios previstos para hoy. Miro el reloj. No creo que me de tiempo a todo hoy. No debo ser demasiado exigente conmigo mismo. Al fin y al cabo, aquí estoy encerrado en mi habitación, mientras otros (por ejemplo el capullo de mi vecino) están tumbados en el césped mientras una preciosa y mojada muchacha acude a sus brazos. Debo concentrarme. Aparto de mi mente a mi vecino, su guapa acompañante y al resto de desgraciados que disfrutan del calor de este día de junio, mientras yo estudio. Ya estoy dispuesto a coger con fuerza el temario. Repaso de nuevo el volumen de folios fijados para hoy, y no me parece tanto. Quizás pueda hacerlo, sólo debo estudiar hasta tarde. Pero antes debo ir al cuarto de baño. Casi sin darme cuenta me he bebido un bote entero de Coca-Cola y necesito hacer hueco para el siguiente. Regreso del cuarto de baño (lo que haya hecho en ese cuarto de baño forma parte de mi intimidad y poco tiene que ver a lo que vengo contando) y me siento nuevamente frente a mis papelorios. De repente suena un pitido que me saca de mi concentración, antes siquiera de que pudiera usarla. Es el ordenador.

Enciendo la pantalla y compruebo que una de las películas que había dejado en descarga ya se ha bajado. Joder con las ganas que tenía de verla. Bueno, veré un rato. Sólo media hora. Cuando no han pasado ni cuarenta y cinco minutos venzo a la pereza y regreso a mis estudios. Miro de nuevo el reloj. No puedo creer que sea tan tarde. Bueno la mitad la dejaré para mañana. Los artículos suenan una y otra vez en mi concentrado cerebro haciendo funcionar todos los engranajes de mi cabeza. Pero este ejercicio mental no dura demasiado. Mi teléfono sonó y de nuevo salí de mi asombroso poder de concentración. Era Carolina. Me llama por si me apetece hacer algo. ¿Es que no sabe que estoy estudiando? Intento cortarla, pero cuando empieza no para. Hasta me empieza a contar algo sobre un pintauñas y su perro. A esta chica le afectan los estudios aún peor que a mí. Como puedo me libro de ella, y regreso a mi mar de letras. Miro el reloj. Vaya, que horas, y apenas me ha cundido hoy. Enciendo la luz artificial de mi cuarto y regreso al escritorio. Entonces escucho la voz de mi madre. La cena está lista. Bueno he de quitarme para cenar. Debo alimentarme bien si no quiero caer enfermo. Y es lo último que me faltaba, no puedo permitírmelo. Debo estudiar y no puedo perder ni un día. Bueno ya seguiré después de cenar. Aunque realmente tengo ganas de terminar de ver esa película. 

 

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