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Mi buen amigo lo desenrolló con cuidado, lo ojeó y su cara se iluminó con una gran sonrisa.

-¡Sí, es éste! ¡Es el Libro de la Vida!

***

-El amor no causa sufrimiento, ésa es una idea falsa de muchos. Lo que nos hace sufrir es el apego que conlleva el amor. Apegarnos a algo es dañino, apegarnos a alguien lo es más.

"Hay que amar, hay que querer, pero no convertir a ese ser en el objeto de nuestra felicidad. Menos sentirnos dueños o con derechos sobre ese ser, porque todo ser es libre, si no de cuerpo sí de espíritu, y querer no es atar. El error estriba en llegar a creer que sin el ser o los seres a quienes amamos seremos infelices. No es así. El amor y la libertad andan tomados de la mano.

"Lloramos, sufrimos, cuando perdemos al ser que amamos porque nos hemos apegado a él, no porque lo amamos. Cuando perdemos un amigo, una esposa, un hijo o una madre; lloramos por la ausencia física mas no por el sentimiento, porque el amor no muere.

"El amor es espiritual, por tanto es eterno, viene del corazón; mientras el apego es emocional, producto de la razón, es finito y muere. Es ésto precisamente lo que nos ocasiona dolor, el aceptarlo".

-¿Acaso se puede amar sin apegarse? -pregunté.

Julián respondió:

-Claro que se puede, es más, se debe amar sin apegos. El apego engendra temores, los temores engendran demonios a los que llamamos celos, tristezas, exigencias, angustias, tensiones, desengaños, reclamos, condiciones. Demonios que hacen sufrir a quienes se ama y a quien ama.

-¿Y cómo se puede amar sin apego?

-El fuego se combate con fuego. Como el apego es producto de tu razón, úsala en su contra. Piensa y toma conciencia de que a quien amas no lo necesitas para ser feliz, y que en caso de faltar, podrás vivir bien sin ese ser. Que mientras esté a tu lado lo disfrutarás, pero que algún día no estará. Nadie necesita a nadie para ser feliz.

"Los seres que amamos, la vida nos los ha cruzado en nuestro camino. Pero unos nos acompañarán más trecho que otros, rara vez alguno nos acompaña todo el recorrido. Porque cada quien tiene su propia senda que ha de seguir. Cuando esa senda es paralela a la nuestra nos acompañamos, habiendo momentos en que nos debemos separar.

"Tu lobo te acompañó desde aquel día en que intervino a nuestro favor. Cumplió con su misión, la que la vida le dio como cazador, y como guerrero a su manera. Ya se fue a un viaje sin retorno, así tenía que ser. Su espíritu estará en ti, en tus recuerdos, en tu amor".

Aquella noche en el castillo, luego de encontrar el Libro de la Vida, deslizándonos entre las sombras alcanzamos el jardín sin ser vistos por los guardias del Duque. Estábamos próximos al bosque que nos aseguraría la libertad cuando un par de centinelas nos descubrieron.

En la oscuridad se confundieron los gritos, las espadas y la sangre. Eran demasiados contra nosotros tres, o dos más bien, porque el viejo caballero se encontraba muy débil para dar combate. Una espada alcanzó mi hombro y una lanza la pierna del viejo. Pensé morir bajo las estrellas de Viena. Pero la vida quería otra cosa. De entre los árboles emergió como la más feroz de las bestias mi amigo lobo, que abalanzándose contra la media docena de guardias les mostró el lado más aterrador de su poderío, peleando una batalla que no siendo suya, nos permitió la fuga. Su última batalla. Su vida fue el precio por nuestra libertad.

Perdí a un leal amigo, a quien no sabía que apreciaba tanto hasta aquella noche. En verdad, amaba a mi lobo.

También perdimos allí a nuestros valiosos caballos, pues no nos podíamos dar el lujo de buscarlos en las custodiadas pesebreras del duque Leopoldo.

Como suponíamos que nos buscarían hacia el sur, en dirección a Roma, decidimos huir hacia el oeste, hacia Francia.

De carreta en carreta y otras veces haciendo largos trayectos a pie, atravesamos Estiria, Baviera, Sabia y media Francia. Ahora nos encontrábamos en la ciudad de Bourges.

Varias semanas huyendo habían diezmado nuestras carnes y huesos. Por fin estábamos fuera del alcance del Duque y de su socio el Emperador. Sin embargo, el sobrino de Celestino III cayó gravemente enfermo, lo que pudo ser debido a una infección oculta de la herida en su pierna sumada al debilitamiento por tanto tiempo de encierro.

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