Identificarse Registrar

Identificarse

Índice del artículo


Resonaron los bronces extranjeros de las campanas con repiques de Ira Divina, volaron enjambres de avispas de advertencia y se metieron en los miedos atávicos o picaron sentimientos de culpa; se dispersaron por todas partes los fantasmas de terrores religiosos con gemidos de torturas infernales, azotaron las emociones látigos musicales de hacer llorar cristianos y la carga melódica de los repiques febriles, interpretados por el prelado en persona, obligaron a todos los habitantes a orar de rodillas en los reclinatorios, los bancos de madera o el físico suelo que lastimaba el cuerpo “... por el perdón para nosotros por los pecados que comete y hace cometer ese hereje. Perdónanos Señor por nuestras faltas y las ofensas graves que cometen esos malvados liberales. Perdónanos Dios Nuestro por sus culpas y no envíes sobre nuestras cabezas castigos mayores, Señor, ten piedad de nosotros”.

Después de la lluvia de llanto de otro onomástica se encontró tirado en el suelo, mojado y temblando a un hombre vestido como los filipichines de las revistas que leen las señoritas. ¿Qué buscará por acá? Debe ser de familia importante por la ropa que trae puesta pero hiede a aguardiente. El hombre portaba reloj de oro y a su lado reposaban dos enormes maletas. Se pensó que podía estar muerto. Las beatas dijeron que por la noche se escuchaba como un gotear de lágrimas derramadas por personas tristísimas y los truenos eran suspiros del alma. El cura, que se auto impuso el título de Monseñor, llegó a investigar lo que sucedía atraído por la muchedumbre  y el forastero abrió los ojos, asombrado al sentirse traspasado por una fuerza que le rebulló los intestinos y le aumentó la resaca. Encontrando en el trayecto de su mirada una figura que le quitaba la visibilidad y arriba unos ojos extraños ubicados en un rostro adornado por una sonrisa maléfica que lo sobrecogió. Luego sabría que era un arcángel y el aura que lo circundaba el resplandor de un ser santo, santo, santo.

A partir del día siguiente, y durante todos los años que vivió en Quente, el doctor Jaime Ángel  practicó su profesión de médico, bebió hasta embriagarse con su constancia de alcohólico y fue amigo del que quiso ser amigo suyo. Días después de su despertar, supimos que era sobrino del sacerdote y este disculpó su adicción ante los importantes explicando que su hermana había huido del hogar paterno con un liberal del demonio. Este era médico y años después truncó la vocación sacerdotal de Jaimito obligándolo a ser médico, como él. El joven recién graduado empezó a tomar licor y jamás dejó de hacerlo. Esta historia me la contó él mismo y yo le creo porque tiene la misma cara de mi hermana, que en paz descanse. Y, “Fíjense como es de acertado para curar enfermedades, suturar heridas u operar sobre un camastro o encima de una mesa con el paciente amarrado y dormido a punta de aguardiente y yerbas para soportar el dolor, diría en público, y jamás deja de atender a quien lo llame”. De veras que el doctor era bueno y cuando murió dijeron que lo había matado el apodo porque lo apodaron “Cirrosis Ángel”. El mote se lo acomodó un alcalde que llegó dos meses después que el médico, por la época en que llegaron al mundo los segundos trillizos de Mercedes Fuquen porque los primeros se ahogaron con los vapores de la pólvora inicua y pagana quemada  durante la cuaresma, cuando el patrón celebraba el acontecimiento en el poblado. También llegaron al mundo Hermógenes, de Clotilde, Ernesto de María del Carmen quien esta vez ni se dio cuenta y descubrió su maternidad al escuchar el llanto del niño en el suelo; Nazareno del pilar de Engracia que seguía con los delirios religiosos. Los trillizos recibieron los nombres de Luis Ariel, Luis Gabriel y Luis Germán. Y Encarnación parió a Hernando.

Los ataques de palabra en contra de Santa Úrsula recrudecieron a causa de las malas relaciones que a nivel nacional sostenían los partidos. Los pueblos vecinos estrechaban el cerco sobre Santa Úrsula de los perdidos, único pueblo liberal de los seis donde tenía mujer don Frutos. Pronto empezaría uno de los tantos enfrentamientos civiles que se dieron en la república.

El alemán y el médico se hicieron amigos del alma porque el doctor era gran conocedor de perros pero no adiestrador. Las beatas los observaban desde las ventanas de la casa de Aminta y se daban cuenta de que el sobrino de Monseñor siempre llevaba aguardiente y tomaba todo el tiempo que duraba la conversación. El teutón bebía sólo en las ocasiones en que se iba de farra con Lola, la mujer que le recordaba a su esposa. Las tres asumieron la obra de misericordia cristiana de regenerar al médico, en la casa de Aminta le cedieron una alcoba y la vieja Rita Guavita, muchacha de servicio, se la ordenaba y mantenía limpia, además lavaba la poca ropa que había traído en las maletas, en estas lo que abultaba eran frascos e instrumental; por corto tiempo recibió alimentación en la vivienda, prefería engullir algo ligero y de afán por la calle. Su tío buscaba su charla entretenida y erudita; “Lástima que mi sobrino tome tanto”, comentaba. Las muchachas casaderas no perdían oportunidad de acercarse y coquetear con el joven y en plena calle, en contra de las buenas costumbres, por ser un buen partido y de la familia del párroco; jamás se le conoció mujer y aunque las malas lenguas decían que tal vez fuera  maricón tampoco se le vio con varón.

Grupos

Aprobación
5 Usuarios
Abierto
4 Usuarios

Están en línea

Hay 328 invitados y ningún miembro en línea

Concursos

Sin eventos

Eventos

Sin eventos
Volver