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Ir a: Crónicas angelicales – 1a Entrega

Sintió una explosión que recorrió todo lo que alcanzaba a percibir, toda la densa oscuridad en la que se encontraba retumbó y sintió, en realidad sintió frío, pesadez y miedo, sintió miedo porque no entendía lo que estaba sucediendo, después del relámpago, quedó sumido en aquella fría penumbra.

Se sentía débil, solo, no podía sentir a nadie mas que a si mismo, ya no estaba aquel fuerte vínculo con sus iguales, sintió algo tan extraño, tan incómodo que solo podía pensar en ello, esta nueva sensación lo desesperaba, justo cuando se hacía mas intensa, sintió a alguien mas; sin saber por qué, quiso alejarse, una corriente de energía recorrió la penumbra y aquella sensación se volvió aun mas intensa, de pronto, en esas tinieblas se escuchó un aullido agonizante, no como una sombra, pero tampoco se trataba de algo divino… ese aullido era algo mortal, algo humano…

Fue cuando sintió que alguien lo tocaba de nuevo, justo en el punto del que había escapado el aullido desgarrado, que Michael se hizo una idea de lo que sucedía, empezó a sentir su entorno, descubrió que se encontraba ahora en un estado corpóreo y que eso que sentía, que lo hacía pesado, era un cuerpo, un pedazo de tierra, era un mortal ahora. Haciendo uso de su memoria, pensó en la desesperante sensación y descubrió que se trataba de “dolor” un flagelo con  tantas clases e intensidades diferentes que azotaba a las criaturas mortales, de seguro ese dolor era el más grande que podría sufrir un mortal.

Pensó en el cuerpo de un humano, pensó en sus manos, y las sintió, titubeante y sorprendido empezó a moverlas, sus brazos, después de un momento, se hizo consiente de el cuerpo humano que ahora tenía. Con cuidado llevó sus manos a su boca, tocó su nariz y descubrió un extraño movimiento, estaba respirando, cuando se preguntó cómo lo estaba haciendo, aquella actividad se suspendió, después de un momento, se sintió mas débil y se tambaleó, fue entonces que entendió que estaba erguido, sosteniéndose en sus extremidades inferiores, sin saber cómo, empezó a respirar de nuevo y sintió un ligero alivio. Puso sus manos sobre su rostro, sintiendo su forma, sintió dos orbes en él, supuso que eran sus ojos… pero ¿Por qué no funcionaban? Todo era oscuridad ¿Acaso era así como veían los mortales?

Empezó a tocar sus ojos con insistencia, para averiguar que andaba mal con ellos, con la poca practica que tenía con aquellos miembros mortales, no hallaba que hacer para arreglar el daño. Un movimiento abrió uno de sus ojos por un instante, una imagen llenó su mente, un oscuro salón, alto y casi vacío, trató de abrir sus ojos de nuevo, después de un tiempo de practica, comprendió que era lo que lo impedía salir de la oscura dimensión en la que estaba atrapado, se trataba de los párpados de ese ente corpóreo, de ese humano…

Michael se sintió un ángel de nuevo, se sintió fuerte y brillante por un momento, un sonido hizo eco en el salón, pero esta vez no era un aullido, era más fuerte, pero no era nada parecido a una sombra, se trataba de algo que hacía brillar el aura humana, estaba riendo. Cuando entendió que no era un ángel, sino que por un momento su alegría había sido gigantesca, se concentró y con mucho esfuerzo abrió sus ojos. ¡Era humano! Un maravilloso, interesante, misterioso, débil y mortal humano, incluso su percepción se veía afectada, su nueva visión era tan limitada, pero era suficiente para conocer el lugar en el que se encontraba: un salón alto y solitario, lleno de sillas largas de madera, separadas en tres bloques por largos pasillos que llevaban a un altar, debía tratarse de una iglesia, esta en particular muy fría, Gabriel estaba sumido en sus pensamientos y deducciones sobre el “mundo gris” que no se había percatado de más sentidos que su tacto y su vista, así que no se esperaba el claxon y el rugido del motor de un automóvil que pasó frente al templo, por segunda vez, una ola de energía lo recorrió y lo obligó a moverse bruscamente de donde estaba, sus piernas se doblaron y su figura se recogió, con las manos instintivamente se brindó apoyo y cuando pudo, se puso en pie de nuevo, con algunos problemas para mantener el equilibrio.

Con la mirada en el suelo, observó curioso unas pequeñas manchas que hacían contraste con el resto del piso, se acercó con cuidado a las pequeñas manchas, las tocó y su dedo se manchó con ellas, sorprendido descubrió que seguían apareciendo mas de aquellos pequeños puntos en el suelo, miró al techo y no vio nada así que después de un tiempo de análisis, entendió que esas manchas salían de él, comprendió entonces que estaba sangrando.

Su vida se estaba escapando, era un mortal ¡y ahora se estaba muriendo! Alterado, sintió un cambio en su respiración, sintió un golpeteo en su pecho, y súbitamente sus piernas empezaron a moverse con fuerza, sin pensar, solo dominado por la angustia y nada mas, huyó de la iglesia. Su escape no llegó muy lejos, el ángel se vio obligado a pensar en algo más que su desesperación desbocada, se detuvo y sintió como su respiración ya no era un sutil movimiento, ahora se había convertido en una brusca agitación que movía todo su cuerpo, movió la cabeza de un lado a otro, en busca de calmar esa exaltación, pero su mente estuvo a punto de explotar cuando contempló el cielo nocturno, las estrellas no tenían comparación con los pequeños destellos sobre los que había aprendido alguna vez, eran maravillosas, así, descubrió que lentamente, su respiración era normal, sin dejar de observar el cielo, dio pasos hacia delante, torpemente, sus pies obedecían su mente y lo llevaban a otro lugar, en el suelo, algo se movió y Michael cayó, sin importarle eso, contemplaba el cielo como lo que era en realidad, alguien que por primera vez lo ve, recogió sus piernas y las tomó con sus manos, tenía frío, pero no le importaba, estaba observando las estrellas…

El descubrimiento resulto ser bastante simple, con su estado de ser divino, también se había ido la voluntad impuesta que lo mantenía atado, que hacía que sus pensamientos perdieran fuerza y que no pudiera actuar por si mismo. Fue mirando las estrellas que aceptó su vida mortal, fue sentado en el pasto, con las piernas recogidas, observando las estrellas con mirada profunda y brillante, que sintió por primera vez la lluvia, fue desnudo, malherido y feliz como nadie, que lo encontré, fue así como conocí a Michael.

Ir a: El Psicótico (Cronicas angelicales 3ra entrega)

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