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Hoy leí una noticia en El Tiempo, titulada “Senador estadounidense demanda a Dios por causar catástrofes en el mundo”. Creo que el sólo título de la noticia lo dice todo. Mi primera reacción fue estupor absoluto. Simplemente no lo podía creer. ¡Debía ser una broma! ¿Hasta ese punto llegamos?

Pero al leer el artículo, me di cuenta de la triste realidad. Era verdad. Un senador estadounidense, en pleno uso de sus facultados mentales y legales, demanda a Dios (el Creador del Cielo y la Tierra, nuestro Padre Celestial) ante un juzgado de hombres.

Es claro que, al profundizar en el artículo, es obvia la intención del senador de demostrar con este acto la ineficacia del sistema judicial en Estados Unidos. ¡Pero, hombre! ¿Cómo se le ocurre usar el nombre de Dios para eso?

No quiero que me vean como fanático religioso o como un defensor de Dios (estoy más que seguro que Él se defiende muy bien – y hasta mejor – sin nosotros), pero es que utilizar al Ser Superior (léase Dios, Alá, Buda, etc.) para demostrar errores en la burocracia terrenal ¡es el colmo!

Esto equivale a la pérdida absoluta de cualquier respeto por lo divino. Lo poco que nos mantiene a raya ante nuestra necesidad de cruzar el límite, es nuestra fe y respeto por algo que está más allá. No importa el nombre que le demos. Si ya nos sentimos con la suficiente seguridad como para “demandar a Dios”, ¿quién nos detendrá ahora?

Ni siquiera los ateos, y eso que durante mi infancia y adolescencia fui uno de ellos, cruzaron esta raya. Lo negaron, destruyeron templos, se mofaron, lo insultaron, pero nunca lo utilizaron como mofa para demostrar la ineficacia del sistema burocrático.

Pues el sentimiento de lo divino, la raya divisoria entre el bien y el mal está dentro de cada uno. Es esa pequeña voz – a la que con frecuencia no hacemos caso – que nos dice que lo que estamos a punto de realizar está bien o mal. Es ese sentido común que nos dice que la muerte no es el final (a pesar de que le temamos más que a nada) y que allá, en algún lado, al cruzar la barrera de la vida, nos espera un Ser Superior.

Cuando hacemos una demanda a Dios, nos damos el lujo de ponernos a la par con Él. ¿Quiénes somos para hacerlo? Todavía no comprendemos a la Humanidad y ya nos ponemos a la par con Dios. ¿Dónde queda la humildad y el recato? ¿Dónde queda el respeto por lo sagrado?

La verdad, me siento indignado con este suceso. No es por sonar fanático, pero si hemos de creer en un [[Armagedón]], después de leer esta noticia, me doy cuenta que ya estamos en él. El fin de los días está al alcance de la mano y todos tenemos boletos V.I.P. para presenciar la obra.

¡Que Dios nos ampare y favorezca!

 

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