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La Época de La Violencia

(ideas sacadas de varias fuentes)

La llamada época de la [[Violencia]] no se da como un hecho aislado o espontáneo; se veía venir. Se habla de “La violencia conservadora de 1946” y existe la tendencia facilista de atribuirle una sola causa: la causa partidista. Haciendo un análisis más pormenorizado se pueden enumerar varias casuales:

1.     La causa política: esta es la principal y por lo tanto va a la cabeza, en el número uno. En 1946 había triunfado el candidato conservador [[Mariano Ospina Pérez]] que superó en votos a los liberales [[Gabriel Turbay]] y [[Jorge Eliécer Gaitán]]; si estos hubieran ido unidos con un solo candidato habrían triunfado.
2.     La causa religiosa: las religiones, cuya principal finalidad es la de unir a los hombres, han sido en diferentes épocas un motivo para exacerbar los odios.
3.     La violencia como catarsis: en América Latina casi todas las revoluciones y todos los grandes movimientos políticos se han caracterizado por el desprecio por la vida humana como si con las matanzas quisieran renovar la humanidad y, en el caso de Colombia, librar el país de una especie que estorbara.

 

El baño de sangre

Los testigos sobrevivientes a cada etapa de la violencia en el país coinciden en que los métodos utilizados por los opositores en la contienda (de los dos o tres bandos en pugna) utilizan argumentos similares; a los opositores se les dan tres alternativas:

1.     La muerte
2.     El destierro (desplazamiento)
3.     La cárcel (en estos momentos se dan varias alternativas: el secuestro, el reclutamiento forzado o la colaboración irrestricta con uno de los grupos).

Para lograr el máximo de terror se falseaban testimonios y confesiones según el capricho del dirigente. La tortura es otro método de persuasión o de atemorización; En los sótanos del SIC funcionaba esta inquisición moderna. Por ejemplo los detenidos, completamente desnudos eran obligados a tomar asiento sobre bloques de hielo durante varias horas. Existía un terrorífico cuarto de interrogatorios con gran variedad de aparatos de tortura incluidos los choques eléctricos, porras, cachiporras, machetes, mangueras y otros instrumentos para golpear; garfios para desgarrar las carnes, agujas, clavos, etc. La tortura del alicate consistía en arrancar pedazos de carne del acusado con un alicate y, al final, los detenidos terminaban firmando lo que fuera sin leerlo, sólo para poner fin al sufrimiento.

Cada vez que llegaba un prisionero nuevo, era conducido a los calabozos entre dos filas de doce oficiales armados con sables, fusiles y palos para golpear al detenido de la peor manera hasta hacerlo rodar por las escaleras hacia los sótanos donde les esperaba mayor tormento. A los presos se los mantenía incomunicados, totalmente aislados de los seres queridos y se les hacían llegar noticias falsas de infidelidades de sus parejas, fallecimientos o enfermedades de sus seres amados con el objeto de desesperarlos.

Las mujeres que iban a visitarlos o eran conducidas en calidad de prisioneras tenían una suerte aun peor; fueron humilladas, violadas, vejadas, por lo general delante de su esposo, novio, hermano, padre para aumentar el sufrimiento y degradarlo lo más posible. Una de las más funestas raíces de la belicosidad y la agresividad humanas es la idea de que la verdad está de una sola parte y el contrincante pierde todo derecho a la réplica y a pensar diferente del opresor o del que tiene el poder. Los hombres, los partidos, los grupos tienen la persuasión de que poseen el privilegio de la verdad absoluta. Desafortunadamente en varias ocasiones La [[iglesia]] se pone del lado de uno de los grupos dando la impresión de que ese grupo es el de los BUENOS y por consiguiente el grupo opositor es el de los MALOS.

No hay nada más destructor que la fuerza ciega y tiránica de la pasión política. Dice [[Gustavo Le Bon]]: ”Por intenso que sea el odio entre los pueblos, no es jamás tan vivo como entre los partidos políticos de un mismo pueblo.” La rivalidad feroz de los partidos ha dejado millares de muertos, heridos, viudas, huérfanos, desplazados, desolación y tristeza. Se dice que el amor es ciego pero lo mismo puede decirse del odio. Hay una diferencia abismal: el odio no es capaz de ver las buenas cualidades del otro y el amor es incapaz de captar los vicios y defectos.

 

Testimonios

(muy personales de mi familia)

Por parte de padre mi familia proviene de Santander del Sur, uno de los sectores de [[Colombia]] más azotados por la violencia en todas las épocas de nuestra Historia. De allí salieron los Comuneros en 1781; por esos parajes se dieron algunas de las batallas más importantes en la [[Guerra de los 1000 días]], en fin, ha sido un territorio de guerras y conflictos; tal vez por eso el santandereano tiene fama de bravo, atravesado y peleador.

Uno de mis antepasados se llamó Rodolfo Tarazona Jaimes, mi abuelo, que llegó a la extraordinaria edad de 105 años y peleó en la guerra de los 1000 días (1898-1901) cuando era un adolescente de 16 años; en su larga vida fue testigo de la violencia nacional y mundial, veamos lo que pasó durante su larga vida:

  • Guerra de los mil días
  • Guerra con el Perú
  • Primera Guerra Mundial
  • Segunda Guerra Mundial
  • La Violencia del siglo XX  en Colombia
  • El 9 de Abril de 1948
  • La guerra de Corea
  • La guerra de Vietnam
  • La Guerra de los seis días (RAU vs Israel)
  • Otros conflictos armados menos famosos

El abuelo y su familia debieron salir huyendo de Guaca (Santander) a causa de su filiación política. Dicho pueblo era y es de mayoría conservadora y algunos Tarazona conformaban  una pequeña minoría Liberal. Un buen amigo les contó que pensaban prenderle candela a la casa cualquier noche, con todos adentro, y los nueve hermanos salieron huyendo una noche lluviosa rumbo a Bucaramanga. Su salvación dependió de varios factores: el primero, que eran una familia numerosa y apreciada por todos los habitantes durante toda la vida (entonces, alguien les avisó a tiempo), antes de que se metiera el virus de la discriminación partidista; el segundo factor fue que la familia Tarazona estaba dividida en liberales y conservadores y a la hora de tomar decisiones la sangre es más espesa que el Agua como decía el bisabuelo y la voz salvadora debió ser de algún familiar; tercero que entre los miembros de la familia había matrimonios entre personas de los dos partidos y, a pesar de la pasión política, no se podían destruir hogares de personas tan conocidas en el pueblo, así como así.

El padre de mi abuelo era conservador y había hecho el juramento de morir en su tierra pasare lo que pasare, de manera que cuando llegó el éxodo de sus hijos y familiares liberales, el bisabuelo permaneció en Guaca hasta el día de su muerte, pocos años más tarde. Parece que la violencia más aterradora se vivía en la zona rural de donde llegaban noticias alarmantes y cadáveres todos los días. Algunos muertos llegaban solos, atravesados sobre el lomo de una mula y atados para que no se cayeran, algunas veces con letreros ofensivos relacionados con su filiación política, por lo general habían muerto a machete o puñaladas, eso contaba mi abuela y se llenaba de rabia. Muchos años más tarde cuando quería ofender a una persona de la forma más ofensiva le gritaba: “Vos sos un jediondo godo miserable” (En Colombia se les dice godos a los conservadores).

Parece  que la situación en la capital del departamento no era mucho mejor, a pesar de la mayoría liberal de sus pobladores; como todos los Tarazona tenían espíritu aventurero siguieron su camino por trochas y de noche rumbo a [[Bogotá]]. Algunos hermanos se quedaron en los pueblos del norte de Boyacá y ese es el origen de los Tarazona Boyacenses. Tres hermanos llegaron a Bogotá y mi abuelo Rodolfo se estableció en lo que ahora se conoce como el barrio Alfonso López, muy cerca del estadio Nemesio Camacho “El Campin” donde instaló su carpintería, oficio en el cual se desempeñó hasta el fin de sus días.

Contaba el abuelo que por esa época (como 1945 o 1946) esos barrios no existían, todo eso eran potreros, no existía ni el estadio pero si Chapinero que era como otro municipio cercano de Bogotá.

Para el 9 de abril de 1948, fecha del tristemente célebre [[BOGOTAZO]], Rodolfo Tarazona tenía 64 años y se prendió del radio a escuchar los acontecimientos mientras hubo transmisión y desde el techo de la casa observaba las columnas de humo que se veían hacia el sur, producto de los incendios en el centro de la ciudad. Algunos de sus hijos si se arriesgaron a chismosear y se fueron a pie hasta el sitio de los acontecimientos. El centro estaba en escombros y los tranvías varados unos e incendiados otros, todo el centro de la ciudad estaba en llamas y los cadáveres se amontonaban en posiciones inverosímiles por todas partes. Los pocos automóviles que existían en la ciudad por la época no tenían por donde circular. Por la fecha del nueve de abril la abuela Amalia Espinosa (la madre de mi papá) ya no era la esposa del abuelo, para ser sinceros el viejo era un mujeriego de miedo y tuvo varias mujeres y una gran cantidad de hijos (dicen los que lo conocieron y tienen lengua larga que unos 32 hijos, de los cuales reconoció 14, entre ellos mi padre Leopoldo Tarazona Espinosa). La abuela Amalia estaba en la Vega ([[Cundinamarca]]) cuidando a mi madre Teresa y cuando llegaron las noticias del 9 de abril la viejita no sabía qué hacer. Como buena santandereana era bravía y peleadora y le hubiera gustado meterse en los disturbios entre la masa liberal para insultar conservadores y echar bala si fuera posible pero, como madre de mi papá Leopoldo y suegra de mi mamá Teresa sentía la obligación de cuidarla en trance de dar a luz a su segundo nieto.

Entre las ganas de ir a Bogotá a pelear o quedarse  a cuidar su descendencia ganó el deber maternal y prefirió enterarse de los acontecimientos por la noticias y rezarle a todos los santos. A pesar de ser una liberal bien arrevolverada era, también, una católica ferviente y mientras escuchaba la radio con todos los informes desastrosos, iba echando vivas al partido liberal y rezando el rosario frente al altar de turno, que llevó por todas las casas que habitó, hasta su muerte. Mi padre, Leopoldo, ese día fatídico del 9 de abril, preciso se encontraba en Bogotá, haciendo unas diligencias en las oficinas de la [[Federación Nacional de Cafeteros]], entidad para la cual trabajaba en calidad de inspector en el municipio de La Vega. Dichas oficinas quedaban en el centro de la ciudad y ya se había desocupado de lo que tenía que hacer cuando estallaron los disturbios. Él se encontraba en el sector de la Capuchina (carrera trece con calle catorce) tomándose unas cervezas con unos amigos cuando empezaron los gritos y el desorden en la carrera séptima con Jiménez, a siete cuadras de donde se encontraba. Mi progenitor no era cobarde, pero tampoco chismoso y cuando algunos de los clientes de la tiendita salieron corriendo a enterarse de lo que pasaba él se quedó sentado comentando con el dueño las noticias contradictorias que emitía la Radio Nacional. Cuando la cosa se puso fea, se acomodó el revólver que siempre cargaba y se encaminó hacia el norte, rumbo al barrio Alfonso López (que por la época no se llamaba así ni era barrio); después contaba que por el camino encontró grupos armados con machetes y escopetas gritando vivas al partido liberal y mueras a los godos HP, él se hacía a un lado siempre con el revólver en la mano, martillado para disparar en caso de agresión, caminó por la avenida Caracas hasta la calle 45 y allí enrumbó hacia la carrera 30 mientras escuchaba a lo lejos los gritos, los disparos, ruidos indeterminados mientras  el fuego y el humo empezaban a brotar por todas partes. Mi papá fue uno de los hijos del abuelo que, en los días siguientes, se aventuró con dos de sus hermanos (Roberto y Jairo Tarazona, ya fallecidos los tres) hasta el centro de la ciudad; el 9 de abril no se atrevió porque estaba solo y él mismo decía: “no soy cobarde pero tampoco soy pendejo…” cuando alguien le reprochaba no haberse quedado el 9 en el centro a fisgonear lo que ocurría. El transporte público estaba completamente bloqueado, los tranvías habían sido incendiados o volcados por la muchedumbre, los taxis de la época no transitaban por precaución o porque los conductores iban con los grupos gritando Viva Gaitán, Viva el partido liberal, Abajo Ospina y los HP godos. Como los tres iban armados se sentían relativamente seguros y después contaba mi viejo que con los revoltosos surgieron otros grupos de delincuentes comunes que asaltaban las viviendas y comercios desprotegidos alzando con todo lo que podían y después prendían candela al establecimiento.

Contaba también que uno de estos grupos les salió al paso gritando como locos y les pidieron lo que llevaban. Los tres Tarazona sospecharon que estos no eran revoltosos sino atracadores y como los tres llevaban ruana los otros no sabían que iban armados y se les lanzaron blandiendo tremendos cuchillos, como mi padre y sus hermanos iban con las armas en la mano listas para disparar eso fue lo que hicieron y cayeron tres de los cinco agresores, los otros dos partieron a correr. Pero si los atacantes corrieron, las presuntas víctimas  también y que se iban a devolver para saber si los caídos estaban heridos o muertos. Hasta el día de hoy es un misterio de familia si los tres que cayeron se pueden sumar a las víctimas de la violencia desatada en abril de 1948 o, por el contrario, se le hizo un favor a la sociedad.

Yo  no había nacido en esa fecha, era el bebé que esperaba mi madre Teresa y todos los personajes que he nombrado de la familia Tarazona que vivieron los hechos están muertos. Algunos sobrevivientes de la violencia de esa época no vivían en zonas directamente afectadas por el dolor y el sufrimiento y su testimonio se limita a decir que estaban vivos cuando ocurrió todo. Son personas que en este momento tienen más de ochenta años y podrían recordar con mucha claridad los acontecimientos si los hubieran vivido. Mi mamá Teresa que si vivió de cerca la violencia y está viva tiene principios de Alzheimer y casi no recuerda nada o se confunde y mezcla todos los recuerdos.

Mucho se ha escrito sobre la violencia en Colombia (y seguirá escribiéndose). No creo haber dicho nada nuevo pero si agrego el pedacito que le correspondió vivir a una parte de mi numerosa familia que, a propósito, tiene miembros de todos los partidos políticos y eso no causa ningún problema familiar. Parecemos una reunión de la [[OEA]] en pequeñas proporciones. Como me han llegado preguntas los remito a los libros DECADENCIA DEL PUEBLO COLOMBIANO de Horacio Gomez Aristizabal. Y LA VIOLENCIA EN COLOMBIA  De Falls Borda y otros.

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