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Hace no muchos años los únicos que se tatuaban eran los maleantes y cuando estaban en la cárcel, a falta de más oficio, se grababan unas figuras horrorosas, en especial un corazón atravesado por una flecha y las iniciales  de su amor. La mayoría de estos tatuajes se hacían con agujas comunes y cuchillas de afeitar y mientras la herida estaba abierta se echaba tinta china. Otros seres tatuados eran los marineros y algunos roqueros. Pero hoy, esta práctica está en auge y casi todo el mundo lleva una figura, o varias, sobre algún sector de la piel.

Las figuras que se graban sobre el cuerpo son infinitas: animales, paisajes, cosas, casas, símbolos, flores, retratos del ser amado, Cristo y vírgenes María (Las otras vírgenes son escasas en este tiempo), en fin cualquier tema es posible de ser tatuado y la calidad depende de la persona que lo haga. Como en todas las profesiones hay unos artistas espectaculares pero también chambones que hacen los dibujos mal hechos con el agravante que ya no se pueden borrar. Eso le ha sucedido a chicas muy jóvenes que se tatúan un animalito o una figura infantil y años más tarde sufren bulling de parte de sus amigas. Lo sé por la sobrina de una amiga que se tatuó un Piolín en un hombro y su novio detestaba ese pajarito. Ella nunca se lo dejó ver pero cuando decidieron casarse ya era imposible que tarde o temprano dejara de verlo, entonces recurrió a una solución extrema, un trasplante de piel.

Pero regreso al título del artículo. Como la duración de las relaciones de pareja ahora son tan efímeras, la mente de los enamorados funciona de manera ilógica, por eso dicen que el amor es ciego y va de la mano de la locura. Pues algunos de estos locos, creyendo que aseguran el amor de su vida con el enamorado del momento le piden, como prueba de amor, que se tatúe su nombre en un lugar bien visible como la garganta o los antebrazos. Muchos demuestran su amor eterno (Hombres y mujeres porque antes se tatuaban sólo los varones y ahora es por parejo) grabando con letras muy bonitas el nombre de su gran amor eterno: David, Luciana, Camilo, Daniela, Alejandra, etc.

Hasta aquí todo muy romántico y amoroso. El problema es cuando ya la relación no va más  y queda el nombre como testigo de un amor infinito que duró unos pocos meses y, en el mejor de los casos, dos o tres años. Viene el desespero para borrarse este dibujo incómodo y, en la mayoría de los casos, con malos recuerdos porque estas parejitas de afán no se han levantado de una manera madura y así como empezaron se terminan y viene la pregunta: ¿Cómo diablos me quito este tatuaje? Y a sufrir se dijo. Se ensayan líquidos y pomadas y tatuajes encima y nada, lo único que logran es quemarse la piel, ganarse una infección o crear una mancha negra horrible que no se sabe qué representa.

Muchachos, piénsenlo bien antes de marcarse como animales (las vacas y caballos llevan la marca del dueño), o hagan lo que hizo el hijo de un amigo que tenía una novia de nombre Sandra, muy común por cierto (el nombre, no la chica) cuando se acabó el noviazgo, y viendo los desastres en la piel de amigos y amigas lo pensó mucho y tomó una decisión que me parece adecuada y cómica. Desde hace unos cinco años hasta este momento, solo tiene relaciones con mujeres que se llaman SANDRA.

Edgar Tarazona Angel

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