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Sonó el teléfono. De inmediato conteste. Esperaba que fuera ella, su voz  quería escucharla, nuevamente. Desde hace tiempo, que la espero con anhelo. No, no, era su voz quién me hablaba ese momento por el auricular. Sentí rabia. Era sarcástico y egoísta su silencio. Quería odiarla, por todo lo que me ha hecho sufrir con su ausencia... Soy incapaz  de odiarla, y, menos de olvidarme por un momento de ella; mi cariño se desborda por mis venas y aumenta como la espuma del mar; cuando arremete su bravura en playas y arrecifes desolados. Cada día que pasa, siento que la quiero más; que es más fuerte mi desesperación por no verla. No es un capricho, aquel abnegado sentimiento. Todo lo suyo, su amor apasionado hasta el arrebato, fue lo mejor que hubo en mi vida. Mañana la seguiré esperando ansioso, como un autómata en el umbral de la puerta de nuestro hogar. Y, sin embargo…, a veces  me pregunto ¿Qué me reprochas? con tu obstinada ausencia; si aquella tarde, tu partida intempestiva me educo para que reconociera mis errores; para valorarte más como mujer, y, desde ese instante, avivar mi amor por ti; bella pasión, alma y carne asociada para el máximo de gozo, de libertad y de felicidad. La contrariedad de este sentimiento noble y puro es un desorden, puesto que las pasiones hostigadas por oscuras emociones vuelven “en forma recurrente, causando un doble desorden”. ¡Tengo tantos deseos de llorar, cuando pienso que la he perdído! Pero, no lloro. No, quiero expandir mi infelicidad por una pasión tortuosa. Quiero la felicidad y nada más.

 

 I

 

¡A veces, en mis ratos

 

de soledad intensa!

 

Llegan a mí los recuerdos.

 

Y, acaricio la esperanza

 

de volver a estar contigo;

 

reviviendo esos momentos

 

felices, que alguna vez

 

nos regocijó el alma.

 

II

 

Me imagino el jardín

 

donde retoñara la rosa mustia

 

de tu amor, con el rocío del alba.

 

Las límpidas nubes pasajeras,

 

que se vuelven grises… Y, cae la lluvia

 

lamiendo los cristales

 

de mi impávida existencia; 

 

carcomida por el fuego del dolor.

 

III

 

¿Cómo, no volver al pasado;

 

si, juntos vivimos esa ilusión

 

de amarnos, bajo el sol estival ?

 

Ahora, no estás conmigo

 

y extraño todo de ti, insomne.

 

No tenerte me empuja a concertar;

 

borrando de mí ese preciso instante,

 

que una vez me apartó de ti…

 

IV

 

Surgen de la nada recuerdos

 

amorfos, cerúleos y fantasmales; 

 

cuando laso te pienso 

 

en mi mente delirante.

 

La muda oquedad de tu ausencia,

 

desfila en procesión ante mis ojos;

 

cual livianas plumas se elevan

 

y luego, desbordantes

 

desaparecen al tiempo que lloro.

 

V

 

¡Y, sigues  allí perenne!

 

Arraigada tu existencia

 

a mi vida, condenándome a sufrir.

 

Un profundo desconsuelo

 

me enerva sentirte  cada vez

 

lejana; como un lucero nocturnal 

 

desvaneciéndose; solitaria en el cielo.

 

 

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