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No has cumplido aún mis cinco años de tarifa

pero diría que vales el doble del tiempo invertido

pues no hace mucho estuve sentado a tu lado

como si la silla de un aula volviésemos a compartir.

 

Te conocí redondita llevando papeles extraños para extraños,

agachando tu cabeza de manzana ante un grito innecesario,

callando la boca sólo para romper el silencio con lo necesario

y desempeñando a una jefa que ni tu misma obedecías.

 

Y cómo te ganabas la estrellita en esa destartalada oficina.

Ya sea mareando al ingeniero con la exageración de tu trabajo,

limpiando el desorden que el hacía con sus juguetes nuevos,

respaldando las palomilladas que rompían la monotonía de la tarde.

 

Aprendí a observarte sin mirarte cuando tú nunca me veías

y aprendí a escuchar tu mirada cuando te evitaba con la mía.

 

Enzarzas tu pelo negro cuando el aburrimiento te domina,

cantas tu melodía favorita como si en tu alcoba te encerraras,

mueves tu pierna simulando el compás de un reloj que no existe,

viajas kilómetros en tu mente cuando esa ventana se pinta de anaranjado.

 

Y son tus pupilas brillantes enmarcadas en tus ojos de linaza

las que me mostraron como las mamparas la pureza de tu aura

cuando me mirabas para decirme algo que sólo a ti te importaba

o cuando solía yo contarte algo que jamás te interesaba.

 

Es esa alegría tan burlona que te hace satirizar casi lo que sea

aquella que me hace imposible fruncir el ceño frente a ti.

Pese a que hierve mi sangre cuando estrujas mi paciencia,

me alegras cuando mi mal humor hace tropezar mi día.

 

Das tus manos a cualquier ser que te las pida

sin importar si hay espinas que irriten tu piel.

 

Pues qué mejor manifestación para el azúcar de tus manos:

Tan suaves como tu cabello cuando se despeina en el viento,

tan frágiles como el cristal de las ventanas que diseñamos

y tan delicadas que parece cierto que nunca tocaron el detergente.

 

Me intriga cómo piensas dejando en el sobre las emociones:

Sabes manejarte por la razón más allá de los impulsos,

casi nunca pierdes tu serenidad cuando la lógica se vuelve ilógica

y no te dejas llevar por terceros cuando sabes lo que quieres.

 

Analizas sin juzgar y si lo haces jamás condenas;

sabes cuando callar pero a veces quisiera que hables más.

Eres fácil de leer, no es difícil interpretar tu libro de dos páginas:

Es sencillo pero no por eso se ha vuelto menos interesante.

 

Eres tan alegre, tan espontánea y tan risueña

que siento celos cuando tu sonrisa no es para mí

 

Porque nuestros días son una contradicción sazonada de burlas

cuando incluso una cucaracha nos hace discutir hasta el almuerzo.

Me das la razón cuando acepto que tienes la razón

y te equivocas cuando afirmas que estoy equivocado.

 

Eres una de las pocas mortales que han visto más allá de mi coraza,

una de las pocas mortales que han soportado la presión de mis tenazas.

Como siempre te ruego no le cuentes a nadie de mi humanidad;

tengo el ego elevado pero tú sabes que es mi ego el que intento elevar.

 

Eres más que mi maestra pues dejaste de serlo cuando te hiciste mi amiga.

Y aún eres más que tal amiga pues eres mi compañera legionaria,

que con el rango de plata se ha rebajado hasta el bronce de mi armadura

para batallar a mi lado en esa bélica rutina llamada supervivencia.

 

Eres una buena persona pero no escucharás de mí un te quiero todavía:

Sin embargo has ganado para tu colección alguien que jamás te olvidará.

 

                                                                                           (Del Poemario: Carolina)

 

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