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Los intelectuales me reprochan
Por la simpleza de mis letras.
Mas les respondo con desdén,
Que no escribo para ellos.

 Le escribo yo al pueblo,
Que no ha perdido sus sentimientos.
Para aquellos del montón,
Que diferencian lo feo de lo bello.

 Que no han perdido la razón
Ante del oro el caldero.
Pensando con el corazón,
Y no por la plata el intermedio.

 Que no fueron arrasados
Por del dinero el deseo,
Quienes saben que la pasión,
Destruye y lleva al infierno.

Escribo para aquellos que conocen,
La diferencia entre lo malo y lo bueno.
Aquellos que no venden lo que son,
Por ser lo que otros quieren.

 Cuando se habla desde el fondo del alma,
Innecesarias son las frases rimbombantes,
Y menos escribir por escribir,
Tan sólo por ganar la plata.

 Es un tratado de comunicación,
Cada palabra, cada estrofa.
Donde se cuela el corazón,
Sobre el papel, gota a gota.

 No es sentarse con un diccionario,
Tratando las palabras adornar.
Y sobornar con ello al erario,
Aquel que te las ha de aprobar.

 Yo no escribo para las editoriales,
Aquellas que ven en mí dinero.
Escribo sólo para mí,
Y para aquellos que yo quiero.

 A los que quiero, es muy fácil deducir.
A mi familia, mis amigos.
Pero por encima de ellos está,
Mi existir eterno, el pueblo: mi vecino.

Y me pregunto con razón,
¿Por qué ellos gustan de mis versos?
Aquellos que rechazó el editor,
Por ser comercialmente endebles.

 Pero el pueblo sigue ahí,
Pendiente de la palabra del destino,
Aquella que les enseñó a vivir,
Y ahora es del comerciante el sentido.

 Y hoy, en aras de la libertad,
De preservar la democracia,
Encierran en cajas la verdad,
Si es que no arde en las llamas de la infamia.

 Y la palabra que fue liberada,
La reprimen editoriales sin cesar.
Ya que ellas encierran las verdades,
Por las cuales sus cabezas podrían rodar.

Yo sé que ahora, siglo veintiuno,
Cuando aun resuenan las palabras,
Son meros ecos de la libertad,
Ocultas detrás de un pasado.

 Ya que las palabras dieron el poder,
A aquellos que hoy lo ostentan.
Y por ellas, ellos han de perecer.
Y por ello, las mandan al encierro.

 A así como una vez fueron reprimidos,
Hoy se han vuelto represores.
Ya que adoptaron las leyes que una vez,
Renegaron dentro de sus corazones.

 La vida misma se encargará de corregir,
Aquello que una vez más ha sido torcido.
Tan sólo espero que el porvenir,
No repita de la historia el destino.

 
Martes 7 de abril de 2005

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