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Recuerdo cómo matizaba el sol su cabellera. Volvió la cabeza y nuestras miradas se encontraron un momento. Su nombre era Raquel, y desde aquel día soñé con ella despierto durante toda la primaria y la secundaria, embelesado con sólo mirarla y mudo ante su presencia. ¡Fue mi amor platónico! 

En cierta ocasión me las arreglé para abrazarla mientras bailábamos  y  declararle mi amor. Pero por perjuicios sociales mi amor nunca fue correspondido. Terminamos la preparatoria, ella ingresó a la universidad  y yo  me enrolé en el Ejér­cito… así seguimos cada cual nuestro camino.

Pasaron más de 20 años para volver a saber de ella por medio de un viejo amigo que vivía en mi ciudad natal. Él, me había contado, que ella, ya no vivía en la ciudad, desde su matrimonio con el estudiante de medicina que había conocido en la universidad; que era viuda porque su esposo había  muerto en un accidente de tránsito y que tenía dos hijos. Al Igual que ella, también yo conocí a otra persona: una jovencita a la que aprendí a amar, y con quien me case hace quince años y con la que sigo unido con dos hermosos hijos hembra y macho.

En los últimos años no había pensado en ella. Y un día una inesperada llamada me tomó por sorpresa. ¡Era ella, la voz inconfundible de Raquel; la mujer de mis deseos y de mis sueños, la juncal sirena de aquella época! estaba de paso en la ciudad donde yo vivía. Por ventura, me localizo  porque un amigo mutuo le había dado mis señas telefónicas.

Me alegre de escucharla. Luego de hablar de muchas cosas por celular; nos citamos en un bar para tomarnos una cerveza y hablar de mi amor que todavía le profesaba. Raquel, me respondió que ella también me amaba pese al tiempo y a la distancia. Que ese sentimiento lo había descubierto después de mi partida para el ejército. Y que luego lo  tuvo que ocultar para no contrariar a sus padres hasta que contrajo nupcias con el médico; su prometido de la universidad.

Hoy el tiempo vuelve a unirnos; me dijo, para darnos la oportunidad de amarnos… de terminar lo que la vida nos negó en un momento de indecisión. Y así fue… después de tanto tiempo mi amor platónico dejo de serlo, para bien de los dos en el presente.

Antes de que la dejara en un taxi, se volvió a mí y, mirándome un momento, me dijo” Esto lo deseaba desde hace tiempo: verte una vez más eran mis mayores deseos y estar contigo” con un beso en la boca se despidió, y su mano, ondeaba cual blanco pañuelo mientras el taxi se alejaba, diciéndome adiós.

Algo que quedó trunco en el pasado, se había concretado en el presente. Tarde o temprano el amor tenía que llegar tocando a la puerta del nido, como un ave viajera. Pero como todo en la vida pasa, pronto cesó mi embeleso por ella  y pude por fin reaccionar.  Emprendí el regreso a casa, donde mi mujer y mis hijos me esperaban.

 

                                                                                                            

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