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Hoy fui a la iglesia
De Nuestro Señor de los Milagros.
Vi devoción en los cristianos,
Vi el amor de todos los santos.

Yo acompañaba a un viejito,
Quién iba a comprar velones,
Para venerar a los santos,
Y saber de la lotería pormenores.

Pues, según él, es un mensaje,
El que le manda el Señor.
Tiene que ganar millones,
Y hacer Iglesias en Su Honor.

Y, durante cinco años,
Jurando que lo que cree es verdad,
Él juega, juega, juega, juega,
Sin descanso ni piedad.

Y nunca ha ganado un duro,
Pero no para de jugar.
Y las visiones tampoco menguan,
En un sinfín sin acabar.

Y nadie a él dice nada,
Todos respetan su sentir.
No es por lástima, ni nada,
Sino de los millones porvenir.

Pues el señor no ha dictado,
El testamento de su bien.
Y los pretendientes van aguantando,
Para después los dueños ser.

De nuevo el juego, y el silencio.
Y del pecado el perdón.
Por que está el fin del miedo,
Sin la aventura del amor.

No hay amor entre los seres,
Que lo dejaron abandonado.
El pobre rico gasta sus bienes,
Buscando ser afortunado.

Y los futuros herederos,
Tiemblan de ira y avaricia.
Pues juega en la lotería,
Lo que creen que les pertenecía.

Así que, sí, santos cristianos.
Sigan yendo a la iglesia.
Ya que su alma necesita,
Un respiro de su miseria.

Pero no pidan lo ajeno,
Tampoco que se olvide la maldad.
Pidan amar, amar al prójimo,
Y hacer del bien, realidad.

Martes, 14 de agosto de 2007

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