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Tengo muchos recuerdos de mi infancia, ya muy lejana, en Chipaque y uno de los más agradables es el de algunos bocados o comidas que se preparaban en esos tiempos y, como ahora no he vuelto, no sé si aun se encuentran todos estos exquisitos manjares. Hago un recuento de los sitios y las personas, con la salvedad de que se me quedarán por fuera de este artículo. Quiero advertir que estos recuerdos abarcan un tiempo comprendido entre 1948 y 1960. Por lógica todo ha cambiado en los siguientes cincuenta años.

Quiero empezar con el amasijo de mi tía Emilia Angel de Fonseca; allí se amasaba el mejor pan de la región, y de Bogotá bajaba gente a comprar los bizcochuelos, las galletas, el pan resobado, las galletas y el jamón de cerdo, entre otras delicias. No puedo decir con exactitud la dirección de la casa pero sí que quedaba a media cuadra del parque central, donde mi tía Rosario Angel tenía una tienda donde expendía los productos del amasijo. Y sigo llamándolo así porque nunca se le dijo panadería. Creo que el sabor especial de los artículos que allí se cocinaban se debía a que se cocían en un horno de carbón de leña y palos secos. Recuerdo algunas personas que ayudaban en estos quehaceres como la señora Sara Baquero, que después tuvo su propio negocio, una mujer campesina bastante gorda llamada Gregoria y otra señora Rita cuyos apellidos olvidé o jamás conocí.

En mis recuerdos gustativos está el sabor de las arepas de laja que amasaba y producía una señora llamada Carmen Julia a quien apodaban La Racha, ella salía a la plaza con un canasto repleto de sus deliciosas arepas y promocionaba con el grito de: Arepaaaas de lajaaa calienteeees, que jamás volví a encontrar con ese sabor y ese gusto especial. Otras arepas de mis recuerdos eran unas llamadas de mantequilla, pequeñitas, se diluían en la boca y solo alcanzaban para dos o tres bocados. Igual me acuerdo de los pandeyucas y los bollos de maíz pelao.

Conservo el nombre autóctono porque es el que tengo grabado en la mente. Si no doy el nombre de las personas que producían estas delicias es porque no los conocí o se me olvidaron. Para el final dejé el piquete chipacuno que en todas partes llaman fritanga… es lo mismo pero en mi pueblo de la infancia le decían y creo que le siguen diciendo piquete. La rivalidad gastronómica en este campo de la comida preparada a punta de marrano era con Cáqueza pero como yo era un niño no probé el de esa población y el de mi pueblo me parecía el mejor del mundo.

Los días de mercado, que en la época eran miércoles y domingo,  en la plaza central, los campesinos mostraban sus productos al consumidor sobre el físico suelo o en mesas artesanales pero, como este no es el tema quiero referirme a las señoras que vendían piquete en la parte inferior de dicha plaza. Mi preferida era la señora Elenita y si la memoria no me falla su apellido era Garibello; mi abuelita me llevaba a escondidas a comer su exquisita fritanga y digo a escondidas porque en mi niñez sufrí de todos los males y tenía prohibida dicha comida. La señora Yolanda Reina vendía piquete los otros días de la semana en la esquina superior de la plaza pero creo que eso ocurrió algunos años más tarde. También me encantaba su sazón y cuando ya maduro bajaba yo a Chipaque nunca dejaba de visitar su caseta.

Para terminar quiero presentar mis excusas a las personas que prepararon tantas cosas deliciosas que ya se me escapan de la memoria y quiero agradecer a todos los chipacunos que me leen y siguen leyendo mis artículos en Facebook en CHIPAQUE MI PATRIA CHICA.

 

Edgar Tarazona Angel

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