Llegábamos cansados a la hora del ángelus al rancho. "Canuto" contento nos recibía ladrando y moviendo la cola. La temperatura bajaba a medida que el sol menguaba por las hondonadas del rio Cauca. Veníamos del cementerio municipal donde quedaron inhumados los restos mortales de “Calixto” el compadre de papá. El cortejo fúnebre de amigos y familiares del occiso, fue muy concurrido y funesto debido a las circunstancias como se había dado su deceso y talvez por la notoria ausencia de “Omaira” su niña consentida recientemente secuestrada; que no pudo estar presente en el funeral y posterior sepelio. Ella, a lo mejor no estaba enterada de la muerte repentina de su padre por encontrarse ¿quién sabe dónde? en contra de su voluntad. O, Lo que es más triste y cruel; los bandidos de la FARC, estando en el monte la pusieron al tanto de la póstuma muerte de su padre por denunciante.
Hasta ese momento había sido un día más; gris, tenue y confuso. En el pozo de nuestras vidas la piedra de la discordia había caído y las aguas serenas hasta entonces, se inquietaron en un sentimiento de angustia, por el acoso represivo de un grupo de desarraigados sociales, responsables de un futuro plagado de incertidumbres. Las revelaciones de sus abusos hechas a las autoridades; les había causado molestias e inconformidades y como desagravio al hecho, comenzaron contra la población campesina un régimen de “persecución y muerte”.
Llevábamos así, varios años soportando un escenario de crisis global que afecta a casi todos los ámbitos de nuestras vidas. Cual acabásemos de salir de un sueño, comenzábamos la pesadilla de una nueva realidad de convivencia cotidiana con el terror. El miedo a la muerte se ha metido en nuestro día a día; acá y allá. Muchos compatriotas han caído muertos, víctimas de los “ajustamientos selectivos de cuentas” por una, u otras razones. Cada persona es un estamento social; tiene su rostro, su nombre, su historia, su sueño fincado en su terruño y el desplazamiento era entonces una respuesta al miedo como estética defensiva para salvar la vida; más allá de las situaciones administrativas y creencias religiosas; más allá de las causas sentimentales y económicas que se tienen que afrontar al abandonar de manera forzada y sistemática las tierras.
Mi padre sigilando su propio silencio, fue a sentarse en un tronco viejo empotrado junto a la puerta, a modo de banca. Miraba sorprendido como la casa de sus sueños se iba quedando sola y vacía en su interior. Unos cuantos trebejos envueltos reposaban fuera en el corredor; listos para ser transportados sobre nuestros lomos camino al terminal de transporte de “Marsella” con destino a la gran ciudad de “Bogotá” que nos atraía como imán a su seno de edificaciones de hormigón para bien o para mal.
Al unísono de los ruidos nocturnales de una noche tranquila sin luna, con voz queda casi sollozante; hizo la siguiente plática.
- Hoy, preparamos nuestras cosas porque debemos partir para lejanas tierras en el transcurso de la noche… No sabemos ¿hasta cuándo, vamos a estar por fuera? Nunca me imaginé que esto sucedería; tener que abandonarlo todo. ¿Porque? Por culpa del desamparo de un sistema democrático, anárquico, voluble e irregular que dejo el campo olvidado a merced de las organizaciones subversivas.
- Con nuestro exilio esta noche termina la historia de muchos años, vividos hasta hoy en este lugar…Mi patria ya no es mi patria porque muchos aportan para su destrucción y abandono. Quedándonos, afrontaremos retos de gran magnitud en un territorio hostil donde una sola familia no puede hacer resistencia a una realidad; ni a exigir respeto por sus derechos mancillados; situación difícil en estos momentos en Colombia: donde la fuerza de los acontecimientos, la impunidad de los hechos y la crudeza de la violencia van llevando poco a poco a concebir la unidad no como un simple deseo, sino como una necesidad practica de lucha.
- ¿Cuántos muertos tenemos por el simple hecho de manifestarse inconformes y protestar?; ¿Cuántos se han tenido que ir dejándolo todo? y ¿Cuántos más acaecerán por la misma causa sin compasión? No hay derecho [...] Porque la verdad sea dicha, el acto mismo de pensar y tener la posibilidad de optar por lo correcto es libertad; aun cuando prime la verdadera realidad por cuestionar sobre lo que es mejor o bueno realmente, que “si hoy estamos hablando, mañana podemos estar muertos”.
- Una de las primeras sensaciones que se tiene al emigrar por el fenómeno del destierro “huir, dejándolo todo de un día para otro” es el extrañamiento, la sensación de pérdida de la identidad, por la pérdida de estos referentes.” ¿Cómo podrán negar que en su concepto la política de tierra, de pan, de trabajo, de salud, de libertad, de igualdad y de cultura, de desarrollo acelerado de la economía, de dignidad nacional, de plena autodeterminación y soberanía, es incompatible con el hemisferio? ” [...]Cuando este cambio se produce de manera brusca e insensible, se percibe un sentimiento de “mismidad” que puede alterarse cuando las condiciones externas cambian.
El blanco vapor de las praderas, que en la noche se eleva al cielo entre el bosquecito que ocultaba nuestra casa; delante se avistaba moverse agitadas por el viento ligero; las ramas más altas de los árboles cual lémures entre las sombras. Las anémonas habían cerrado sus blancas corolas y doblaban sus tallos marchitos fatigados al ocultamiento del sol por el poniente. La melancolía del paisaje nocturnal, solo anunciaba la tortura de no saber ¿qué pasaría en adelante? los medios de subsistencia; los orígenes sociales, culturales; y vivir una situación inevitable de ruptura fratricida con el resto de familia y amigos.
Era cerca de la media noche, cuando partimos con nuestro bagaje a cuestas por el pedregoso camino de herradura, rumbo a tierras ignotas; marcados talvez por la incertidumbre que causa el miedo y la tristeza de dejarlo todo, solo por salvaguardar la vida; y, que bajo las corazas cinceladas de esta inopinada decisión corre el sudor frio de la inseguridad y la zozobra.
“Canuto” la mascota de la familia un “Staffordshire Bull Terrier” de tres años de edad; noble animal, fiel compañero y valiente guardián, se resistió al abandono y se unió a la caravana. Por más que insistimos dejarlo en su territorio, no quiso darse vuelta a la realidad. Husmeando agarró la delantera yendo y viniendo jadeante; corre que corre; ladra que ladra sin cansarse por las gravas y sotos del viejo camino como una libélula despistada... Después de caminar varias horas sin descanso; llegamos en la madrugada por fin al terminal de transporte de Marsella, Risaralda, mis padres; hermanos y yo; exhaustos y con los pies magullados por la caminata.
Acto seguido compramos los tiquetes de ida sin retorno para la ciudad de Bogotá. ¡En primera instancia, tuvimos problema con "el dogo" que no querían transportarlo! Pero al fin de cuentas el asunto se resolvió con la compra de otro tiquete y un dinero extra que mi padre le dio al conductor por permitirnos llevar a “Canuto” con nosotros... después de ocho largas horas de viaje, embutidos en la panza de un ómnibus devorador de caminos; conviviendo con distintas sensaciones; el automotor comenzó a descender por la cumbre desolada de la ardua cordillera... Y, al rato ¡Qué sorpresa! Allá, a lo lejos, en el horizonte incierto, por primera vez, divisábamos la sabana y en su superficie explayada alojaba la gran urbe llamada “Bogotá” la ciudad más grande de Colombia.
¡Dios mío! Lo que sentimos en ese momento no fue alegría sino susto y una angustia existencial de ansiedad e impotencia. Estábamos próximos a llegar a ese desconocido lugar sin saber a dónde; no teníamos familia ni amigos; nadie nos esperaba. Lo cierto es que en ese distrito comenzaríamos un nuevo "propósito de vida" sin precedentes, que nos haría olvidar los prejuicios que la "violencia" injustamente nos fijó.
El “desplazamiento forzoso en Colombia: un camino gris sin retorno a la pobreza ” un fenómeno migratorio cuya génesis radica en multiplicidad de causas inherentes a situaciones de “miseria; explotación; analfabetismo; salarios de hambre; desempleo; política de represión contra las masas obreras; campesinas y estudiantiles; discriminación de la mujer, del negro, del indio, del mestizo; opresión de las oligarquías; saqueo de sus riquezas por los monopolios yanquis; asfixia moral de sus intelectuales y artistas; ruina de sus pequeños productores por la competencia extranjera; subdesarrollo económico; pueblos sin caminos, sin hospitales, sin viviendas, sin escuelas, sin industrias; sometimiento al imperialismo; renuncia a la soberanía nacional y la traición a la patria” [...]
Para quienes viven esta afrenta es como un castigo de injusta medida sin haber cometido violación alguna para el Estado y la sociedad es oler la amargura de una derrota política que se han mantenido indiferentes e insuficientes de cara a los avatares de la guerra. “La ausencia del Estado ha sido una de las más corrientes explicaciones del origen y persistencia del conflicto armado en el país, especialmente en las zonas rurales más apartadas”.
Esta historia continua...