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Historias de robles (2): El mosco ganador

Poco tiempo después de que Henry Ford y sus competidores organizaran la producción industrial en cadena de sus autos y camiones en los Estados Unidos, empezaron estos a circular por los rudimentarios caminos entre las montañas de Colombia. No demoró la creatividad criolla en adaptar y diseñar una pintoresca carrocería para camión, que facilitara el transporte tanto de gente con sus animales domésticos como de carga, fabricada en madera la mayor parte, abierta al costado de las bancas y con una fuerte plancha en el techo de modo que resistiera el peso de gran carga y más pasajeros. A este típico bus o camión lo llamaban “escalera” en el occidente y “chiva” en las demás regiones del país. Todavía hoy se ven, aunque ahora más como bus turístico.

Los principales pueblos antioqueños contaban con sus flotas de escaleras, medio de transporte indispensable que unía a los pueblos entre sí y con la capital del departamento, Medellín. Estos pictóricos camiones impulsaron el comercio y desarrollo del país como nunca antes se había visto, pues llegaban hasta donde no alcanzaba el ferrocarril, donde sólo las mulas podían, gracias a miles de temerarios conductores o choferes y sus ayudantes.

Uno de estos valerosos hombres, en su momento joven ayudante de una escalera de la flota de Carolina y al que apodaban “Chispas”, a mediados del siglo XX, en un viaje de regreso desde Medellín casi ocasiona un grave y formidable accidente.

Aquel día transportaban sobre el techo de la escalera un lujoso ataúd para un rico del pueblo que había muerto la noche anterior, pues los mejores carpinteros especialistas en las más adornadas mortajas estaban en Medellín. Arrancó el bus escalera con pocos pasajeros, pero por el camino como de costumbre paraba a recoger muchos más. Al ir subiendo ellos preguntaban de quién era el féretro, Chispas quien cobraba el pasaje y ayudaba a trepar tanto la carga como a la gorda matrona que difícilmente lograba vencer la gravedad, o al campesino de corta estatura para quien el primer peldaño le quedaba arriba de su ombligo, les respondía en pocas palabras que la caja mortuoria era de don fulano de tal.

¿De quién es el ataúd?, preguntaban una y otra vez los nuevos pasajeros que subían a lo largo del camino, y Chispas o los otros ya informados viajeros contestaban que de don fulano de tal… y así durante los primeros kilómetros del recorrido.

De un momento a otro se soltó un fuerte aguacero. Chispas sin vacilar, estando sólo sobre el techo del camión y en vista de que no se veían potenciales pasajeros adelante en la carretera, decidió buscar refugio dentro del ataúd. Cerró la tapa sobre sí para evitar el agua. El cansancio lo venció y se durmió de inmediato.

El bus escalera continuó su marcha y recogía cuanto pasajero le hacía señas al conductor, llovía copiosamente y todos se embarcaban rápido, aunque sin dejar de preguntar quién era el muerto. Don fulano de tal, respondía algún vecino. Pronto se llenó la escalera y los nuevos pasajeros tenían que encaramarse sobre el techo. ¿Quién es el fallecido?, preguntaban. Don fulano de tal, contestaba alguien. Ese día se encaramó al techo mucho viajero.

Había escampado hacía un buen rato y la escalera, repleta de gente, gallinas, perros y uno que otro cerdito, continuaba su lento rodar. Algún brinco o golpe en el ataúd despertó de su profundo sueño a Chispas, el que acordándose del deber abandonado abrió abruptamente la tapa del féretro y sentándose preguntó: -¿Hace mucho dejó de llover?… 

El chofer sólo vio que la gente en medio de gritos de espanto saltaba a ambos lado de la carretera, el pánico es sumamente contagioso, los de abajo imitando a los de arriba también saltaron… El conductor frenó en seco,  los animales y la carga que estaba encima pasaron volando ante sus asustados ojos… El ataúd aterrizó sobre el capó. El único que quedó sobre la escalera fue el asombrado y somnoliento Chispas.

Afortunadamente ninguna persona ni animal sufrió heridas graves. Sólo el ataúd se magulló un poco, pero nada importante que el occiso pudiera reclamar.

Chispas años después fue ascendido a conductor de escalera en la flota. En uno de sus viajes atropelló una mañana a una gallina de una pequeña finca del camino, confiando en que ningún viviente de la prediecito lo hubiera visto siguió de largo. En la tarde cubriendo la ruta de regreso aceleró para pasar rápidamente por el sitio de su plumífera víctima, el pecado acobarda, se dice. No vio ningún cuerpo del delito (accidental), pero en su lugar estaba una colosal matrona parada en la mitad de la carretera con los brazos cruzados a modo desafiante, la que lo obligó a detener el camión. Se desarrolló una agitada escena más o menos así:

CHISPAS: ¡Vieja bruta, casi la atropello!

DAMA: ¡Sí, grandísimo hijue…  igual que como atropelló a Mirta esta mañana!

CHISPAS: ¿Mirta, cuál Mirta, de qué habla vieja loca?

DA… MEJOR LLAMEMOSLA SEÑORA: ¡No se haga el hue…! Mirta era mi mejor gallina ponedora.

CHISPAS: ¿Ponedora de qué?

SEÑORA: Pues de huevos, malp…

CHISPAS: Señora, cuide su lenguaje que está ante un caballero.

SEÑORA: ¿Dónde está el tal caballero que no lo veo? Mirta, mi gallina ponía un huevo diario sin falta… (Empieza a llorar la finquera). ¿Cómo vamos a arreglar, a ver cómo? (Enojándose de nuevo).

CHISPAS: ¡Ah, pues arreglémosla sudada con papa y yuca, que queda muy sabrosa!

(Todos los espectadores, los silenciosos pasajeros, estallan a carcajadas, lo que enerva más a la campesina.  Levanta ella un brazo a manera de señal y de inmediato tres pequeños pillos, sus hijos, lanzan sendas piedras contra el vidrio parabrisas del camión, volviéndolo trizas)

CHISPAS: ¡Vieja loca, qué hizo! La escalera no es mía y el parabrisas vale cien veces más que la put… gallina. ¡Tiene que pagarme el vidrio!

SEÑORA: Yo sí se lo pago.

CHISPAS: ¡Págueme entonces!

SEÑORA: Después de que me traiga otra gallina igual de buena ponedora.

Chispas esa tarde cuando llegó a Carolina, fue y buscó un amigo que tenía un gallinero, el que tras enterarse de lo sucedido le vendió barata una desgarbada gallina que pocos huevos ponía. Al día siguiente se la entregó a la finquera, ocurriendo un nuevo diálogo más o menos así:

CHISPAS: Aquí tiene su maldita gallina, ahora págueme el vidrio parabrisas.

SEÑORA: ¿Y esta gallina sí es tan buena ponedora como era Mirta? ¡Ella ponía uno diario!

CHISPAS: Se lo garantizo, créame, me costo un dineral esta fina gallina. Ya verá cómo a partir de mañana pondrá un huevo todos los días. ¡Ahora, págueme el vidrio!

SEÑORA: Bueno, yo no tengo dinero, soy una pobre viuda con tres niños, pero soy honesta. Así que pase todos los días por aquí y le daré cada huevo que ponga la gallina hasta que la deuda quede saldada…

Para leer más "Historias de robles", entre al blog Territorio 64:
http://territorio64.blogspot.com/

 

Historias de robles (4): Una novia para tres

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