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       Fue el 16.05.2007. Aquella mañana me cambió la vida. Una fuerte presión en mi pecho, acompañado de un rugir de mi corazón, me llevaron a la emergencia. Entre túnicas blancas, máquinas que invadían mi cuerpo, análisis y resultados urgentes, decidieron dejarme internado. Mi esposa con su presión fuera de control, corría de un lado a otro, para conocer la verdad de la situación. “Lo estamos evaluando, seguirán los estudios, veremos las próximas 24 horas”, eran las respuestas poco concretas de mi estado de salud.

    El médico de guardia visita mi cuarto,  con voz impuesta y tratando de bajar las revoluciones de mi mente, me fue franco y me dijo: “Su situación en estos momentos es muy delicada, su corazón ya no es el de antes, y por varios días lo tendremos entre nosotros”.

  ¿Qué pasa Doctor?, ¿Es tan grave mi situación? Con su estetoscopio en su mano derecha, respira profundo, expresando con nombres técnicos mi situación. “Le agradezco doctor que me hable claro, sin rodeos, debo conocer mi futuro”.-

  “A partir de hoy tu estilo de vida debe cambiar. Tienes el corazón dilatado, un bloqueo eléctrico, y posiblemente una fuga en la válvula mitral”. ¡Que panorama Dios mío!, me dije. El médico siguió sus indicaciones; “nada de sal, nada de grasas saturadas, etc. etc., y unos días más te dejamos entre nosotros para control, para bajar el aumento de líquidos que tienes en tus pulmones”

   Me aferré a Dios, y  me entregué confiadamente en la ciencia.  Los diuréticos por vía intravenosa, me llevaban largo. Jamás había pensado que lograría la perfección en la música (violín), que me acompañó todos los días de mi internación.

   Los amigos, la familia, y principalmente mi esposa, fueron mi compañía. El día sábado por la mañana, me visita el cardiólogo. “Te veo mucho mejor Mario, seguramente en la tarde te daremos el alta, con un estricto tratamiento, acompañado de una extensa medicación.”

  Pastillas de mañana, a medio día, de tarde y en la noche. Según los controles cada tres meses, mi corazón iba mejorando. Pero las pastillas seguían. En una visita periódica que hice al cardiólogo le pregunté: “Doctor por cuanto tiempo debo seguir tomando esta medicación”. El profesional sin dudar un instante me contestó: “De por vida”.

  Que terrible me dije a mi mismo: “Me atraparon las pastillas”

  Pero hoy Gracias a Dios puedo decir, que gracias a ellas, les estoy contando esta historia,  y se las entrego de todo CORAZÓN.

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