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Parece que esta especia que estaba en via de extinción ya se extinguió. Con seguridad los lectores jóvenes no sabrán de que estoy hablando porque muchas de las costumbres de sus padres y abuelos ya desaparecieron de la vida en comunidad y los eventos sociales. Este personaje, por lo general un caballero joven, se aparecía en las fiestas y reuniones familiares cuando parecía que los temas estaban agotados.

Hablo de las fiestas normales en el pasado, sin luces parpadeantes, sin volumen estruendoso y sin equipos de sonido de alta fidelidad. El equipo casero era una radiola y la música venía en discos de 33 rpm (revoluciones por minuto). Es curioso pero, en las fiestas sociales de estos años del siglo XXI siguen sonando los éxitos de hace cuarenta y más años: Rodolfo Aicardi, Los Corraleros de Majagual, Fruko y sus tesos, Los Hispanos, etc. Bueno, regreso al tema.

El declamador hacía su entrada triunfal cuando se repartía la comida y el baile entraba en receso; por lo general era un muchacho tímido, invitado por la dueña de casa que lo estimaba mucho y le gustaba escuchar los poemas que interpretaba con voz clara y mucho sentimiento. Porque este era el oficio y el éxito del declamador, interpretar en su voz y ademanes las poesías escritas por otros y, algunas veces, una de su propia autoría. La lista de poemas era extensa pero quiero dejar en este artículo los  títulos de algunos, dejando en claro que los declamadores no abundaban y todos tenían el mismo repertorio:

üEl duelo del mayoral

üEl seminarista de los ojos negros

üPorque no tomo más

üNocturno 3 de José Asunción Silva

La poesía popular de los años sesentas tenía una mina de poemas inmensa y hubo declamadores que grabaron discos como el indio Duarte, argentino y el indio Rómulo, colombiano; este último poesía costumbrista. Pero retorno a los declamadores de fiestas familiares que, por lo general eran muchachos introvertidos, flacuchentos y tristes que poca suerte tenían con las mujeres y se refugiaban en la poesía lacrimosa que aprendían de memoria y no desaprovechaban la oportunidad de soltarla en cuanta reunión estaban con beneplácito de las mujeres maduras que lloraban escuchándolo, el aburrimiento de los caballeros y las risas disimuladas de los adolescentes de su edad.

Cuando la dueña de casa lo anunciaba el declamador aparecía de la nada; hasta ese momento nadie había notado su presencia, así eran de fantasmales y de flacos; cositas de nada dirían algunos señores; pasaban al frente o el centro de la sala, carraspeaban varias veces para aclarar la garganta y soltaban el chorro de versos anunciando el título del poema y el nombre del autor. Todo quedaba en silencio mientras la voz clara y bien modulada del joven desgranaba las palabras de amor y sufrimiento. Al terminar algunas señoras lo abrazaban con lagrimas rodando por sus mejillas llenas de maquillaje; las chicas lo aplaudían y los hombres le decían: muy bien muchacho, lo felicito, usted es muy bueno y otras carajadas parecidas.

En la vida cotidiana estos muchachos pasaban desapercibidos, eran poco amistosos y andaban metidos de cabeza en los libros de poesía; de preferencia todos los poetas sentimentales cuyos nombre he olvidado pero, también, grandes como García Lorca, Neruda, Bécquer, Barba Jacob, y muchos más. Eran verdaderas enciclopedias de la poesía castellana y en sus colegios también tenían sus momentos de gloria en las izadas de bandera y reuniones especiales como grados, fiestas de la madre, del padre y otras que abundan en nuestra Colombia. Hasta en su casa eran prácticamente desconocidos porque no congeniaban sino con la abuela. Yo tuve varios amigos declamadores que con el tiempo se dedicaron a otras actividades más prosaicas, como trabajar.

Ahora existen declamadores de multitudes que más parecen políticos en campaña. Pero ese chico temeroso, introvertido, que aparecía en las fiestas de pronto, como un fantasma, para soltar su cascada de palabras de amor, ese ya desapareció,

Cuando la tecnología inunda el planeta y se pasa de los discos de acetato de 78 y 33 RPM a los CDs, los casetes, betamax, computadores portátiles, teléfonos celulares, TV satelital y otras maravillas de la ciencia y la técnica, por derecha desaparecen varios especímenes humanos como el declamador de fiestas y reuniones sociales. No sé si ya escribí otro artículo sobre personajes de la vida cotidiana desaparecidos pero, lo haré en una próxima entrega.

Edgar Tarazona Angel

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