Tal vez eso no lo sabes tú, porque nunca has leído a Rilke, y a lo mejor has leído demasiado poco, aunque si estudias en vez de publicidad, comunicación social, ahora que releo por quinta vez esta mitad de notas que dejaste, deduzco que eso es lo que realmente estudias y de allí nació la confrontación de los valores erróneos inculcados de una forma exagerada por tu familia, con los valores generales y visión de vida de intelectuales que obviamente debes saber más que papá y mamá, y esto debió ser una de las tantas verdades que te han dejado a mi forma de ver, en esa ceguera de confusión. Creías que solo papá y mamá sabían del mundo, no dejaron que lo averiguaras tu misma, pero no contaron que en la carrera de comunicación social se leen libros. Por ser tus progenitores unos buenos extranjeros, muy trabajadores pero analfabetas, en el sentido de que tu madre debe leer únicamente HOLA, y de vez en cuando una que otra historia religiosa, y tu papá compra en cambio la INTERVIU, y se sienta plácidamente a ver el fútbol de los sábados por la tarde, mientras que tu mamá o está tejiendo o rezando el rosario, y tu te encuentras en medio de ese hueco afuera de la vida, no comprendiendo como dejaste de cuadrar en el marco familiar la que habías pertenecido desde tu nacimiento.
Porque esta labor de Sherlock Holmes que asumo al figurarme tus manos, me hace percibir la desesperación en los rasgos de nacimiento de estas letras, paridas por una estilográfica y unas manos temblorosas. Aquí no hay musa mi querida María E., hay desesperación, una profunda tristeza, y una gran E de esperanza, tal y como lo dice la última oración, la última para mis ojos puesto que no tengo lo que creo debe ser la continuación o lo que debió ser un comienzo, “de juntarme a esa anada callejera, feliz y cruel de la libertad”, simbolizas esa precaria noción deprimitiva libertad en unas cuantas patas y rabos despreocupados.