Poco a poco se fue acostumbrando, no le costaba nada tener la casa limpia, oliendo a durazno como quería Cristian; a diario solo esperaba la noche para ver como Cristian se desprendía de la ropa, y poder sentir su cuerpo cálido abrazarla, disfrutaba esos días como si fueran únicos por que si a Cristian o algo no le había salido bien en el día se desquitaba con ella y el sexo no era tan placentero.
Cuando Agustina se sintió mas en confianza le reclamo a Cristian el trato –estoy harta de que me trates así, de que me golpees cuando algo no te gusta, de que me humilles –
-hay chiquita yo te quiero, lo que sucede es que no entiendes tener la casa limpia no es tan pesado como lo que hago, además no estas acostumbrada a la ciudad, si tu salieras te aseguro que regresarías como yo y yo que te amo tanto soportaría cualquier cosa para que estuvieras bien pero si eso te molesta lo haré menos-
Agustina lo creía por que se lo decía sonriendo, y acariciando su mejilla con ternura.
Un día a Agustina se le ocurrió ir a dar una vuelta aun cuando tenia prohibido salir, al doblar en la esquina vio como Cristian besaba a un hombre, sus puños se cerraron y sus uñas se comenzaron a enterrar en su piel, regreso rápido a la casa, furiosa llamo a sus hermanos y les pidió que fueran por ella, sentía rabia, odio, tenia ganas de matarla, recordó las peleas que tenían al principio, como Cristian la golpeaba si no se arreglaba, como le repetía en cada pleito que nunca le iba a ganar pero cuando la vio entrar su coraje se desvaneció
--Ya llegue chiquita, me voy a dar un baño. Dijo acariciándole la mejilla –
Agustina sintió aquel temblor en las piernas, como cuando recibió aquel beso en el pueblo y por el olvido todo, sirvió la cena, se rió con los chistes de Cristian, y se mojo imaginando las deliciosas caricias que le esperaban al terminar la cena.
-Ahora se por que te gusta tanto el durazno, es por que tienes el mismo color del durazno, tu piel es aterciopelada y cuando te abres veo un color de semilla tan rojo como la de un durazno maduro- Cristian abrazo a Agustina por fin había encontrado lo que buscaba.
Cristian despertó por un ruido y al incorporarse y abrir los ojos vio un arma frente a ella, gritó al tiempo que Camilo jalaba el gatillo, Agustina despertó por ese grito y solo pudo gritar un ¡no! Largo y desesperado mientras sus ojos comenzaban a derramar lagrimas
--¡Que no era eso lo que querías, que no querías ver el cadáver de esa mujer que te robo, que no para eso llamaste a tu casa!
Agustina miro por última vez a la que fuera su amante, sus manos se abrieron lentamente, la miro por un largo tiempo, intentaba entender, y el brillo de sus ojos crecía conforme pasaban los segundos, se acostó junto a ella y susurro a su oído una corta despedida mientras creía percibir que la casa se inundaba con el aroma del durazno –no te preocupes, regresare al pueblo y traeré a alguna chica que sepa tener la casa como a ti te gustaba, se levanto llamó a la policía y cuando todo termino fue al pueblo a cumplir esa promesa pero sobre todo regreso allá en un intento de cambiar lo que era, para aclarar su mente y calmar sus deseos y mas aun para mantener en su mirada aquel brillo que le mostraba a Cristian que ella había ganado después de todo.