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El parque estaba inundado de hojas verdes naranjas y rojas, caminos creados por los pasos urbanos eran la guía para cada visitante de tan reciproco lugar.


Me senté a lado de una leyente, esclavizada por unas 350 hojas de intriga, amor, suspenso y confusión que reinaban su mirada aterradora casi hipnotizante, demostraba un interés que influía a pensar que por cada 3 hojas leídas eran 6 las que ella analizaba en su mente, esto lo note por las miradas perdidas hacia el cielo que sin poner atención otro diría que contaba una a una las golondrinas de las 6 inmigrando al sur, pero no era así, ella estaba pensando sobre aquel mago del papel, el escritor de su libro.

 

Me cogió fuera de conciencia cuando lanzo una mirada que encandelillo mis ojos, casi como si fuera un faro el que había volteado hacia mi, rápidamente un movimiento de muñeca cambiaba las paginas, sin dar chance a dejar no una sola palabra huérfana, ninguna fue desperdiciada. El movimiento de sus hermosos ojos azules radiantes, seguido por su murmuro labial tan sensual que influía a las miradas groseras, notablemente yo no era el único en el parque desnudándola mentalmente hablando.


Tome impulso y moví una nalga, después la otra y me encontré un maletín dos libros y una bolsa con comida los cuales interrumpían contacto mutuo, la cercanía a ella me permitió ver que ya el libro había sido abusado unas dos o tres veces por esos ojos volcanosos, o quien sabe haber pertenecido a otra persona, pero todo se delato por la forma en que lo leía, velozmente como si cada palabra habitara en su memoria, era casi como leyendo una oración y repitiéndola a gracia del señor. Me incline un poco, tratando de llamar la sirvengueseria y también su atención.


Se llama "El Día a Día del Amor" me dijo.


Lengua encalambrada, y con un tembleque de manos no me dejaron responderle a su entablación de conversa, reino el silencio.


Devolvió su fija mirada a las letras, esta vez con una espina que la molestaba, algo que la inquietaba.


Me miro otra vez y me pregunto:


Le gusta leer?


Estupidamente conté hasta diez en dos segundos y le dije, si escribo y me leo a mi mismo, así me critico y corrijo mis propios errores, mas me ahorro comprar libros, no se si sea algo inteligente , pero me gusta ser el profesor de mi sabiduría.



Mirada inquietante, alzo una ceja y me dijo que ella trato mucho tiempo de hacer lo mismo, su escritura le parecía una estupides, que su ingenuidad reinaba en su pluma al escribir, que era muy vulnerable al amor, y que no servia para eso.


Pasaron segundos de análisis, y di a practica el dialogo de la mirada, y ella lo entendió, siguió leyendo y faltándole una pagina para coronar su fin, se le escapo un suspiro apasionado y menciono algo muy revelante; Amo al escritor de este libro, el es el único que me hace entender.


Entender que? le pregunte.


Me ignoro.


Mire para el piso y vi una hormiga con un pedacito de pan en sus tenazas, mire hacia el lado de nuevo buscando a la joven enamorada y estaba empezando a guardar sus cosas para emprender un camino desconocido para mi, de ultimo guardo su libro, leí el nombre del escritor, y me di cuenta que ese amorío que sentía esa trigueña ojiazul, esa perdición a ese escritor, un hombre incógnito que se sentó al lado de ella toda esa tarde en el parque, el que vio una hormiga comer era yo, abominado por preguntas, y culpándome por haber sido tan testarudo al no preguntarle nada que nos podría haber relacionado de nuevo, no; no hice nada al respecto pero, en mi seguía esa ultima aclaración y seguí toda esa semana y ese mes.


El escritor era yo.

6/06/06


Julian Rodriguez

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